viernes, 10 de febrero de 2012

POESIA ESPAÑOLA DEL SIGLO DE ORO

ÚLTIMO SENTIMIENTO DEL AMANTE

No me aflige morir, no he rehusado
acabar de vivir, ni he pretendido
halagar esta muerte que ha nacido
a un tiempo con la vida y el cuidado;
siento haber de dejar deshabitado
cuerpo que amante espíritu ha ceñido;
desierto un corazón siempre encendido
donde todo el amor reinó hospedado;
señas meda mi amor a fuego eterno,
y de tan larga y congojosa historia
sólo será escritor mi llanto tierno;
Lisi, estáme diciendo la memoria
que, pues tu gloria la padezco infierno,
que llame al padecer tormentos gloria.

AMOR QUE DURA EN LAS CENIZAS

Si hija de mi amor fuese,
¡qué parto tan glorioso que sería
el de mi amor contra toda la vida mía!,
¡qué gloria que el morir de amar naciese!
Llevara yo en el alma a donde fuese
el fuego en que me abraso, y guardaría
su llama fiel con la ceniza fría,
en el mismo sepulcro en que durmiese.
Desotra parte de la muerte dura
vivirán en mi sombra mis cuidados
y más allá del Lethe mi memoria;
triunfará del olvido tu hermosura,
mi pura fe y ardiente, de los hados,
y el no ser por amar será mi gloria.

FRANCISCO DE QUEVEDO Y VILLEGAS


A ITÁLICA

Éstas ya de la edad canas ruinas
que aparecen en puntas desiguales,
fueron anfiteatro y son señales
apenas de sus fábricas divinas.
¡Oh!, a cuán mísero fin, tiempo destinas
obras que nos parecen inmortales,
y temo, y no presumo, que mis males
así a igual fenecer los encaminas.
A este barro que llama endureciera
y blanco polvo humedecido atara,
¡cuánto admiró y pisó número humano!
Y ya el fausto y la pompa lisonjera
de pesadumbre tan ilustre y rara
cubre hierba y silencio y horror vano.

FRANCISCO DE RIOJA


LA SOLEDAD

Amable soledad, muda alegría,
que ni escarmiento ves, ni ofensas lloras;
segunda habitación de las auroras;
de la verdad primera compañía.
Tarde buscada paz del alma mía,
que la vana inquietud del mundo ignoras,
donde no la ambición hurta las horas,
y entero nace para el hombre el día.
¡Dichosa tú, que nunca das venganza,
ni de palacio ves con propio engaño,
la ofendida verdad de la mudanza,
la sabrosa mentira del engaño,
la dulce enfermedad de la esperanza,
la pesada salud del desengaño!

ANTONIO HURTADO DE MENDOZA