cuando están escritas con sangre,
son cuchillos que se clavan
con desmesurada saña en el fondo de los corazones,
en el fondo de las almas.
Son ruidos inacabados
de sollozos
que nacen sin dientes
con los que defenderse de la soledad,
del silencio,
del desamor,
de la boca que golpea
con la furia desatada de mil tormentas.
Las palabras no son palabras,
cuando corren calle abajo
buscando el corazón marchito de vida,
cuando anidan entre los labios embaucadores
de los enfermos del último día.
Son campanas que suenan en el hastío
de la noche inacabada,
con la furia de la fiebre
que llena los ojos de lágrimas,
que acarician los sueños de libertad
con la mortaja del desaliento.
Las palabras no son palabras,
cuando están escritas con la sangre del engaño
que rompe los cuerpos frágiles de los mansos,
y hieren, con el desparpajo de los niños,
las almas, hasta macerarlas
con una blanca sonrisa de dientes inmaculados,
y arrebatan, los universos soñados
en azules días,
con la cruel majestad
de los salvadores de almas.
Sin Título XI