Ahondaré con mis manos Hasta el fondo de tus huesos de cristal, Mientras rompo tu carne De mil años de vida En busca de un rastro de luz. Escribiré tu nombre Con letras de molde en los muros De las calles perdidas, De las plazas olvidadas Y anidaré en tu cerebro Con los restos rotos de alguna caída Al vacío permanente de la muerte Con la que escribo cada uno de mis días Y pensaré despacio, Apenas sin prisa En la historia olvidada De algún candado oxidado En la puerta de una casa Herrumbrosa, A punto de caer entre los desperdicios De las palabras que a cada momento Guardo en mis bolsillos rotos Por el paso del tiempo. Y dejaré de ser un rumor, De ser un pérfido aliento, De ser un vil canalla, Al tiempo que suspiras levemente Entre los brazos marmóreos De algún sindicalista venido a menos, De alguna vieja gloria fascista Empeñada en retomar la historia olvidada, Empeñada en llenar de nuevo las avenidas de sangre.
Ahondaré con un sutil suspiro de mis labios El final de tu camino, Y callaré mientras duermo, La última palabra Que tengo envuelta para ti en blancos lienzos de algodón Traídos desde algún rincón Del abandonado mundo interior de tus días Y te escribiré un hermoso epitafio Cuando mueras, Cuando caigas, Cuando tu espalda se rompa Bajo el peso inexorable de los años Que han de venir Acompañado por el llanto inconsolable De un recién nacido.