jueves, 28 de diciembre de 2017

LA CIUDAD


La ciudad,
abraza los pies descalzos
de los silenciosos
Con la música descompasada
De obreros desocupados
Que buscan afanosos las arterias
Enladrilladas de las calles,
Las metáforas invaden las hojas
Vacías de letras de viejos papeles
Llenando húmedas habitaciones
En las que el amor fue olvidado hace tiempo,
De momificados cadáveres
Donde jóvenes barbilampiños
Bailan desesperados la canción final
Sentados en el borde de una navaja luminiscente
De doradas cachas y afilada hoja.



La ciudad avanza firme
Al igual que un caballo desbocado
Por entre los bosques eliminados
De la tierra agonizante,
Avanza despacio
Bajo los pasos de los ilusos
Que apremiados por las luces
Rojas, verdes y naranjas
Acuden veloces
Tras las calladas
Paredes
De las casas vacías
Donde solo habita
La quietud silenciosa
Del vacío permanente,
De los ojos que no ven
La luz acuosa de la lluvia,
De los versos no escritos,
De las palabras desvanecidas
En cenagosos charcos
De lodo cuajado entre los finos dedos
Del gran hacedor.



La ciudad,
Agazapada en las sombras,
Inunda los oídos
Vírgenes de los niños
Del canto de ululantes sirenas
Que invaden el aire
De chirriantes sonidos metálicos
Hiriendo la piel
Hasta hacerla sangrar
Mientras las voces y los ecos
Del día finalizado
se desvanecen
Entre la  hojarasca muerta
Del otoño.



La ciudad,
Decrepita enferma crónica
vomita
Desde el fondo de sus entrañas
Ennegrecidas por amarillentas aguas fecales,
Hermosos muertos en vida
Que rodean agrietadas plazas
De papel y cartón
Con dedos de porcelana y cristal,
Vomita con estudiada lentitud,
En sus truculentos callejones
De piedra y cal
Abrazadas peonzas
al sonido final de la noche
Envueltas en multicolores sudarios
De desvanecidas luminarias
Por la luz de la luna.


Amado, diciembre de 2017

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