jueves, 8 de marzo de 2012

ABEN GUZMAN

Nació a finales del siglo XI en el seno de una noble familia cordobesa. Nada sabemos sobre su infancia y juventud, por cuyo motivo nos preguntamos: ¿Quién era Aben Guzmán?. Él mismo dice "que era alto de talla, rubio y de ojos azules, libertino y mal casado; que fue encarcelado y maltratado por su poca escrupulosidad religiosa; que no sabía nadar ni había visto el mar".
Como tantos españoles de su tiempo, debió corretear de una en otra ciudad interviniendo en lances festivos y bufonescos, para ganarse la vida. De pronto entre las blancas callejas de Córdoba, suena una voz alegre, desenfadada y llena de ironía, es la voz de Aben Guzmán; es el lenguaje cordobés de los años 1100 a 1160 de J.C. que él describe en su famosos zéjeles llenos de gracia y espontaneidad.
En su cancionero dice obstentar el título de nobilísimo visir, dignidad que no se sabe si fue cierta, o que se la confirió el mismo. La cultura que adquirió por los libros fue considerable, conocía la Jurisprudencia, la Filosofía, la Poesía y la Retórica. Pudo haber sido un poeta o un literato más de su tiempo, pero prefirió (he aquí su mérito) no expresarse en versos clásicos, sino en versos cortos y en lenguaje vulgar, fáciles de entender y gratos al oído, por ello fue conocido por el Rey de los Zejeleros Andaluces.
Insertamos a continuación varios fragmentos de su célebre cancionero:

El mundo se adorna para que lo pises.
Al par que tú saltas de la cama,
se ilumina la alcoba y la comarca
(Zéjel CXV)

Pero esta paciencia ¿es alargado o redonda?
¿Cual es su color, amigo? ¿Tal vez verde,
amarillo, o del color del sándalo de Almería?
(Zéjel CXV)

Las mujeres como sabes, se ganan huyendo de ellas.
No veo que ninguna, mientras las haya en el mundo
valga nada.
A mis ojos, todas son iguales; la joven y la vieja.
la lejana y la próxima, la gorda y la delgada.
El siguiente zéjel, tien ecos desgarradores de copla andaluza:
Me cortó una camisa de desdenes
y la cosió con el rompimiento de los pactos.

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El dedal de los pesares;
las agujas, flechas de sus pestañas;
las tijeras eran la muerte;
el hilo, el Destino y la Fatalidad.

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Era de ascuas, y mi cuerpo, cera;
la cera se derrite con las ascuas.
(Zéjel LV)
Hirió con sus ojos mi corazón sensible
y la gente vió la huella que allí dejó.
Dicen unos: era un puñal, y otros: una navaja;
éstos: era un cuchillo, y aquéllos: una flecha.
(Zéjel XXIX)


EL ZÉJEL DE LOS DIMINUTOS

Ahora te amo a ti, estrellita.
¿Quién te ama y se muere por tí?
Si me matan, sólo por tí será.
Si mi corazón pudiera dejarte,
no compondría esta cancioncilla.
Madre mía, me veo despreciado.
Tu hijo está triste y con pena.
Lo ves que durante todo el día
no prueba más que un bocadito.
Yo les digo: ¡Dios es grande!
No puedo sufrir más ésto.
Si me voy a la Mezquita Verde
ella se va al Pozo del Alamillo.
¿Oh tú, ornato de las reuniones,
hermosa, sí, e inteligente!
¡Qué piedrecillas, en vez de mizcales,
te tiraría , leprosilla!
Todos tus enamorados están ardiendo.
El hechizo de Babilonia se cifra en ti.
De ti se oye todo lo precioso,
en cuanto dices una palabrita.
Como manzanas son tu pechitos,
como harina blanca son tus mejillitas,
como puro cristal son tus dientecillos,
como azúcar es tu boquita.
Si prohibieras ayunar a los hombres
y dijeras: ¡sed infieles, oh gentes!,
no quedaría hoy en la Aljama
más que cerrada por una soguilla.
Eres más dulce que el alfeñique.
Yo soy tu esclavo, tú eres mi señor.
Mi señor, sí, y a quien diga que no,
le daré un cachetillo en el pescuezo.
¿Hasta cuándo me tendrás ese desvío?
¿Hasta cuándo tendrás de mí esas sospechas?
¡Que Dios haga de tí y de mí
en una casa vacía, un hacecillo de flores!
(Zéjel X)

La música estaba considerada por la religión islámica como un pasatiempo no permitido, por estar asociada al libertinaje y al vino; este concepto lo trajeron los musulmanes cuando desembarcaron en nuestra Península, tal es así, que sus leyes no reconocían los testimonios dados por cantores y bailarinas; prohibiendo asimismo la venta de libros de canto, y la destrucción de los instrumentos, pero a pesar de ello, en la Corte Cordobesa no se llevó con rigor esta concepción, acogiendo con entusiasmo a gran número de músicos.
Abderramán I mandó traer de Oriente a la esclava cantora Azyfá; Al-Hakem I alojó en su palacio a los cantores Alum y Zarqum, pero fue Abderramán II el que favoreció la creación en Córdoba de una escuela de Música, donde se impartían las mismas enseñanzas que en las de la Meca y Medina; esta Escuela fue la primera en su género que es estableció en Europa.
En este tiempo llegó a la Corte procedente de Bagdad, de donde había sido expulsado, el músco-cantor Ziryad apodado el "Pájaro Negro", venía precedido de gran prestigio por haber sido discipulo predilecto, de uno de los más célebres maestros orientales.
Era este personaje presuntuoso, de refinados modales y de amena conversación, que se erigió en árbitro de la elegancia, fomentando el gusto y la moda de su país; enseño a los elegantes cordobeses a peinarse con flequillo, comer espárragos, vestirse de colores según la estación del año, utilizar en la mesa manteles de cuero, usar vajillas de cristal, y emplear después del baño un desodorante químico, que no manchaba la ropa.
A poco de su llegada, se convirtió en el maesto por excelencia de la música hispano-musulmana, poseía una asombrosa habilidad para interpretar las obras de su vastisimo repertorio; efectuó varias e importantes innovaciones, entre ellas añadirle al antiguo laud la quinta cuerda, y componer por primera vez una serie de cantos llamados Moachach; gracias a él se conoció en España la música de Bagdad.
Refiriéndose a Ziryad dice Aben al-Qutiya: "A la corte de Abderramán ben al-hakam (Dios lo haya perdonado), vino Ziryad, el cual había disfrutado de gran privanza con el emir Muhammad ben Harun al-Amin; pero como Al-Mamun, que fue sucesor de Al-Amin, le había reprochado algunas cosas, en cuanto fue muerto huyó a España. Una vez aquí Abderramán, hijo de Al-Hakam, colmolé de toda clase de consideraciones y honras, y a la verdad, las merecía por su cultura, instrucción y superior pericia en el arte que cultivaban.
Entre las anécdotas que de él se cuentan, está la siguiente: "Cierto día cantó una canción a Abderramán, y agradolé tanto a éste que mandó se expidiera una orden para que los tesoreros le entregaran 30.000 dinares; el secretario de cartas le trajo la orden. Eran entonces los tesoreros los que antes hemos mencionado, al referir que se echaron suertes para el nombramiento de canciller, excepto Sufian, hijo de Abd al-Rabini, a quien la suerte le había favorecido con la cancillería. Al serles presentada la orden, miráronse unos a otros los tesoreros, y Musa, hijo de Chudayr, que era el jefe, dijo: "¡Hablad vosotros!" Sus compañeros contestaron: "¡Ah, no!; nosotros no diremos más que lo que tú digas". Él entonces habló de esta manera: "Nosotros aunque se nos llame tesoreros del Emir, cuya vida guarde Dios, somo tesoreros de los musulmanes y percibimos los tributos,no, ¡pardiez!, para dilapidarlos, sino para gastarlos en aquello que sea de utilidad; por tanto, no hay nadie entre nosotros que guste ver en su hoja, el día del juicio, el haber tomado 30.000 dinares de los musulmanes y haberlos entregado a un cantante por una copla. El Emir lo tendrá que pagar de su propio peculio". El portador de la orden se fue y dijo al esclavo que había expedido la orden: "Los tesoreros no quieren obedecer". En seguida entró donde estaba el Emir a decirle lo que ocurria, Ziryad, entonces dijo: "Esto es desobediencia"; pero Abderramán exclamó: "Pues a mí me parece muy bien, les nombraré ministros por eso mismo, porque tienen muchísima razón para decirlo". Inmediatamente hizo pagar a Ziryad de su bolsillo particular.
El Califa Abderramán III gran aficionado a la música, compró a un alto precio, en Medina ciudad de la lejana Arabía, tres famosas esclavas cantoras, Fádal, Alad y Kálam, a las que alojó en uno de sus palacios de Medina Azahara.
Un poeta ciego de Cabra, llamado Muqaddam aben Mustafá fue el inventor de unas poesías líricas llamadas Zéjeles y Moaxajas, cuyo estribillo era cantado por un coro, en poco tiempo se convirtió en el canto popular y festivo por excelencia; pero, los más perfectos zéjeles, fuero escritos por Aben Guzmán, él dice: "Lo limpié de los nudos que lo afeaban... Lo hice fácil, pero fácil difícil, vulgar y raro al mismo tiempo, arduo de conseguir y obvio, obscuro y claro". Les dió gracia y espontaneidad, asegurando que sus zéjeles no tardarían más de tres meses, en ser admirados en Bagdad, y efectivamente así sucedió.
Otro músico curioso fue Avempacé, que se iba detrás de cualquier gañan, cuando éste llevaba las bestias al abrevadero, solamente para escuchar las coplas que cantaba, las que le servían de funete de inspiración para sus composiciones.
También se distinguieron en estas formas musicales, el granadino Abulhosain Alí ben Alhamara, el judío cordobés Isaac ben Simeón y el médico Yahaya aben Abdalá.
En la música árabe de interpretación vocal y de transmisión oral, se reconoce la gran influencia que ha ejercido, sobre algunos famosos compositores europeos: Korsakov, Mozart, Messiaen, etc..., y en los españoles Falla, Albéniz y Granados, hoy solamente se conservan estas formas de música andalusí en el Norte de África, heredadas de los musulmanes andaluces que emigraron cuando la Reconquista, fundamentalmente en Marruecos, Túnez y Egipto.
Por su curiosidad, insertamos a continuación una pintoresca historia narrada por Al-Arqami, que nos ha conservado el historiador Al-Maqqiri, trata del entusiasmo que producía entre los andaluces la esclava cantora Achfa, dice así: "Al-Arqami y su amigo Abu-l-Saib fueron a casa del dueño de la esclava y entraron un una habitación con sólo "dos divanes que habían perdido la tela, quedando en pura urdimbre, rellenos de crín vegetal, y dos taburetes cojos".Salió, al fin, la famosa cantora, a la que no habían visto nunca. "Era rojiza y llevaba encima una tela de harat, de color amarillo, desteñido a fuerza de lavados. Sus piernas, de sucias que estaban eran negras como la noche. Pero cuando templó el laúd y rompió a cantar: "Se acabó el disimulo. Dondequiera que te escondas, saldrá la luz y se sabrá tu secreto..."
Estancia y ejecutante se transformaron. Los dos visitantes se revolcaron en los divanes, cayendo al suelo. "Yo - dice Al-Arqami- tiré mi taylasan, y cogiendo una colcha, me la puse en la cabeza, gritando como se pregonan las judías en la ciudad. Abu-l-Saib se levantó, cogió una cesta que había en la habitación, llena de botellas de aceite y se la puso en la cabeza. El dueño de la esclava, que hablaba con media lengua, gritaba:-¡Mis botenas!, queriendo decir: ¡Mis botellas! Las botellas se tambalearon y se rompieron, y el aceite corrió por el rostro y el pecho de Abu-l-Saib..." La esclava fue después adquirida por Abderramán I.

MANUEL PÉREZ DE LA LASTRA Y VILLASEÑOR