domingo, 26 de octubre de 2025

El humor y la vejez: reírnos del tiempo sin ridiculizarlo

 

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El tiempo se toma muy en serio… hasta que uno aprende a reírse de él. Envejecer con humor es un arte de supervivencia: convierte los achaques en anécdotas, los olvidos en bromas y la edad en una medalla invisible.

La risa como resistencia

El humor es una de las formas más refinadas de inteligencia. Nos permite mirar la realidad con distancia, sin negarla. En la vejez, esa distancia se vuelve sabiduría. Quien ha vivido mucho, ha aprendido a reírse incluso de lo que antes le preocupaba. El cuerpo cambia, la sociedad a veces excluye, pero el humor devuelve poder: es la manera más elegante de seguir estando presente.

Henri Bergson escribió que “la risa es una corrección social con sonrisa en los labios”. Aplicado a la vejez, podría significar que el humor no niega el paso del tiempo, sino que lo suaviza: nos enseña a convivir con él sin resignación ni dramatismo. Reír es, en cierto modo, una forma de mantener la dignidad.

Y es que, mientras la medicina se esfuerza por prolongar la vida, el humor la ensancha. Nos permite ganar espacio interior, airear la memoria y aliviar el peso del tiempo. Envejecer con humor es también una forma de ejercer libertad: la de no dejarse encerrar en la solemnidad ni en el lamento.

Entre la ironía y la ternura

Durante décadas, la cultura popular ha representado a las personas mayores como caricaturas: el abuelo despistado, la vecina cascarrabias, la torpeza convertida en chiste. Ese humor fácil ha envejecido mal. Reírse de la vejez es distinto a reírse con ella. El primero excluye; el segundo, humaniza.

Chaplin lo entendió mejor que nadie: su Charlot envejecía en cada película, pero nunca perdía la gracia de quien tropieza sin caerse del todo. Lo mismo ocurre con los personajes de Quino, con la ironía mordaz de Woody Allen o con el Mario Benedetti que escribió: “Ríanse, pero no se olviden de tomarse en serio la risa”. En todos ellos, el humor es un acto de ternura: un modo de sostener la vida incluso cuando todo parece inclinarse hacia el absurdo.

Reír en la vejez no es frivolidad; es una forma de lucidez. Significa reconocer que el tiempo pasa, que el cuerpo cambia, pero que la conciencia —esa chispa que permite comprender la ironía de la existencia— sigue viva.

El humor como medicina (sin receta)

Numerosos estudios confirman que el humor tiene efectos reales sobre la salud física y mental. Investigaciones del University College of London y de la Mayo Clinic muestran que las personas con sentido del humor presentan menor incidencia de enfermedades cardiovasculares, mayor resiliencia y mejores vínculos sociales. La risa es contagiosa, pero también protectora.

En programas comunitarios con personas mayores, los talleres de humor han demostrado ser más eficaces que muchos tratamientos contra la soledad. La risa, cuando se comparte, crea lazos invisibles: rompe el aislamiento, reduce la ansiedad y devuelve al individuo su lugar en el grupo.

Quizá por eso tantas personas mayores repiten la misma frase: “Si no me río, me muero”. No es un chiste; es una lección de supervivencia.

Reírse del tiempo, no de las personas

Reírse del tiempo no es desafiarlo, es pactar con él. Las personas mayores que conservan el humor no lo hacen porque ignoren la realidad, sino porque han aprendido que la risa es también una forma de resistencia. La ironía bien usada es un acto de elegancia moral: una manera de recordar que el tiempo puede doblarnos, pero no rompernos.

La escritora estadounidense Nora Ephron decía que el secreto del envejecimiento estaba en “tomarse a una misma menos en serio”. Y tenía razón: la risa no resta importancia a la vida, se la devuelve. En un mundo obsesionado con parecer joven, el humor es una forma de rebeldía silenciosa.

El humor, cuando acompaña la vejez, crea comunidad. Une generaciones, desmonta estereotipos y devuelve humanidad a lo cotidiano. Un nieto que se ríe con su abuela, un grupo de amigos que bromea sobre sus canas, un anciano que convierte sus achaques en anécdotas: todos ellos transforman el miedo en afecto.

Porque al final, envejecer con humor no es una estrategia para parecer joven: es una manera de seguir vivos, de reconciliarse con el tiempo sin someterse a él.

La sonrisa como patrimonio

El humor también es herencia. Las generaciones mayores transmiten su risa como transmiten sus recetas, sus canciones o sus historias. Una broma compartida puede ser más duradera que una fotografía: encierra complicidad, memoria y afecto.

Envejecer con humor no es negar la realidad, es interpretarla con un poco más de luz. Y en esa interpretación, el humor se convierte en una forma de sabiduría. Quien sabe reírse de sí mismo ha entendido la mitad del misterio de la vida.


¿Cuándo fue la última vez que te reíste de ti mismo sin que te importara el paso del tiempo?

FUENTE:


https://cenie.eu/es/blog/el-humor-y-la-vejez-reirnos-del-tiempo-sin-ridiculizarlo

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