miércoles, 6 de mayo de 2009

Cuando los viejos cocodrilos lloran de amor
y abren desmesuradamente sus fauces.
Cuando los dioses de Asia son reentronizados en sus derechos
y los ritos se propagan como epidemias.
Cuando ya no se les puede negar a las mujeres
el ser curas, soldados y verdugos.
Cuando las leyes proclaman el incuestionable derecho de la juventud
de autoaniquilarse.
Cuando unos cuantos hipnotizadores dominan
a las masas dormidas.
Cuando la psicología se ha convertido en un arte de amaestrar
que proporciona tanta felicidad como dinero.
Cuando la revolución recibe asistencia médica en los manicomios
y se aplaca con inyecciones.
Cuando las máquinas aspiradoras hacen desaparecer los pájaros.
Cuando el último caballo se convierte
en el huésped de honor del cóctel rodeado por un enjambre de admiradoras.
Cuando los señores y las señoras orinan en las botellas de champán
(las señoras con ayuda de un embudo).
Cuando un inesperado pensamiento hace que la colmena comience a arder.
Cuando la cera derretida cae en los ojos de la reina de la belleza.


Entonces,
entre deseos que sirven a la muerte sin saberlo,
pasean mis miradas hacia el horizonte.
Entonces, entre máquinas que sirven a la muerte
imitando la vida,
siento deseos de marcharme lejos, muy lejos.
Hacia hombres que viven pensativos en grandes árboles.
Hacia manos que vuelan por su cuenta
en su desesperación por hacer algo.
Hacia un niño prodigio que nace por la boca de una jirafa.
Sí, lejos, muy lejos,
donde una máquina de coser enamorada vuele
en torno a una novia menor de edad,
donde un dragón mueva una fragua golpeando
con su cola,
donde las armas estén congeladas en bloque de hielo
y los huevos crezcan como uvas en las grietas de los acantilados.


Artur Lundkvist (TEXTO EN LA NIEVE - 1964)

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