jueves, 7 de abril de 2022

 

Y después del silencio,

Llega la noche,

desbordada,

llena de imágenes imperfectas,

de sonidos leves

apenas perceptibles,

apenas coloridos,

solo las sombras tenues

de las horas pasadas,

acaparan entre sus pliegues desvencijados

las desparramadas palabras

ahuecadas,

los desmadejados gestos

de las manos gastadas,

de las uñas rotas

que intentan arrancar de la tierra

la vida perdida,

solo el escozor del desaliento

anima el pesar del alma

más allá de cualquier forma o sentido.


Y después del silencio,

llega el resplandor acabado

del atardecer que penetra en las venas

con la lejanía ensordecedora

del silencio experimentado

en las desgastadas calles

de una ciudad salvaje,

donde la muerte acecha,

tranquila,

expectante,

invisible,

apenas como un suave susurro,

la vida de gente anónima

de pies y cuerpos cansados,

invadidos por la fluctuante nada

de los neones envejecidos

en ventanas desdentadas

y puertas enmohecidas

donde el acaparador sueño

de una vida mejor,

asoma tímido

igual que un liviano suspiro

lanzado al aire,

como una esperanza perdida.


Y después del silencio,

la perfidia llena las bocas

que muerden las manos

que un día les dieron de comer,

que un día les arroparon

en su soledad desesperada,

que un día silenciaron los reproches

nacidos en cunas de papel couche,

que un día interpretaron la luz del día

como una posibilidad negadora

de renacer, en algún lugar lejano

donde las abrazadoras manos

del destino perdido,

son regadas por las frías aguas

de alguna fuente primigenia.


Y después del silencio,

deja de existir la nada,

el vacío,

el destemplado frio

de una noche olvidada,

el estrepitoso lamento

de quien se sintió afortunado,

y dejó pasar la bonanza

de un amor apenas sentido

en apartados rincones

de polvorientos jardines

donde la luna alumbra perezosa

las flores encarnadas de la sangre

caída en distantes campos de batalla.


AEGM 2022