viernes, 8 de agosto de 2008

El hombre de la Masa

Supuesto que se dé aquí fe en Dios, pregunta Friedrich Nietzsche en "Voluntad de Poder", ¿quién habla? Y responde: "habla el instinto de rebaño". El quiere ser señor: de aquí su "¡tú debes!". el hombre-masa entra en el escenario de la historia del mundo, Oswald Spengler habla del "fellache", del hombre sin apoyo y sin postura, sin hogar y sin intimidad. "El hombre en la masa, pensado como una astilla en la gavilla, arrastrado en una dirección determinada, avanza a la deriva por el agua. Aunque a veces parezca que la astilla tiene movimiento propio, no tiene ninguno y en el mismo bastón que la mueve habita sólo la ilusión" (Martín Buber).
A partir de Gustav Le Bon, la "psicología de las masas" constituye una ciencia propia. En ella debe distinguirse estrictamente entre el hombre de la mas y en el hombre en la masa. La cantidad no influye por necesidad en la "calidad". Media docena de hombres pueden constituir una "masa psicológica", y a la inversa, cien hombre reunidos por azar pueden conservar integramente su modo individual de pensar y hacer. Tampoco el puesto o la posición social tiene aquí importancia, puede hallarse un alma gregaria tanto en una universidad como en un andamio; puede alcanzar lo mismo al ama de casa que al niño en la escuela.
Lo más característico y sorprendente de la masa es que cada una de sus partes constitutivas por muy diversas que puedan ser en cuanto al modo de vivir, ocupación e inteligencia, por el mero hecho de transformarse en masa, poseen una especie de alma comunitaria, en virtud de la cual piensan y actúan de una forma totalmente distinta y como cada uno de ellos sentiría, pensaría y actuaría tomado aisladamente.
Parte fundamental de la masa es la desaparición de la personalidad consciente. "¿Dónde está el verdadero yo?", Pregunta Colín Wilson, el "Outsider", intentando hacer el diagnóstico del "hombre de nuestro tiempo".

David Riesman, caracteriza al hombre-masa,k como un "tipo dirigido desde el exterior", como un hombre que, en cierto modo, ha construido en sí mismo una estación de radar y recibe constantemente señales cercanas y lejanas, de acuerdo con las cuales se sintoniza, cambia y se comporta; "hay muchas emisoras y numerosos cambios de programa". Está enteramente dominado por el influjo de la moda, que configura tanto sus vestidos como sus opiniones. La "opinión pública" es aceptada sin crítica: " es invocada y expresada bajo la ficción de ser la opinión de todos, participada por cada individuo y por cada grupo. Pero, en realidad, es algo impalpable, algo que se esfuma, fugaz y evanescente, un nada que, como nada de la mayoría, adquiere una fuerza que un instante aniquila o encumbre" Karl Jaspers. También se incluyen aquí los valores y los juicios morales corrientes y molientes. Los jóvenes especialmente sucumben a la "teledirección pseudoética de los filmes, la televisión, etc..."
En el hombre-masa la inteligencia y la razón están desembragadas. Los impulsos y los instintos inconscientes, casi siempre negativos, empujan y se abre paso. Los hombres están sometidos " a la médula espinal, no al cerebro" (Le Bon). El "algo" se desplaza al "yo", tal como lo formula la psicología profunda. El individuo no desempeña ya ningún papel.
El hombre ha sido despojado de su capacidad de juicio moral. "El hombre de la masa está desvinculado de remordimiento y responsabilidad, o tiene muy debilitada la responsabilidad individual, porque a cada uno le corresponde sólo una partícula de esta responsabilidad "Sören Kierkegaard.

El catalizador más importante para reavivar la norma de conducta del hombre es el odio; el ansia homicida, la envidia, la calumnia amasan la colectividad. Según la novela "1984" de George Orwell, en la ciudad del futuro los ciudadanos serán psicológicamente "trabajados" por "películas de odio" de asistencia obligatoria. En ellos se limarán los bordes individuales. Y entonces se apoderará de los hombres "un pavoroso éxtasis de miedo y de venganza, el ansia de matar, de atormentar, de destruir los rostros a golpes de martillo". Y la ciudad totilarista del presente ha comprendido bien y empleado sin escrúpulos la importancia del mundo del instinto al servicio de la masificación y de la sojuzgación del pueblo.
No puede olvidarse aquí, a pesar de todo, que junto al odio y los bajos instintos se dan también nobles sentimientos, tales como la afirmación de la libertad y de la humanidad, que pueden llegar a configurar y dirigir la masa. Pero caso todos los diagnósticos pasa por alto "este lado bueno". "¿Es un mal radical o un bien posible?", se sigue preguntando Ortega.

Extracto extraido del libro "INTRODUCCIÓN A LA CULTURA CONTEMPORANEA" de Hermann Glaser, publicado en España por la Editorial Ediciones Iberoamericanas en el año 1968