miércoles, 11 de julio de 2018

EL TIEMPO HA LLEGADO


El tiempo ha llegado,
desgarradoras voces guturales
aclaman el dolor de los cuerpos
entregados al placer extremo,
aquel que derriba las puertas
y bloquea ufano,
las trastabilladas ventanas
que interrumpen la llegada del sol
hasta las blanquecinas pieles
donde el sudor,
acude presuroso,
caudaloso quizás,
desde los poros abiertos
de par en par
como las desvencijadas troneras
de algún barco cañonero,
que descansa,
imperturbable al paso del tiempo,
perdido en una fraticida lucha inútil
en el fangoso fondo marino
de algún mar imaginado.

El despertar,
asoma,
cual pájaro en errático vuelo,
en los ojos cansados
con la primera hora de la mañana
restando el asilo
del silencio nocturno,
la luz tenue del amanecer
cae sobre los rostros
como punzantes estrellas,
entregando los cuerpos
despegados de las camas
a la sospechosa, y criminal carrera
de la supervivencia
que se proyecta en los espejos
como una rancia película
donde los héroes
son amortajados
después de morir
en su lucha contra los dragones.

El tiempo ha llegado,
llenando los instantes
de fantasiosas figuras
capaces de alcanzar,
las flotantes motas de polvo
que escapan entre halos de luz azulada,
por las rendijas abiertas
en antiguas tapias descarnadas,
tras las cuales,
ocultos a las miradas,
feroces animales carroñeros
luchan con punzantes garras
hasta arrancar la carne
que cubre sus cuerpos de ceniza harapienta.

Atardecer,
Lejanas campanas
de bronceado metal dorado,
entonan sus letanías metálicas
acompañando,
el alborotador gritos de las aves
que giran cual locas peonzas
por las sendas del viento,
en busca de un camino en el que alcanzar,
la libertad robada
en enloquecidos tableros de ajedrez
que amenazan ruina,
mientras oscuros oficinistas
de almidonadas camisas de cuello duro,
gestionan apáticos,
como si de peones de alguna partida maligna
se tratase,
la vida de otros,
victimas propiciatorias
de algún traficante de seres humanos,
en cuadradas habitaciones recalentadas
en las que el viciado aire de la impotencia,
se esparce desde el suelo hasta el techo,
como una fina niebla invisible a las miradas
hasta levantar sus estómagos
reblandecidos prematuramente
por las aciagas comidas
que envueltas,
en coloridos envases
de delgado plástico
resplandecen brillantes
en los oxidados cajones
de sus bien ordenadas mesas.

Amado, julio de 2018

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