jueves, 25 de septiembre de 2008

LA MASA SOLITARIA


El Lenguaje es la casa del ser, escribe M.Heidegger en su carta sobre el Humanismo. El lenguaje no es ni una esotérica barranca en la que uno pueda hundirse y ocultarse ni el mercado general en el que se pueden trocar frases baratas y muletillas; es el medio de una auténtica comunicación, el único medio que permite el encuentrodel hombre con la sociedad. Sin embargo, el encuentro en la palabra ocurre escasas veces, porque está la servicio sobre todo de la sugestión, de la propaganda, de la nebulosidad y el ocultamiento, danza en el "baile de las máscaras de las ideologías" (W.Röpke). La crisis del diálogo es perfectamente visible en los encuentros políticos, tanto en ámbitos reducidos como a "escala internacional". Es muy raro conseguir un compromiso en el Parlamento a base de discursos y réplicas. Las palabras sirven más bien para injuriarse e inslutarse mutuamente. "En los cincuenta años de mi permanencia en Westminster, escribe un parlamentario inglés, he oído millares de discursos, pero muy pocos me hicieron cambiar de opinión y ni uno sólo ha influido en mis votos". Los debates parlamentarios - opina W.Martini - son "simulacros", justificaciones propagandísticas a posteriori de decisiones ya tomadas de antemano por las fracciones, son "discursos para la galería, destinados únicamente a influir en los futuros electores".



Advertimos esta degeneración de la conversación tanto en las reuniones sociales como en la esfera privada y familiar. Esta pérdida de la auténtica capacidad de diálogo y de la genuina situación dialogante viene encubierta bajo un afán enfermizo de discutir de todo y sobre todo. "No se tiene ninguna vecindad con el hombre, piensa K. Jaspers, no se piensa en el amor, sino en la utilidad, cuando se enumeran los partidarios o los adversarios de una teoría abstracta o de los fines concretos de la existencia. El individuo es valorado como algo interesante, no por sí mismo, sino como un incentivo. El incentivo cesa cuando ya no llama la atención. Se dice ilustrado el que tiene capacidad para todo esto, el que parece siempre nuevamente inteligente e interesante. El campo de esta ilustración es la discusión, que hoy es un fenómeno de la masas". La discusión se orienta a la masa, el diálogo exige el contacto íntimo, la afirmación personal, que no puede efectuarse no por teléfono ni ante el micrófono. M.Buber ha insinuado que "toda gran cultura ha sido en cierta medida una -civilisation of the dialogue-. Desde la primera guerra mundial hemos contemplado un proceso que llevaba consigo una creciente dificultad para el diálogo auténtico, especialmente entre hombres de diferentes de ser y pensar, "¿De qué sirve pedir al otro que hable, si ya tiene de antemano la intención de no prestar crédito a lo que diga?" Y, sin embargo, el porvenir de la humanidad depende de un "renacimiento del diálogo".


Ni en el lenguaje ni en ningún otro terreno tienen ya los hombres contacto mutuo. Así, por ejemplo, la técnica y el desarrollo económico-político vinculado a ella han provocado una extraordinaria aproximación externa de los pueblos, pero los han alejado íntimamente y los han azuzado unos contra otros. "La reducción de la distancia espacial entre los pueblos no los ha aproximado entre sí, sino que los ha prolongado hasta el espacio aéreo; el medio unificante del éter ha sido astillado por la censura y las emisiones perturbadoras" A.Koestler. Lo mismo puede decirse de la masa: los hombres se encuentran muy próximos unos a otros, pero no tienen contactos mutuos. D. Riesmann habla de la "masa solitaria". "Pobreza de contacto" es su rasgo característico. Cuanto más solitario está el hombre-masa, más urgente resulta propagar el concepto, hoy de moda, de la "human relation". La "masa solitaria" está perdida, sin posibilidad de salvación, en el laberinto de las opacas relaciones técnicas y comerciales, en el laberinto de un ambiente totalmente comercializado, en el laberinto de la gran ciudad en la que "en un mar de casas vive, de trecho en trecho, una existencia errante" O. Splenger.

Si quiero irme al desierto, no necesito trasladarme al Sahara, sino alquilar una habitación en el piso 24 de un hotel de Nueva York, dijo una vez W.H.Auden. S.Steinberg describe repetidas veces el bar como símbolo del vacío, de la nostalgía y de la soledad. Las figuras se sienten estereotipadas - "all in line" - ante el mostrador, amontonados o en sólida fila, pero con un profundo abísmo de separación; un cansado silencio yace en la estancia. "el bar es un sucedáneo del hogar, de la mujer, de la compañía, de los lazos". Los solitarios se encaraman en asientos giratorios y se contemplan, alternantes Narcisos, entre agonía y euforia, golpeados, afligidos, y también débiles. Tienen en el bar su oportunidad única: pueden beber hasta emborracharse. Es lo único que pueden hacer relamente. El caminante solitario no tiene ninguna verdad, la verdad dice Jasper, la verdad comienza entre dos.

INTRODUCCION A LA CULTURA CONTEMPORANEA