
La longevidad no es solo vivir más años, también es seguir estando en las historias que nos contamos. En medios, música, cine o redes sociales, la vejez aparece a menudo como un papel secundario, reducida a estereotipos o borrada del relato. Repensar cómo la cultura popular representa la longevidad es clave para que envejecer no signifique desaparecer.
La imagen de la vejez en los medios
Los informativos hablan de la vejez casi siempre en clave de dependencia, soledad o gasto social. La publicidad apenas muestra a personas mayores, salvo para vender fármacos, seguros o planes de pensiones. De este modo, se ofrece una imagen limitada y parcial, que no refleja la diversidad de trayectorias, intereses y aportes de las personas longevas.
El contraste es evidente: mientras se multiplican las noticias sobre longevidad como desafío demográfico, casi nunca aparecen rostros de personas mayores en ámbitos de innovación, cultura o política. Así, la vejez se presenta menos como etapa vital y más como un problema a gestionar. Esta mirada condiciona no solo la percepción social, sino también la autoestima de quienes se sienten ausentes en el espejo mediático.
Música y cine: entre el mito y el olvido
En la música popular, pocas veces se canta a la vejez sin recurrir a la nostalgia. La juventud se celebra como motor de deseo y creatividad; la vejez aparece como recuerdo o pérdida. Sin embargo, músicos septuagenarios y octogenarios siguen llenando estadios, demostrando que la creación artística no se apaga con la edad. Bob Dylan, Caetano Veloso o Joan Manuel Serrat son ejemplos de una generación que continúa dialogando con públicos intergeneracionales.
El cine oscila entre dos extremos: la caricatura del “abuelo cascarrabias” y la historia dramática que presenta la vejez como un epílogo inevitable. Pero también encontramos obras que rompen moldes: películas que retratan a personajes mayores como protagonistas de deseo, aventura o transformación. Desde Amour de Michael Haneke hasta Nomadland de Chloé Zhao, el cine ha mostrado que la vejez puede ser escenario de profundidad emocional, rebeldía y búsqueda de sentido. Estas imágenes son valiosas porque amplían lo imaginable y legitiman nuevas narrativas sobre el paso del tiempo.
Redes sociales: nuevos escenarios, viejos prejuicios
Las redes han abierto un espacio inesperado para que personas mayores construyan comunidades y muestren su voz. Influencers de 70, 80 o 90 años acumulan millones de seguidores en Instagram, TikTok o YouTube, derribando prejuicios sobre lo digital como territorio exclusivo de la juventud. Cuentas de moda, gastronomía o activismo protagonizadas por mayores muestran una longevidad creativa y conectada.
Sin embargo, junto a estas historias positivas persisten los comentarios edadistas: bromas que ridiculizan, estereotipos que infantilizan o prejuicios que cuestionan su derecho a ocupar espacio en entornos juveniles. La cultura digital refleja así la misma ambivalencia que la sociedad: apertura y resistencia al mismo tiempo.
Lo que se dice, lo que se silencia
De la vejez se habla cuando se convierte en noticia por la dependencia o la fragilidad. Se calla, en cambio, sobre el talento, la creatividad o el humor que también acompañan la vida longeva. Lo que no se nombra no existe en el imaginario colectivo. Y lo que no se representa, difícilmente se valora.
Esta omisión tiene consecuencias profundas: la falta de referentes mayores en roles positivos alimenta la idea de que envejecer es desaparecer. Por eso repensar la cultura popular es clave para construir una sociedad longeva inclusiva, en la que todas las generaciones puedan verse reflejadas y reconocidas.
Representar lo que importa
Necesitamos relatos que reflejen la pluralidad de la longevidad: personas activas y personas frágiles, historias de amor y de pérdida, aprendizajes, contradicciones, búsquedas nuevas. La longevidad no debería ser un paréntesis, sino un capítulo con todas las posibilidades de la vida.
Cuando la cultura popular ofrece imágenes diversas, contribuye a reducir prejuicios, ampliar horizontes y preparar a las generaciones jóvenes para sus propios futuros longevos. Representar lo que importa es, en última instancia, un ejercicio de justicia cultural.
Hacia una presencia real
La longevidad nos interpela no solo en hospitales o políticas públicas, también en canciones, series, memes o novelas. Estar presente en la cultura popular significa poder reconocerse en ella: sentir que tu edad no te borra, sino que te incluye. Y ese reconocimiento no es un lujo: es parte del derecho a seguir siendo visibles y valiosos en la vida social.
Una sociedad que integra la longevidad en sus expresiones culturales gana en riqueza simbólica, en cohesión y en capacidad de diálogo entre generaciones. Porque envejecer sin dejar de estar presente no es solo una aspiración individual: es un desafío colectivo para el que necesitamos nuevas miradas, nuevas historias y nuevas voces.
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