Quiero guardar mis recuerdos
entre las resquebrajadas rendijas
de un desgastado suelo de madera
apenas abrillantado,
mascar las gastadas palabras
que los avejentados labios
de pálidas diosas de pulida piedra
callan,
mientras el sol renace
tras montañas de escombros.
Quiero abrazar la tierra,
sentir,
el tacto húmedo de su piel,
deslizarse
por mis huesos corroídos,
como densas gotas de agua
esparcidas en la quietud leve
de un segundo,
que crujiendo aterido más allá
del irresoluble
pensamiento primigenio
llena de dudas
la eterna visión del ayer,
frágil imagen
del mascullador hoy,
doloroso hilvanador accidental
de eventuales
figuras humanas convertidas
en un eterno coloquio de perros,
aulladores constantes de gestos,
persistentes gruñidores de guturales
voces
impregnadas del sonido inacabado
de los pasos perdidos al final de un
callejón sin salida.
Quiero desmenuzar las horas,
dejarlas caer por los abismos
sin fondo del pensamiento
que recorre las venas
en un circuito sin fin
desde donde caer en un precipicio
de signos no aprendidos,
de voraces lenguas reclamadoras,
de dedos que se escurren
despacio entre las motas de polvo
de sucios cristales empañados
por el aliento aguardentoso de las
sombras
que recorren las calles
hasta alcanzar el cenit difuso del día.
AMADO 2019
