sábado, 11 de octubre de 2008

El Aparato y sus Protagonistas

En la era de la técnica y de las masas los hombres son utilizados como un "aparato". "El aparato es el sistema en el que se les coloca a voluntad, ya en este lugar, ya en aquel otro. El sistema no es una sustancia histórica que lo hombres llenan con su ser personal" (K.Jasper). El individuo es el sumando de una estadística, aparece como un solicitante, como un número. Se sabe de él lo que se anota en el fichero personal. ¿Cómo podría abarcarse y dirigirse de otra forma la colectividad de la era de la masa, si no es con una burocracia maquinal? El mundo social, revolucinado por la expansión técnica industrial, la vertiginosa evolución hacia la ciudad mastodonte, el aumento de la población, las crecientes exigencias del standard de vida y de la higiene, y otras muchas cosas más, hacen inevitable una evolución hacia el aparato administrativo.

Pero el aparato se ha convertido en fin de sí mismo - y aquí está el riesgo - .En este caso ya no sirve a la comunidad, sino que ésta se convierte en objeto de leyes, ordenaciones, disposiciones que se producen y emanan con ritmo incesante. En el laberinto de las leyes, el individuo aislado sólo puede defender sus derechos si sale al encuentro de las pretenciones burocráticas totalistas del Estado incorporado a una de las organizaciones establecidas con esta finalidad. El hombre tiene el valor sólo como miembro de una asociación. Ahora bien, como ha indicado T. Eschenburg, estas asociaciones se convierten cada vez más en un Estado dentro del Estado. Las guía el impulso de llegar a apoderarse de los puestos claves del aparato estatal. El grupo intenta "romper el principio de la separación de poderes, con el objeto de influir en las tareas del ejecutivo, en la preparación de las leyes y en el cumplimiento de las mismas". Los diputados codiciosos y los grupos de presión ponen en peligro la democracia.

El elemento más importante del aparato es el funcionario. El funcionario no ocupa la cumbre, no ejerce ningún influjo personal, pero se cuida de que las instrucciones lleguen de arriba a abajo y se cumplan sin una excesiva pérdida por fricción. El funcionario amortigua y paraliza los intentos perturbadores, antes de que penetren en el interior de la maquinaria y puedan originar desviaciones. El funcionari marca la división entre Estado y pueblo. La idea de F. von Stein de llegar a entenderse, al menos a nivel regional, con la honorable administración oficial, es en nuestro tiempo y nuestro mundo totalmente ilusoria. Sólo el funcionario hace posible que el aparato sea capaz de movimiento. Su función es absolutamente indispensable, porque es forzoso elegir entre aparato o caos. Por otra parte, los funcionarios están llamados y capacitados para oponer una barrera victoriosa a los caprichos y las demasías de la organización, de la que depende la dirección. Empleando esta imagen: el aparato es necesario, pero el funcionario puede dirigirle un una direcciòn determinada y, ante una catástrofe, ponerle en punto muerto. "Nuestra tesis es que en una época máximo refinamiento del conjunto de instrumentos técnicos de poder estatal, a los detentadores de los puestos administrativos burocráticos les incumbre paradójicamente como deber el derecho a oponerse a todo dominio injustificado". (H. Von Borch).

Ante los mandos supremos del aparato se sienta el director. J. Burnham habla de un "régimen de directores" en nuestro tiempo. "Los directores emplean los nombres más variados. A veces se llaman directores de producción, jefes de negocios, directores técnicos, directores administrativos; en el servicio estatal - pues se les encuentra tanto en los negocios del Estado como en las empresas privadas - se llaman administradores, comisarios, directores de oficina, etc..." Al director le compete la planificación, y a ella se debe supeditar cualquiera otra clase de intereses. Lo único decisivo es lo que está acorde con este fin. El puesto de las consideraciones morales, religiosas o humanas en general es desplazado por la reflexión racional. En la era de la técnica los directores y especialistas ocupan, por necesidad, los puestos clave. Con todo, tiene razón P. Sering cuando afirma que de aquí no debería derivarse necesariamente un "régimen" de directores. El pueblo debería ejercer un control eficaz sobre los hombres que le dirigen.

Los problemas políticos y económicos de nuestra época, pueden ser solucionados con pulso y tino. El liberalismo extremo está tan poco indicado como el extremo socialismo. Debe rechazarse el régimen de los directores; la planificación estatal es peligrosa, pero, al mismo tiempo, las planificaciones y el aparato administrativo son indispensables. La política de alianzas debe desaparecer, pero en nuestra actual situación es conveniente, como forma de resistencia. Hay que pilotar la nave cautamente entre Scylla y Carybdis. El hecho de que la nave lleve a bordo diversos sistemas y concepciones, cuyo contenido de verdad se unen para formar una síntesis, nos permite confiar en que nuestro mundo, cuarteado, llegará a encontrar por fin la unidad salvadora. Esta nueva orientación y revalorización alcanza al capitalismo. Ha pasado la época del "rugged individualism" (el rudo individualismo). Apenas existen ya capitanes de industria al estilo de J.D.Rockefeller que sin escrúpulos (y con olfato genial) elimina la competencia, a base de soborno y dinamita, paga en un proceso una multa de 29 millones de dólares, gana con una conversación telefónica 205 millones de dólares en la Bolsa, construye iglesias baptistas y rascacielos, vive con austeridad espartana y rebosa, sin embargo arrogancia capitalista. El "nuevo empresario" se siente a sí mismo como una persona consciente y responsable. Necesita libertad, desde luego, pero no la confunde con el egoísmo ilimitado. "Cuando proporciona trabajo debe saber que es el primero entre iguales, un caudillo que, como hombre libre, crea cada día nuevamente una comunidad de trabajo con todos sus colaboradores, no autocráticamente, sino democráticamente... El hombre debe valer más que el instrumento"(A.Weber).

Esta nueva orientación ha marcado también al liberalismo, convirtiéndole en "neoliberalismo". Está situado "más allá de la oferta y la demanda". El liberalismo standar de vida le parece un fin subordinado. Se ha hecho humanístico: quiere respetar al hombre en su peculiaridad individual, no rebajarle a la categoría de medio o de cosa. Es anti-autoritario, dispuesto a dar al César lo que es del César, pero guardándose de todo "romanticismo comunitario" que "convierte al organismo estatal en objeto de culto místico, que le considera como una especie de supraorganismo o incluso le hace Dios" (W.Röpke). El liberalismo es universal: se opone al patriotismo, al nacionalismo y al chauvinismo. Es también social: declara la guerra al monopolio. Se diferencia del socialismo sólo en el modo de combatir los monopolios. La propiedad privada debe estar justamente repartida, la comunidad debe ser atendida y se debe salvar, por tanto, el abismo que separa al aparato estatal anónimo del ciudadano concreto. Es necesario que el "proletario" pueda tener acceso a la propiedad, pues ésta le da un apoyo en épocas de penuria y es, al mismo tiempo, una protección sólida para sus exigencias salariales. El desarraigo y el nomadismo, en los que muchas veces el salario es sólo un medio para "comprar las entradas del cine", deben ceder el paso a la sedentarización, a la vinculación con la naturaleza y el suelo. El Estado ayuda haciendo cumplir unas normas, acepta el papel de "director y árbitro del encuentro, pero sin tomar parte en el juego". "Así se redondea la imagen de una economía de mercado bajo el orden y la vigilancia del Estado, en el que la libertad individual puede explayarse dentro de los límites exigidos por la libertad de los demás".

También en el socialismo el sistema económico es tan sólo parte de un círculo de ideas éticas, religiosas y políticas. La idea primaria y decisiva es la libertad - la máxima libertad posible para todos, no sólo para un grupo de privilegiados. "Igualdad, libertad, fraternidad" son los rasgos distintivos del socialismo, pero no como abstracción. El socialismo procura alcanzar este objetivo a través de una serie de reivindicaciones económicas concretas. El socialismo es, pues, tan antiguo como el fundamento de la sociedad y del Estado. El movimiento social, por el contrario, nació en el siglo XIX, en los comienzos y como consecuencia de la primera "revolución industrial". Marx le marcó su impronta, pero se cerró desde el principio y enérgicamente a la línea de pensamiento comunista. El movimiento social se reconoce en lo que Lenín llamaba despectivamente "reformismo sindicalista": mejora incesante de las condiciones de vida en el marco de un proceso evolutivo continuo y expreso. No tiene ninguna orientación materialista, pero cree que Marx (y no sólo con Marx) que el ser social marca, aunque no define, el ser espiritual del hombre y que sólo las mejoras materiales crean el clima en el que prosperan la cultura y la humanidad.