viernes, 7 de noviembre de 2025

¿Hacia una deriva generacional de la salud en España? Iñaki Permanyer


Durante las últimas décadas, el avance de la esperanza de vida en los países de todo el mundo ha sido espectacular. El caso español merece especial atención, al tratarse de un país que ha pasado de una posición particularmente desventajosa tras las calamidades de la Guerra Civil a una posición de liderazgo mundial en años recientes. Mientras que en 1940 la esperanza de vida en España era de unos 50 años aproximadamente, en 2025 dicha esperanza de vida se sitúa en torno a los 84 años (apenas por detrás de un puñado de países como Suiza, Japón o Corea del Sur).

A medida que la longevidad ha ido avanzando en prácticamente todo el mundo, ha surgido un importante debate, todavía sin resolver, acerca del estado de salud en el que se vivirán los años de vida “adicionales”. Si el descenso de la mortalidad no viene acompañado por un descenso comparable en la aparición de la discapacidad o la enfermedad, las personas tenderán a vivir cada vez más años, pero en un mal estado de salud – una dinámica con enormes consecuencias para la sostenibilidad de los sistemas de salud, pensiones y cuidados (Gruenberg 1977). Para entender mejor hacia qué clase de escenarios prospectivos de salud nos dirigimos, es fundamental documentar de forma pormenorizada los patrones de aparición de aquellas enfermedades que limiten no solo la cantidad de años vividos sino también la calidad de vida de las personas. En aras de ese objetivo, es necesario relevar información no solamente de la prevalencia de dichas enfermedades, sino también de su incidencia (es decir: a qué edades se empiezan a desarrollar). 

En un intento de arrojar luz sobre estas cuestiones, un estudio reciente llevado a cabo entre el Centro de Estudios Demográficos y la Universidad Pompeu Fabra ha empleado los registros de salud y mortalidad en Cataluña para comparar el estado de salud entre las distintas generaciones catalanas entre los años 2010 y 2021 (Permanyer et al 2025). Los resultados ajustados por edad comparando el nivel de prevalencia de la multimorbilidad (es decir, el porcentaje de población padeciendo distintas enfermedades crónicas simultáneamente), sugieren que las generaciones más jóvenes tienden a experimentar peores resultados de salud que sus predecesoras a la misma edad.  Por ejemplo, al cumplir los 25 años, un 25% de las mujeres catalanas nacidas entre 1980 y 1989 padecían multimorbilidad “básica” (es decir, padecían al menos dos enfermedades crónicas). Dicho porcentaje aumenta hasta el 37% para las mujeres nacidas una década después (entre 1990 y 1999) cuando alcanzan la misma edad de 25 años. Este patrón no es exclusivo de estos dos grupos, sino que se repite de forma sistemática para todas las cohortes y edades para las que se pueden llevar a cabo dicho tipo de comparaciones.

Este llamativo resultado concuerda con las conclusiones alcanzadas en otro estudio reciente llevado a cabo para distintas regiones de la Unión Europea y los Estados Unidos (Gimeno et al 2024). En dicho trabajo, también se observa como las generaciones más jóvenes tienden a experimentar peores resultados de salud que sus predecesoras a la misma edad empleando una amplia batería de indicadores (como la prevalencia de enfermedades crónicas y de discapacidad, medidas de movilidad u obesidad, etc.), por lo que sus autoras se plantean si se está produciendo una “deriva generacional de la salud”. Los resultados del anterior estudio sugieren que dicha deriva generacional puede estar sucediendo en Cataluña y, con toda probabilidad, en el resto de España.

Estos resultados plantean nuevos interrogantes de gran calado a los que es urgente intentar responder. Por un lado, cabe preguntarse si la mayor prevalencia de multimorbilidad en generaciones más jóvenes se traducirá en peor calidad de vida o mayores niveles de discapacidad en el futuro. Por otro lado, hay que indagar en los factores clave que han conducido a esta situación para entenderla y, en la medida de lo posible, intentar revertir. En este sentido, la emergencia de enfermedades de salud mental ha sido uno de los elementos que más ha contribuido al incremento de la multimorbilidad en Cataluña – especialmente entre las generaciones más jóvenes (no en vano, España es uno de los países con mayor prescripción de benzodiacepinas y otros sedantes del mundo).

Para complicar más las cosas, es muy difícil averiguar si los incrementos observados en la prevalencia de multimorbilidad se deben (1) a un empeoramiento “verdadero” u “objetivo” en la salud subyacente de la población, (2) a una tendencia creciente hacia el sobrediagnóstico entre los profesionales de la salud (O’Sullivan 2025), o (3) a los cambios comportamentales de búsqueda de salud de las personas. A su vez, dichos comportamientos pueden ser influidos por los resultados de programas de salud pública, como las campañas de “screening” de detección precoz de enfermedades. Además, la aparición de nuevas tecnologías como las herramientas de diagnóstico guiadas por inteligencia artificial podrían promover diagnósticos cada vez más tempranos que eventualmente sirvieran para evitar la progresión de algunas enfermedades – provocando así un cambio radical en nuestra capacidad de detección temprana de la enfermedad. En este sentido, es imperativo que la profesión médica y los sistemas de salud en general planteen un debate profundo acerca del significado que dichos hallazgos puedan tener (por ejemplo: ¿Cómo hay que intervenir ante el hallazgo que un individuo actualmente sano tiene una probabilidad por encima de la media de desarrollar cierta enfermedad en un futuro lejano?).

Sea cual fuere el mecanismo explicativo de los sorprendentes resultados mencionados anteriormente, no cabe duda de que estos reflejan un aumento de la demanda real registrada en los sistemas públicos de salud – un fenómeno preocupante para el que sería necesario desarrollar las correspondientes políticas basadas en evidencia científica. Para intentar resolver los grandes interrogantes que dichas tendencias suscitan y afrontar los retos que conlleva el envejecimiento poblacional, será necesaria mucha más investigación acerca de los determinantes fundamentales, que podrían variar en el espacio y en el tiempo. Entre otras cuestiones, será necesario recabar información con un detalle sin precedentes (combinando datos longitudinales no solamente del ámbito médico/sanitario, sino también añadiendo características sociodemográficas individuales y contextuales), además de hacer un esfuerzo de colaboración interdisciplinar que aúne los saberes de las ciencias de la vida, las ciencias sociales y las humanidades.

Referencias

Gimeno, L., Goisis, A., Dowd, J.B. and Ploubidis, G.B. (2024), “Cohort Differences in Physical Health and Disability in the United States and Europe”, The Journals of Gerontology: Series B, Volume 79, Issue 8, gbae113, https://doi.org/10.1093/geronb/gbae113

Gruenberg, E. M. (1977) “The Failures of Success”. The Milbank Memorial Fund Quarterly. Health and Society, 55 (1): 3-24. JSTOR. https://doi.org/10.2307/3349592

O’Sullivan, Suzanne (2025), “La era del diagnóstico. Cómo la obsesión médica por etiquetar nos está enfermando”, Editorial Ariel.

Permanyer, I., Gumà, J., Trias-Llimós, S. & Solé-Auró, A. (2025), “Multimorbidity trends in Catalonia, 2010-2021: a population-based cohort study”, segunda ronda de revisión en el International Journal of Epidemiology.


FUENTE:

https://cenie.eu/es/blogs/hacia-una-deriva-generacional-de-la-salud-en-espana