Yo soy un carpintero ciego, sin manos.
He vivido
bajo las aguas, consumiendo frio,
sin construir las cajas fragantes, las moradas
que cedro a cedro elevan la grandeza,
pero mi canto fue buscando hilos del bosque,
secretas fibras, ceras delicadas,
y fue cortando ramas, perfumando
la soledad con labios de madera.
Amé cada materia, cada gota
de púrpura o metal, agua y espiga
y entré en espesas capas resguardadas
por espacio y arena temblorosa,
hasta cantar con boca destruida,
como un muerto, en las uvas de la tierra.
Arcilla, barro, vino me cubrieron,
enloquecí tocando las caderas
de la piel cuya flor fue sostenida
como un incendio bajo mi garganta,
y en la piedra pasearon mis sentidos
invadiendo cerradas cicatrices.
¿Cómo cambié sin ser, desconociendo
mi oficio antes de ser,
la metalurgia
que estaba destinada a mi dureza,
o los aserraderos olfateados
por las cabalgaduras en invierno?
Todo se hizo ternura y manantiales
y no serví sino para nocturno.
Pablo Neruda
martes, 16 de junio de 2009
ENTREVISTAS CULTURAS 24
Emilio Cabrera Catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Córdoba Emilio Cabrera:
“La convivencia entre musulmanes, cristianos y judíos no fue tan maravillosa ni paradisíaca”
Tras las palabras de Barack Obama, este historiador asegura que potenciar la Córdoba intercultural es correcto, pero destaca que la imagen de tolerancia idílica es positiva como elemento propagandístico, aunque no se corresponde con la realidad de Al-Andalus
Guadalupe Carmona
g.carmona@lacalledecordoba.com
Era el discurso más esperado del presidente de EEUU, tras la destructiva política exterior que su antecesor ha llevado a cabo con Oriente. Y Barack Obama mencionó en la Universidad del Cairo, el pasado día 4, dos palabras mágicas: Andalucía y Córdoba. El hecho de poner como ejemplo de tolerancia a la ciudad califal ha desempolvado diferentes opiniones sobre la veracidad de ese pasado glorioso o la mentira que hay en torno a él. Al respecto, el catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Córdoba, Emilio Cabrera, explica que ni una ni otra creencia son ciertas, pero que sí es del todo lícito potenciar la imagen de ciudad intercultural cuando se habla de Córdoba.
- ¿Cómo pueden existir versiones tan diferentes sobre el pasado de Al-Andalus?
- Porque la cuestión de la convivencia en Al-Andalus es compleja. No puede explicarse de una manera simplista, pues tan erróneo es decir que hubo una magnífica convivencia entre musulmanes, cristianos y judíos en Córdoba, o en Toledo, que es otra ciudad citada como ejemplo de ella, como negarla de manera rotunda, diciendo que quienes practicaban estas tres religiones estuvieron permanentemente ‘a la greña’. Ni una cosa ni otra es correcta del todo. En principio, los musulmanes, al aceptar y propagar la idea de que la revelación que aporta su profeta, Mahoma, es la más perfecta y definitiva, inconscientemente están admitiendo como válida la doctrina anterior a Mahoma, en la cual el profeta se basa para asentar los principios de la religión islámica. De hecho, todos sabemos que los musulmanes respetan la figura de Jesucristo y de la Virgen María, y hay muchos elementos de la religión islámica que tiene su base en las otras dos religiones abrahámicas, esto es, en la religión mosaica y en la cristiana. Ahora bien, dificultades y conflictos los ha habido siempre entre individuos pertenecientes a diversas religiones y culturas, y si están presentes hoy en muchos lugares del mundo, difícilmente pueden sustraerse de ese problema los hombres que vivieron en la Edad Media.
- Entonces, según usted, ¿existió la convivencia de las Tres Culturas?
- Basta una breve incursión en los textos de la época para darse cuenta de la tensión existente entre las dos comunidades. Los musulmanes, con mucha frecuencia, definen a los cristianos como ‘los cerdos cristianos’. Para los cristianos los musulmanes son siempre los ‘enemigos de nuestra santa fe católica’. Eso ya define un poco la situación. En todas las épocas de la historia de Al-Andalus, los cristianos y los judíos fueron ciudadanos de segunda fila, y ese es un hecho incontrovertible. No estuvieron ‘a la greña’ permanentemente unos contra otros, pero la discriminación existía.
-¿Y fue siempre así?
- Pues no, ha habido épocas de mayor tolerancia y otras más intransigentes, y todo ello tiene mucho que ver, en gran medida, con la proporción que existió entre la población cristiana y la población musulmana. Por ejemplo, en los primeros tiempos de la presencia islámica en la península, Al-Andalus es un país gobernado por musulmanes pero de población mayoritariamente cristiana. Sólo a partir del siglo X, el siglo del califato, empieza a ser mayoritario el número de habitantes musulmanes. Pero, todavía, nos consta la existencia de obispos, en Córdoba, a finales del siglo X. De todas formas, aunque no dejó de haber problemas en ese siglo y en los inmediatamente anteriores, la peor época fue la que siguió a la ruina del califato y a la época de las taifas, por dos razones: primero porque los cristianos empiezan a estar claramente en minoría, y en segundo lugar, porque los invasores africanos de los siglos XI y XII, es decir, los almorávides y los almohades, fueron especialmente rígidos desde el punto de vista religioso y auténticamente implacables en su lucha contra los cristianos y los judíos. Maimónides, que era judío, fue una víctima de esa intransigencia y se vio obligado a huir de Córdoba. Es más, a partir de la segunda mitad del siglo XII, no hay indicios claros de la existencia de comunidades cristianas en Al-Andalus.
- ¿Qué queda de esa convivencia hoy en Córdoba?
- Pues no, ha habido épocas de mayor tolerancia y otras más intransigentes, y todo ello tiene mucho que ver, en gran medida, con la proporción que existió entre la población cristiana y la población musulmana. Por ejemplo, en los primeros tiempos de la presencia islámica en la península, Al-Andalus es un país gobernado por musulmanes pero de población mayoritariamente cristiana. Sólo a partir del siglo X, el siglo del califato, empieza a ser mayoritario el número de habitantes musulmanes. Pero, todavía, nos consta la existencia de obispos, en Córdoba, a finales del siglo X. De todas formas, aunque no dejó de haber problemas en ese siglo y en los inmediatamente anteriores, la peor época fue la que siguió a la ruina del califato y a la época de las taifas, por dos razones: primero porque los cristianos empiezan a estar claramente en minoría, y en segundo lugar, porque los invasores africanos de los siglos XI y XII, es decir, los almorávides y los almohades, fueron especialmente rígidos desde el punto de vista religioso y auténticamente implacables en su lucha contra los cristianos y los judíos. Maimónides, que era judío, fue una víctima de esa intransigencia y se vio obligado a huir de Córdoba. Es más, a partir de la segunda mitad del siglo XII, no hay indicios claros de la existencia de comunidades cristianas en Al-Andalus.
- ¿Qué queda de esa convivencia hoy en Córdoba?
- Hubo una convivencia, difícil, pero la hubo porque todo no fue negativo. De hecho, nosotros, que pertenecemos al mundo cristiano y a la civilización occidental europea y vivimos en una ciudad como Córdoba, nos sentimos profundamente orgullosos de la cultura que se desarrolló en Al-Andalus, en general, y en nuestra ciudad, en particular. Es importante observar que muchos testimonios de esa brillante cultura andalusí proceden no sólo del componente islámico, sino también del judío y del sustrato cristiano. Podríamos decir que la convivencia en Al-Andalus no fue fácil, y la historia de relaciones entre cristianos, musulmanes y judíos estuvo llena de episodios especialmente difíciles, incluso cruentos a veces, pero también hubo elementos muy positivos. Y no debemos olvidarnos que nos estamos refiriendo a unos tiempos en los que no se presumía tanto, como lo hacemos hoy día, de defender los derechos humanos; que estamos hablando de la Edad Media, una época considerada justamente como muy especialmente violenta.
- Entonces, ¿se debe potenciar la imagen de Córdoba como ejemplo de interculturalidad?
- De interculturalidad, por supuesto, de convivencia maravillosa y paradisíaca, de ninguna manera, porque no lo fue.
- Esa imagen de ciudad intercultural, presente en el discurso de algunos, ¿puede beneficiar a la candidatura de Córdoba como Capital Europea de la Cultura?
- Creo que sí, pero, insisto, presentar a Córdoba como hogar de una maravillosa convivencia de civilizaciones puede ser interesante desde el punto de vista propagandístico, pero desde luego se está sustentando en una idea que no se corresponde con la realidad histórica. O, al menos, que no se corresponde de manera rigurosa, porque, el tema de la convivencia es un tema muy discutible.
- Por otra parte, algunos incluso dicen que las declaraciones del presidente de los EEUU podrían despertar las aspiraciones que algunos grupos islamistas radicales han expresado sobre Al-Andalus, ¿no exageran?
- Realmente nunca han dejado de existir esas aspiraciones. No creo que, en principio, tuviera que incrementarlas las declaraciones del presidente de EEUU, pero siempre han existido y nos gustaría que fueran tan sólo una aspiración romántica nacida de la nostalgia.
- ¿Y es positivo usar la Historia para crear una política exterior?
- Para crear una política exterior y una política interior. Y no porque la historia se repita, como se dice tantas veces, sino porque, como decía Menéndez Pidal, los seres humanos somos siempre los mismos y tenemos tendencia a tropezar en la misma piedra, por tanto el conocimiento del pasado nos puede servir muy bien para, al menos, ser prudentes a la hora de diseñar el futuro.
- ¿Cuál es la mejor herencia de Al-Andalus?
- Una literatura de gran valor, con obras de muy diverso carácter: poesía, filosofía, historia, tratados técnicos. Un arte exquisito. Y no olvidemos la enorme cantidad de términos de origen árabe existente en nuestra lengua, que la enriquece y la diferencia de otras lenguas románicas. En definitiva, siempre se ha admitido que aquellas civilizaciones en las que se produjo la mezcla de elementos orientales y occidentales han sido especialmente brillantes. Es una civilización de la que nos sentimos profundamente orgullosos, incluso pensando que nosotros no seamos propiamente los descendientes de esos ‘españoles’ de religión islámica, cristiana y judía, pues aunque tengamos algunas gotas en nuestra sangre de ellos, mayoritariamente somos descendientes de quienes conquistaron el territorio en el siglo XIII.
Cohabitaban, pero con discriminación
Cohabitaban, pero con discriminación
La discriminación de razas y culturas está presente hoy en las calles de todo e mundo. Del mismo modo, y con la mentalidad del medievo, este problema se daba en Al-Andalus. Tal y como explica el profesor Cabrera, los cristianos y los judíos eran los únicos que pagaban tributos, tenían prohibidas las manifestaciones externas de culto, no se les permitía construir iglesias nuevas sino sólo mantener las que ya tenían, debían ceder el paso a un musulmán si se lo cruzaban por la calle, no podían llevar armas ni usar caballos, sino mulos o asnos, y cuando iban por la ciudad debían apearse de ellos en señal de sumisión al pasar delante de una mezquita. Por tanto, “la convivencia pacífica fue posible, pero con una discriminación evidente de esos dos grupos humanos”.
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