miércoles, 18 de julio de 2018

INSECTOS


Insectos
susurrando despacio
con voz apenas audible
al oído,
llenan el éter
con su zumbido
de vidas descabezadas
en algún oscurecido lugar
donde una única luz azulada,
es el anuncio de la muerte asegurada
que les habrá de llevar,
hasta algún paraíso
imaginado
de sangre perdida
entre los adoquines
de un pasadizo sin salida.

Insectos,
arrogantes muñecos
de brillante papel de aluminio sin alas,
escribiendo versos exhaustos,
versos cansados,
donde la tinta caducada,
emborrona inmaculados papeles,
con palabras aprendidas,
en un burdel del extrarradio
de alguna ciudad difuminada,
en el avejentado lienzo
de un pintor por horas,
donde las copas son apuradas,
despacio,
con la lentitud apropiada
de un semidiós de las letras
que espera la adorada aureola
entre los desbaratados cojines
de un desfondado sofá.

Insectos,
eternos hacedores
de tumbas sin cruces,
de inhabitados huecos
en las que mortecinas
fosforescencias marinas
invaden si apenas pudor,
las uñas rotas
de los que quedaron atrapados,
en un resquicio del tiempo
esperando una respuesta inacabada,
esperando quizás, un soplo de aire fresco
capaz de llenar,
los vacíos alvéolos de sus pulmones muertos

Insectos de cuerpos dorados
acurrucados en la blanca luz de la luna
mientras aguardan negligentes,
la mano que habrá de atraparlos,
la mano que sin disimular,
les llevará hasta el fondo transparente
de un tarro de cristal
con la promesa inconfesable,
de ser elevados hasta el más alto de los altares,
aquel en el que son sacrificados los inocentes,
aquel en el que inconfesables secretos de alcoba,
se expanden como verdades
entre las sonoras ondas invisibles
del ennegrecido espacio
que rodea sus vidas,
con el latido de un corazón
aparcado entre las líneas blancas
del estacionamiento anónimo
de un centro comercial.

Amado julio 2018