miércoles, 17 de abril de 2013

TODOS ESTÁN DESNUDOS EN LA MUERTE

Y todos están desnudos en la muerte.
No es la desnudez joven y juguetona del verano.
Es la desnudez del invierno de la vida
cuando la muerte congela los cuerpos y los petrifica.
No es la desnudez terrenal ni la celestial
sino la desnudez junto al vado del río
con una palidez que se ensombrece al canto de los lobos

Y todos están muertos en su desnudez:
un friso infinito de vida petrificada, de cuerpos
que perdieron todo su sentido como cuerpos,
con el sexo tan inocente como al nacer,
arrebatada para siempre la fuerza de la sangre,
y el pelo pegado en las frentes
como hierba que el hielo del invierno adhirió a la tierra.

Algunos yacen encogidos en la muerte
como fetos que jamás lograron nacer. Algunos parecen ahogados
con los miembros extendidos y el pelo arremolinado hacia arriba.
Otros parecen haber muerto de pie como centinelas
¡Allí hay cuerpos llenos de llagas, como zurcidos con rosas,
y otros como vientres enormes, como si un animal
se hubiese introducido en ellos y hubiese hecho
allí su vivienda!
¡Y cuerpos descarnados que parecen árboles 
cubiertos de piel humana
y niños formados de una piedra más blanda que las otras!



Sí, todos están desnudos en la muerte.
El oro se ha derramado a los pies en montones
y corre en todas las direcciones como las monedas
en el vertiginoso desfalco de la muerte.

Las casas se han dividido y se han derrumbado
en los abismos de los cuatro puntos cardinales.
El viento se ha llevado las ropas
como si fuesen nubes o velámenes desonrientados.
La mirada muerta en ojos todavía no cerrados
no es más que un espejo olvidado en una cueva.

Ya no pueden ocultar sus crímenes
que ya están perdonados, olvidados y enterrados.
Lo que hicieron de su vida es solamente un sueño
que se pasea en la lejanía, mientras las herramientas 
gastadas y abandonadas de los cuerpos esperan
como caracolas junto a este mar de invierno.
Porque todos están desnudos en la muerte


ARTUR LUNDKVIST