jueves, 19 de febrero de 2009

DYLAN THOMAS (¿QUIÉN ERES TÚ?)

Quien
eres tú
tú que naces
en el cuarto vecino
tan patente en mi cuarto
que alcanzo a oír el vientre
cuando se abre y la sombra que avanza
sobre el fantasma y el hijo que desciende
tras la pared delgada como un hueso de jilguero
en el cuarto sangrante del nacimiento oculto
para el incendio y el girar del tiempo
la huella del corazón humano
no venera el bautismo
sino la sola sombra
cuando bendice
a la salvaje
criatura
Yo
tengo que yacer
quieto como una piedra
junto al tabique de hueso
de jilguero escuchando el
lamento de la madre oculta
y la oscurecida faz del dolor
que arroja el mañana como una espina
hasta que las matronas del milagro canten
y el turbulento recién nacido
me encienda su nombre y su llama
y rasgue el alado tabique
con su tórrida corona
y la oscuridad arroje
de su costado y
la transforme
en luz
Cuando
el hueso del jilguero
se rompa y desprenda
y la primera aurora
furiosa de esta corriente
aletee sobre el venido reino
del deslumbrador del cielo
y de la salpicada maternal doncella
que lo dio a luz con una llamarada en la
boca y lo arrulló como una tormenta
correré perdido en el súbito
terror y brillo del una
vez encapuchado cuartol
lorando en vano
en el puchero
de su beso
en el giro
del sol en
el espumoso
ciclón de sus alas
pues me perdí yo que lloro
en el trono empapado del hombre
en la primera furia de su corriente
y en los relámpagos de adoración hasta
el negro silencio triste y derretido
pues me perdí yo que he llegado
al puerto enmudecido y el
encontrado y el supremo
momento de su herida
ciega mi
llanto.
Allí
agachado desnudo
en la reliquia de su pecho encendido
despertaré al loco trompetazo
del fondo del mar desenjaulado
de la nube que asciende de la tumba exhalante
y del polvo vasallo izando velas
con una llama suya en cada átomo.
¡O espiral de ascensión
de la embuitrada urna
de la mañana del
hombre cuando
la tierra
y
el mar recién
nacidos elogiaron
al sol y el encontrado y
vertical Adán cantó la creación!
¡El vuelo hacia la herida de los antiguos
jóvenes desde los desfiladeros del olvido!
¡La celeste zancada de los que caen siempre
en la batalla! ¡El acontecimiento
de los santos ante su visión!
¡La casa rodante del mundo!
Y todo el dolor
fluye abierto
y yo me
muero.

DYLAN THOMAS (NO ENTRES DÓCILMENTE EN ESA BUENA NOCHE)


No entres dócilmente en esa buena noche,
Que al final del día debería la vejez arder y delirar;
Enfurécete, enfurécete ante la muerte de la luz.
Aunque los sabios entienden al final que la oscuridad es lo correcto,
Como a su verbo ningún rayo ha confiado vigor,
No entran dócilmente en esa buena noche.

Llorando los hombres buenos, al llegar la última ola
Por el brillo con que sus frágiles obras pudieron haber
danzado en una verde bahía,
Se enfurecen, se enfurecen ante la muerte de la luz.

Y los locos, que al sol cogieron al vuelo en sus cantares,
Y advierten, demasiado tarde, la ofensa que le hacían,
No entran dócilmente en esa buena noche.
Y los hombres graves, que cerca de la muerte con la vista
que se apaga
Ven que esos ojos ciegos pudieron brillar como meteoros y ser alegres,
Se enfurecen, se enfurecen ante la muerte de la luz.

Y tú, padre mio, allá en tu cima triste,
Maldíceme o bendíceme con tus fieras lágrimas, lo ruego.
No entres dócilmente en esa buena noche.
Enfurécete, enfurécete ante la muerte de la luz.

DYLAN THOMAS (Y LA MUERTE NO TENDRÁ SEÑORÍO)


Y la muerte no tendrá señorío.
Desnudos los muertos se habrán confundido
con el hombre del viento y la luna poniente;
cuando sus huesos estén roídos y sean polvo los limpios,
tendrán estrellas a sus codos y a sus pies;
aunque se vuelvan locos serán cuerdos,
aunque se hundan en el mar saldrán de nuevo,
aunque los amantes se pierdan quedará el amor;
y la muerte no tendrá señorío.

Y la muerte no tendrá señorío.
Bajo las ondulaciones del mar
los que yacen tendidos no moriran aterrados;
retorciéndose en el potro cuando los nervios ceden,
amarrados a una rueda, aún no se romperán;
la fe en sus manos se partirá en dos,
y los penetrarán los daños unicornes;
rotos todos los cabos ya no crujirán más;
y la muerte no tendrá señorío.

Y la muerte no tendrá señorío.
Aunque las gaviotas no griten más en su oído
ni las olas estallen ruidosas en las costas;
aunque no broten flores donde antes brotaron
ni levanten ya más la cabeza al golpe de la lluvia;
aunque estén locos y muertos como clavos,
las cabezas de los cadaveres martillearan margaritas;
estallarán al sol hasta que el sol estalle,
y la muerte no tendrá señorío.

EN BLANCO Y NEGRO

PABLO NERUDA - "LA NOCHE EN LA ISLA"

Toda la noche he dormido contigo
junto al mar, en la isla.
Salvaje y dulce eras entre el placer y el sueño,
entre el fuego y el agua.
Tal vez muy tarde
nuestros sueños se unieron
en lo alto o en el fondo,
arriba como ramas que un mismo viento mueve,
abajo como rojas raíces que se tocan.

Tal vez tu sueño
se separó del mío
y por el mar oscuro
me buscaba
como antes
cuando aún no existías,
cuando sin divisarte
navegué por tu lado,
y tus ojos buscaban
lo que ahora
-pan, vino, amor y cólera-
te doy a manos llenas
porque tú eres la copa
que esperaba los dones de mi vida.

He dormido contigo
toda la noche mientras
la oscura tierra gira
con vivos y con muertos,
y al despertar de pronto
en medio de la sombra
mi brazo rodeaba tu cintura.
Ni la noche, ni el sueño
pudieron separarnos.
He dormido contigo
y al despertar tu boca
salida de tu sueño
me dio el sabor de tierra,
de agua marina, de algas,
del fondo de tu vida,
y recibí tu beso
mojado por la aurora
como si me llegara
del mar que nos rodea.

RETOQUES