
Mercedes vive en Galicia, tiene 65 años, cobra una pensión digna y cuenta con sus ahorros de toda una vida y de una pequeña herencia. Hace un par de años que acabó de pagar la hipoteca de su gran casa ajardinada en una urbanización tranquila y se encuentra bien de salud, a pesar de pequeños achaques que soluciona con buenos hábitos y revisiones frecuentes a sus especialistas. Después de comprobar, a través de sus experiencias vitales, que la vida puede ser cruel y está llena de imprevistos desagradables, ha decidido exprimir al máximo su última etapa, intentando disfrutar de cada pequeño momento con su pareja, sus hijos y sus nietos. Y en esa concepción de la urgencia de vivir al máximo y de la necesidad de construir momentos mágicos, cada año invita a toda su familia a unas vacaciones conjuntas. Intergeneracionalidad en estado puro.
La situación de Mercedes no es aislada ni única. En los casos en que la salud y el bolsillo acompañan mínimamente, cada vez más séniors deciden invertir una parte de sus ahorros en experiencias en común. Y el verano es un gran momento para disfrutar de ellas. “Cada vez más familias escogen estos viajes conjuntos, no solo para descubrir nuevos destinos, sino también para reconectar, celebrar el presente y rendir homenaje a la historia compartida”, dice Teresa Vilardell, directora de una agencia de viajes especialista en experiencias para seniors. “Viajar entre generaciones es una experiencia que transforma”, apunta.
Las personas mayores han dejado de ser personas dependientes y con poco interés por la aventura y el descubrimiento. El cambio demográfico, el envejecimiento activo, las ganas de experimentar y vivir de las personas de más edad, y su cada vez mejor estado de salud durante más años, hace que haya cambiado profundamente también su forma de viajar, según los especialistas. Cada vez tienen menos éxito las rutas en autobús organizadas solamente para séniors y con paquetes de hotel y comidas cerradas, que ofrecen poco margen para la libertad individual. Porque los mayores también quieren tener sus espacios, visitar los enclaves que más les atraen particularmente, explorar en internet todas las opciones de alojamientos, probar diferentes tipos de restaurantes, visitar enclaves porque algún detalle les llama la atención…
Además, las vacaciones compartidas explorando nuevas ciudades, playas, países o pueblos es una oportunidad deliciosa para conectar a la familia. Para los mayores, viajar con hijos y nietos es un momento único de reconexión, tanto familiar como consigo mismos, disfrutando de esa sensación de vida plena que nos llena cuando observamos un nuevo paisaje o lugar en buena compañía, cuando nos sentimos conectados con el mundo a través de la propia vivencia.
Viajar con la familia ofrece dos tipos de beneficios: los de la conexión con la propia red de apoyo y los de compartir la situación con personas de edades diversas. En este sentido, ya sabemos que diversos estudios científicos han confirmado los beneficios de fomentar relaciones intergeneracionales en sociedades longevas. Entre otras muchas, una , publicada en 2024, concluía que este tipo de actividades mejora el bienestar emocional y reduce síntomas depresivos tanto en jóvenes como en personas mayores, especialmente cuando el vínculo se construye mediante experiencias significativas compartidas. En la misma línea, un estudio reciente publicado en el señala que los adultos mayores que participan en programas con adolescentes experimentan mejoras en su salud cognitiva y emocional, mientras que los jóvenes desarrollan autoestima, empatía y una identidad personal más sólida.
En concreto, sobre los viajes, también comienzan a encontrarse referencias interesantes en cuanto a literatura científica. “Los viajes familiares multigeneracionales se han convertido en una tendencia destacada dentro del turismo contemporáneo. Este tipo de viajes, que involucran a abuelos, padres e hijos, reflejan la evolución de las estructuras familiares y la creciente importancia de las experiencias compartidas para fortalecer los vínculos afectivos”, dice el abstracto del estudio publicado en el Journal of Tourism, Hospitality & Culinary Arts (Harnaini, N. H. A., Jamal, S. A., Amir, A. F., & Nordin, M. R. (2025)). El hecho es que, al involucrarse en actividades comunes, los mayores reportan un sentido renovado de propósito y vitalidad; mientras que los jóvenes ganan en adaptabilidad, autoestima y empatía al convivir con otras generaciones fuera del hogar. Además, en entornos de viaje, las interacciones entre edades promueven un diálogo auténtico y especial, derriban prejuicios y propician actitudes de respeto mutuo.
Pedro, de 79 años, ha celebrado el último cumpleaños de su nieto adolescente compartiendo con los seis miembros de su familia más cercana un fin de semana de naturaleza en la Sierra del Montsec, en Lleida. Caminando por senderos, han adaptado el recorrido y las rutas a todos los niveles de movilidad de la familia —también al de Pedro, que usa rodillera para poder subir tramos un poco más complicados evitando dolores—. Esa negociación y empatía entre las diferentes voluntades y capacidades ha generado un bonito diálogo de ayuda y cooperación, de entendimiento. En la noche, observando las estrellas en Parque Astronómico del Montsec, cerca de Àger, Pedro ha compartido con los jóvenes sus conocimientos de astronomía, empoderándose ante quienes tienen más fuerza y músculos para moverse haciendo trekking, pero menos experiencia y sabiduría.
En un mundo que a menudo corre demasiado deprisa y que segrega por edades sin mirar atrás, los viajes, escapadas o simplemente pequeñas vacaciones compartidas entre generaciones se muestran como un momento unión y convivencia enriquecedora. Más allá de los destinos y las fotos, lo que perdura es la sensación de haber habitado el tiempo juntos, con entrega, con la voluntad explícita de cuidarse y escucharse. Para quienes han vivido suficiente como para saber que los veranos no son infinitos, regalar tiempo en familia no es un capricho, sino una forma de legado. En cada viaje intergeneracional, las familias no solo descansan o se divierten, sino que están construyendo memoria y pertenencia.
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