domingo, 16 de mayo de 2010

MONSTRUOS

No tengo por costumbre expresar mis pensamientos en el blog, pero, hay veces en las que uno percibe a su alrededor ciertas cosas extrañas que le llaman la atención, especialmente en lo que damos por llamar relaciones humanas.
Noto como poco a poco las relaciones entre las personas se van deteriorando, como día a día la tensión se asienta entre todos nosotros, no se si es por nuestro estilo de vida o por que causa los seres humanos vamos cayendo en una especie de vacío en el que intentamos escapar y evadirnos de todo aquello que nos rodea para finalmente no llegar a ningún lugar. ¿Qué nos esta fallando? Se supone que hoy en día prácticamente tenemos acceso a todo aquello que podría hacernos felices llamense bienes materiales, llamense bienes culturales o quizás espirituales y sin embargo somos más infelices que cuando teníamos menos, al menos antes cuando mirabas a los ojos de la gente podías ver un destello, hoy cada día que pasa notas como lo oscuro, lo ambiguo y lo carente de sentido a llenado vidas enteras.
Y me pregunto ¿Cuántas pieles de todas aquellas que nos cubren hemos de desechar para poder descubrir de nuevo nuestra piel primigenia y de esta forma volver a sentirnos personas? ¿Cuántas vidas hemos de vivir para poder vivir la nuestra propia? La lucha resulta agotadora y estéril desde el momento en el que sientes como cada mañana, tarde o noche es un muro que tienes que saltar para poder seguir viviendo o sobreviviendo.
Hay un texto de Erasmo de Rotterdam en su libro de "Elogio de la Locura" que no si servirá para poder entender un poco lo que quiero expresar, pero bueno a mí particularmente me sirve:

"Para no seguir detalle por detalle, ya veis cuánto placer produce por todas partes a los mortales, sea individualmente o en su conjunto, el Amor Propio, y casi igual que él su hermana: la Adulación. El Amor Propio, en efecto, no es otra cosa que el hecho de que alguien se lisonjee a sí mismo. Si esa misma lisonja va dirigida a otro, se tratará de Adulación. En nuestros días la adulación es tenida como algo infame; pero sucede así entre las gentes que se impresionan más por los nombres de las cosas que por las cosas mismas. Estiman que con la adulación cuadra mal la fidelidad; pero muy otra sería su opinión si se les pudiese ilustrar con ejemplos de animales irracionales. ¿Qué hay, en efecto, más adulador que un perro? No obstante eso, ¿quién más fiel? ¿Y quién más zalamero que la ardilla? ¿Hay, sin embargo, algo más amigo del hombre que ella? No; a no ser que hayamos de considerar a los fieros leones, a los crueles tigres, a los furibundos leopardos como más acordes con el modo de vida de los humanos.
De todos modos, hay cierta clase de adulación del todo perniciosa, mediante la cual algunos maliciosos y burlones llevan a los incautos hasta su perdición. En cambio, mi estilo de adulación proviene de la benignidad de ánimo y de cierta candidez, y está mucho más próximo a la virtud que aquella aspereza que es su oponente, la cual resulta hosca, ruda e insoportable, según dice Horacio. Es ella la Adulación, quien levanta los ánimos más decaídos, alienta a los tristes, estimula a los abatidos, despabila a los lerdos, repone a los enfermizos, ablanda a los iracundos, concilia afectos y luego los mantiene. Ella anima a los niños a emprender el estudio de las letras, alegra a los ancianos, da advertencias y enseñanzas a los príncipes bajo la apariencia de una alabanza, sin que se sientan ofendidos. Ella hace, en suma, que cada uno resulte a sus propios ojos más satisfactorio y apreciable, lo cual supone ya una parte muy sustancial de la felicidad. ¿Qué hay, por otra parte, más complaciente que la acción de dos mulos cuando se rascan uno a otro? Eso sin decir, además, que ella, la adulación, tiene gran importancia en las alabanzas de la elocuencia, mayor importancia aún en las de la medicina y la máxima en las de poesía: ella es, en fin, la miel y el condimento de toda relación humana."