viernes, 23 de enero de 2009

SIN TÍTULO III



Se sintió dueño de la palabra
mientras acariciaba el último sueño,
escribió los nombres olvidados
enterrados en cunetas de lejanas carreteras
en los troncos de árboles milenarios.
Se sintió dueño de los efímeros adióses
que se dan los amantes desde los andenes
de viejas estaciones de luces apagadas,
de viejas estaciones desde la que los trenes
parten hacia ningún lado.
Se sintió dueño del último beso,
del último aliento presuroso,
de la última sonrisa,
del último suspiro de las amantes.
Se sintió dueño de las calles humedecidas
por las lágrimas de aquellos que aparcaron
el amor entre las tinieblas de lóbregas tabernas
enmohecidas por el tiempo,
de lobregas tabernas de paredes ennegrecidas
por los lamentos
de aquellos que no volvieron.
Se sintió dueño de su persona
y escapó a través de las ventanas del tiempo
hasta el verbo no escrito,
hasta la palabra no hablada,
hasta el verso no leído.
SIN TÍTULO III