miércoles, 6 de julio de 2016

LAS MÁSCARAS (Función de Uno hacia Ese)



No, nunca se está solo
              Me adivino en los otros
Pues cuanto más me oculto,
               Más me parezco a todos.
Soy una multitud.
               No estoy solo aunque pienso.
Represento a cualquiera
                Y al yo en que a veces creo.
Mis máscaras ocultan
                Que yo no tengo rostro.
Lo unos somos otros
               Y todos juntos, nadie.
Porque los hombres tienen
               Vocación de fantasmas.
No quiero limitarme
                 Juego a las apariencias.
Cuando digo no digo,
                 Alquilo mi vacío.
Simulo realidades
               Pues yo en rigor no existo.
Me descubro en los otros
               Y los otros son uno.
Perdidos entre espejos
               Sin fondo, ¿Quiénes somos?
Bajo nuestros disfraces
               Se oculta lo invisible.
¿Dónde estamos? ¿Qué pasa?
               Transparencia sin rostro.
Si todos somos uno
               Nadie es nadie, amor mío.
No podemos amarnos.
               Somos todos el mismo.
Al querer a los otros
               Sólo adoro mi imagen.
La soledad no existe.
                 ¿Quién estuviera solo?
Soledad impensable
                  Lo absoluto no habla.
¿Qué sentiría un hombre
                  De verdad solitario?
Los números enteros
                   Son meras abstracciones.
¿Qué soy salvo un continuo
                   Sin hondura posible?
Sólo soy un enjambre
                    De posibles variantes.
Nunca me reconozco
                   Ni recuerdo de veras.
Un hombre solitario
                   Sería un dios, no un hombre.


GABRIEL CELAYA (1971)

POESÍA, SOCIEDAD ANÓNIMA



Como yo no soy yo, represento a cualquiera
Y le presto mi voz a quien aún no la tenga;
O repito otras voces que siento como mías
Aunque, hasta sin querer, siempre de otra manera.

Parezco personal, mas digo lo sabido
Por otros hace siglos. O quizás, ayer mismo.
Ojalá me repitan sin recordar quién fui
Como ahora yo repito a un anónimo amigo.

¡Oh futuro perfecto! No hay permanencia
Que la de ser un eco corregido por otros
Que no sabrán mi nombre, ni –espero- mi aventura.
Tampoco yo sé bien quién habla a mi conciencia.

Si algún día un muchacho nos plagia sin saberlo
Y en él, lo ya sabido, vuelve a ser un invento,
Estaremos en él, invisibles, reales,
 Como otros, ahora en mí, son corazón de un ave.

Es eso, y no los versos guardados en los libros,
Lo que, venciendo el tiempo, sin forma durará
 En la obra colectiva y anónima, aún en ciernes,
Transformando y creando conciencia impersonal.


GABRIEL CELAYA (1970)