jueves, 20 de junio de 2024

Ricardo de Montis y Romero Notas cordobesas. Recuerdos del pasado. Vol 1(1911)

 

EL TENORIO

En Córdoba, como en toda España, el 2 de Noviembre es indispensable la representación del popular drama de Zorrilla.

Y en nuestros teatros han interpretado al travieso Don Juan todos los actores que más se han distinguido en ese papel, excepto el inolvidable Rafael Calvo.

Vico, Tamayo, don Pedro Delgado, Perrín, Thuiller, Fuentes, Felipe Vaz y otros muchos nos han deleitado con losversos maravillosos del insigne cantor de Granada, declamándolos según la escuela de cada uno.

Del primero conservarán los buenos aficionados al arte teatral un recuerdo indeleble. Fué una temporada muy mala para el ilustre artista; el Gran Teatro estaba casi todas las noches desierto y Vico rezaba sus papeles con aquel sonsonete que le hacia insoportable cuando no tenía ganas de trabajar.

El critico de un periódico local emprendió una campaña contra él y, en el colmo del apasionamiento, llegó á decir, refiriéndose á la representación de El zapatero y el Rey, que la obra estaba mal ensayada y que Vico no supo vestirla.

Esta enormidad sublevó al insigne actor, que al día siguiente del en que leyera la crítica volvió á poner en escena el drama citado, representándolo sin apuntador. Y á aquella obra de Zorrilla, que fué interpretada de modo magistral, sucedió Don Juan Tenorio.

El público acudió, más que para recrearse con el drama, impulsado por la curiosidad de ver cómo lo hacía el anciano Vico.

Don Antonio rezó su papel en el primer acto, provocando algunas sonrisas al decir: yo gallardo y calavera; pasó sin pena ni gloria en el segundo y en el tercero, pero llegó el cuarto y en él tuvo una de esas transformaciones súbitas que le eran frecuentes; el cómico adocenado convirtióse en un coloso, su figura se ajigantó y en el parlamento con el Comendador, en el desafío con Don Luís y, sobre todo, en la situación final, realizó tales prodigios de arte, cosas tan extraordinarias tan inesperadas, tan admirables, que al caer el telón, el público en masa, como una sola persona, levantóse de sus asientos y prorrumpió en la ovación mayor que ha obtenido artista alguno en nuestros teatros.


Las señoras, también en pie, agitaban sus pañuelos saludando á Vico que, presa de gran emoción, tuvo que presentarse en el proscenio infinidad de veces. Este ha sido el Tenorio más notable de todos los representados en Córdoba.

De los demás, actores que mencionamos al principio de estas notas sólo Perrín y Felipe Vaz supieron personificar al Burlador de Sevilla apartándose de realismos que no encajan bien en ese personaje é imprimiédoles el carácter romántico con que nos lo presenta el autor.

Hay otro Tenorio memorable en nuestra población y no ciertamente por su protagonista, sino por Doña Inés: ¡como que hizo este papel, no una actriz, sino una gimnasta, norteamericana por añadidura!

Trabajaba en el Gran Teatro la hermosa artista Geraldine Leopold, que además de sus ejercicios en el trapecio, de sus danzas fantásticas y de sus tiros al blanco, ponía en escena algunos juguetes con un modesto cuadro Cómico que la acompañaba.

Como se aproximase la fiesta de Todos los Santos, el autor de estas líneas le indicó la idea de que representara la popular obra de Zorrilla, interpretando ella á Doña Inés de Ulloa. Al principio le asustó la proposición, pero después encariñóse con el pensamiento y concluyó por aceptarlo.

Estuvo ensayando cuidadosamente su papel y logró personificar á la hija del Comendador mejor que no pocas actrices.

A pesar de ser extranjera, su dicción resultaba correcta; únicamente una palabra le fué imposible pronunciar, filtro, y esa se le sustituyó en el verso por otra análoga.

Para caracterizar con toda propiedad al personaje envió á las monjas Calatravas de Madrid una muñeca,encargándoles que se la vistieran con un traje igual al que ellas usan, y la muñeca sirvió de modelo para que le confeccionaran el hábito.

No hay que decir que la Geraldine resultó una Doña Inés, encantadora, ideal, como sin duda la soñó Zorrilla.

Aprovechándose de sus aptitudes de gimnasta ideó una combinación escénica de gran efecto: la estatua que aparece y desaparece en la tumba no fue, como de costumbre, un lienzo pintado, sino ella misma.

Barrilaro, aquel cómico tan modesto como trabajador, que accidentalmente se hallaba en Córdoba, brindóse á servirle de traspunte, y como al verle en el escenario le dijésemos: pero hombre, ¿usted se dedica ahora á esto? nos contestó con orgullo: tal actriz merece que la apunte un actor.

El retrato de la Geraldine, vestida de monja, apareció en casi todos periódicos ilustrados, que trataron del acontecimiento artístico, y la hermosísima Doña Inés, como recuerdo de lo que ella calificaba de atrevimiento inaudito, nos envió una fotografía con la siguiente dedicatoria: "Sr. D. Ricardo de Montis y Romero: A usted que tanto ha ensalzado la interpretación que he hecho del papel de Doña Inés, con gran perjuicio del arte, le dedico este recuerdo, que le servirá de remordimiento de su conciencia. Su amiga, Geraldine Leopold. - Córdoba-7-11-97".

En nuestra capital, como en todas partes, la representación de Don Juan Tenorio ha originado multitud deincidentes graciosísimos.

Salgado, un pobre cómico de los de última categoría, declamó los versos de un modo tal que ni su autor los hubiera conocido, y como alguien le advirtiese las innovaciones de que los hacía objeto, se arrancó con una disertación literaria deliciosa. Los escritores, decía, se preocupan poco de la puntatura, por que eso lo dejan á la discreción y al talento del actor, y este es el que cuida, como lo hago yo, de darles la puntatura alta ó la puntatura baja, según lo requiere el caso. No es necesario añadir que cuantos oyeron tal discurso quedaron completamente en ayunas de lo que había querido decir el revolucionario Don Juan.

Otro Tenorio exclamó á grito pelado en el Gran Teatro:

Si volvieran á salir

de las tumbas en que están

á las manos de Don Juan

volverían á Madrid.

Muchos aficionados han representado también en Córdoba el drama de Zorrilla, distinguiéndose don Manuel Lorenzo, que lo interpretaba con gran discreción.

Hace ya bastantes años, varios jovenes, de los cuales sólo uno ó dos habían pisado el proscenio, pusiéronlo en escena para destinar los productos de la entrada á la sociedad obrera La Caridad sin límites.

Y aquel fué un Tenorio memorable. Hubo actor que no conformándose con decir su parlamento dijo el de los demás, y Don Juan, en el último acto,clamó con toda la fuerza de sus pulmones:

¡Yo, señor don Dios, creo en tí!

Además ocurrió el caso excepcional de que el apuesto sevillano á quien jamás causaron pavor ni muertos ni vivos, temblara de miedo en la escena del desafío con Don Luis, por temor de que este, á causa de su gran miopía, le atravesase de una estocada.

¿Quieren saber los lectores quienes eran ambos? Don Juan el hoy aplaudido autor cómico Julio Pellicer; Don Luís el que suscribe estas notas.

Un redactor de un periódico local, antes de que se efectuara esta representación y sin tener en cuenta su fin benéfico, emitió ciertos juicios, nada favorables, de los improvisados actores.

Y los protagonistas de la obra le dedicaron una serie de cartas, que aparecieron en otro periódico, firmando cada cual la suya con el nombre del personaje que había interpretado, en las que le pusieron verde, según la frase vulgar.

Don Diego Tenorio se concretó á decirle lo siguiente: Yo no sé escribir, pero he leído hace pocos días unos versos de Sinesio Delgado y me limito á dedicárselos al crítico en cuestión. Helos aquí:

"Una turba de niños nos abruma

con la audacia sin fin del majadero,

se salen del pañal, cojen la pluma

y dejan la vergüenza en el tintero".


Ricardo de Montis y Romero Notas cordobesas. Recuerdos del pasado. Vol 1(1911)

 


"CARLILLOS EL PINTOR" Y MONTESINOS


Entre los tipos que lograron hacerse populares en Córdoba por su ingenio, por su gracia, por sus excentricidadesó travesuras, merecen ocupar un puesto preferente Carlitos el pintor y Montesinos.

Era el primero lo que se llama un hombre de buen humor, ocurrentísimo, que había tomado la vida á broma y procuraba pasarla lo más divertidamente posible, aunque fuera á costa del prójimo.

Y á pesar de su condición de humilde obrero, pues ejercía el oficio de pintor de los llamados de brocha gorda,contaba, merced á su carácter, con la amistad de las personas de más prestigio que había en su tiempo en nuestra población, y alternaba con ellas en juergas y reuniones.

Como que él constituía el principal elemento de tales juergas e iniciaba todas las aventuras y trastadas que ponían en práctica sus compañeros de correrías, muchas de las cuales se hicieron celebres y han dado renombre á Carlillos el pintor.

Las principales víctimas de sus ocurrencias eran los boticarios, sin duda porque en la época á que se refieren estas notas había varios en nuestra población á quienes los años y los padecimientos dotaron de un carácter brusco y de un humor de todos los diablos.

Uno de aquellos habitaba en la calle de San Pablo; el piso de su farmacia estaba bastante más bajo que el de la vía pública y Carlillos, aprovechando esta circunstancia, decidióse á jugarle una mala pasada que no se le olvidaría en mucho tiempo al pobre anciano.

Una noche crudísima del mes de Enero enchufó una tripa de vaca, á guisa de manga de riego, en el caño de la fuente de la plaza del Salvador, que entonces hallábase en lugar distinto del que ocupa hoy, introdujo el otro extremo por una ventana de la botica, rompiendo un cristal con mucho cuidado para producir el menor ruido posible y dejó que cayera el agua durante largo tiempo.

Cuando la habitación estaba convertida en una alberca, quitó la improvisada manga, llamó insistentemente á la puerta hasta conseguir que el farmaéutico se asomase á un balcón y entonces, afectando un pesar muy grande y con súplicas y ruegos capaces de ablandar á una piedra, le pidió que le preparase un medicamento para su pobre mujer que estaba casi en la agonía.

Bajó, en efecto, el anciano y estuvo á punto de ahogarse al penetrar en la botica; tal era la cantidad de agua que había en ella.

A otro boticario que tampoco se distinguía por su buen genio, borróle una noche el rótulo de la muestra de su establecimiento, sustituyendo la palabra farmacia por la de casa de comidas, y al día siguiente mandóle dos ó tres mozos de cordel para que les sirviera un almuerzo.

Los lectores supondrán el recibimiento que tendrían aquellos infelices.

Un pobre zapatero que trabajaba en un portal de la calle Mesón del Sol había sustituido con un papel, para resguardarse del viento, un cristal que le faltaba á la puerta.

Cada vez que Carlillos el pintor pasaba por allí, y pasaba con gran frecuencia, introducía la cabeza por el papel, haciéndolo pedazos, para dar los buenos días ó las buenas tardes al maestro y obligarle á pegar otro periódico.

El zapatero contó lo que le ocurría al alcalde de barrio, hombre formal, enemigo de bromas y que había tomado muy en serio su cargo.

Indignóse aquel y prometió al maestro de obra prima apelar á los fueros de la autoridad para impedir las mofas del pintor.

Llamó á Carlillos y, efectivamente, este no acudió al llamamiento; volvió á citarle, ya con amenazas, y entonces se le presentó muy correcto y sumiso.

El alcalde de barrio, con una gravedad que infundía risa, le espetó una serie de reconvenciones que no tenía fin.

Oyólas atento nuestro hombre y cuando hubo terminado el discurso esclamó: ya sabía yo que me llamaba ustedpara alguna tontería.

Vivía en Córdoba un medico, trasnochador y bebedor incorregible, que diariamente llegaba á su domicilio á lasaltas horas de la madrugada y no muy sereno por efecto del alcohol.

Carlillos tuvo una idea diabólica, como suya, y acto seguido la puso en práctica. Buscó dos amigos albañiles y una noche los tres, provistos de yeso y ladrillos, encamináronse á la casa del médico.

El pintor se encargó de entretener al sereno y mientras tanto los albañiles construyeron un tabique delante de lapuerta de referida casa, enluciéndolo á fin de que pareciera la continuación de la pared. Realizada su obra se marcharon tranquilamente.

Llegó el doctor y su asombro no tuvo límites al ver que había desaparecido la puerta. ¿Sería aquello un sueño,una pesadilla terrible? Lleno de dudas espantosas pasó el resto de la noche, dando vueltas por la calle, hasta que la claridad del día le puso al descubierto la broma

No sabemos si, á pesar de la lección, siguió trasnochando y embriagándose.

Carlillos era una de las primeras máscaras que aparecían en nuestras talles todos los Carnavales y la primera también que daba con sus huesos en el Galápago, antiguo arresto al que ha sustituido la Higuerilla.

Suponga el lector que no llegara á conocerle las hazañas que realizaría durante las fiestas del dios de la locura.

*

Montesinos se propuso lo que el pueblo expresa con una frase gráfica como casi todas las suyas: vivir sobre el país y hay que confesar que lo consiguió.

Ni consejos, ni castigos de su padre, un honradísimo panadero cordobés, lograron que se dedicara á un oficio, á una ocupación cualquiera, él decía que el trabajo se había inventado para las bestias y la diversión para los hombres y fundándose en esta máxima jamás pensó en otra cosa que en divertirse.

¿Que no tenía ropa? Pues se ponía la de cualquiera de sus hermanos, ó la levita y el sombrero de copa que usaba su padre en las grandes fiestas.

Por esto solía decir á sus amigos con la mayor tranquilidad del mundo: lo que siento es que se van casando todos mi hermanos y marchándose de mi casa y el día menos pensado voy á tener que salir á la calle con los hábitos del cura, (uno de ellos era presbítero) que es el único que no se marchará.

Gran aficionado á francachelas, cada vez que sus amigos organizaban alguna, excitábanle para que se apoderara de un par de gallinas del bien provisto corral de la tahona de sus padres y él accedía gustoso á la petición, pero tanto se repitieron las sustracciones de aves que al fin acabó con todas.


-Es menester que esta noche te traigas una gallina- dijéronle varios de sus camaradas en cierta ocasión –porque preparamos una gran fiesta.

-Imposible, contestó Montesinos; ya no queda más que el gallo.

-Pues tráetelo; lo mismo dá.

-Eso resulta más imposible todavía; el gallo es el reloj despertador de mi padre y si no lo oyera cantar al punto notaría su falta.

Siguieron á este diálogo razonamientos que ignoramos, pero que debieron ser poderosísimos pues al fin lograron decidir á nuestro hombre á apoderarse del gallo.

Y aquella noche hubo la gran juerga.

Montesinos, que imitaba con rara habilidad el canto de muchas aves, tuvo desde entonces gran cuidado de sustituir al gallo en la tarea de despertar al dueño de la tahona á una hora determinada, para que no advirtiese la falta del animalito.

Un día quedóse dormido y no pudo cumplir la misión que se había impuesto.

¿Qué le habrá ocurrido al gallo -preguntó el padre de Montesinos al levantarse- que hoy no ha cantado á la horade costumbre?, y el hijo le contestó con gran naturalidad: no se preocupe usted por eso; es que se habrá quitado de flamenco.

Montesinos tenía el afán de la notoriedad y no desperdiciaba ocasión para conseguirla.

El se exhibió en el circo de Díaz, donde lo presentó el famoso clown. Tony Grice, para lucir su habilidad de imitador de pájaros y otros animales; él tomó parte en las experiencias de hipnotismo que realizaba en el Gran Teatro el celebre Honofroff y, por último, dedicóse al toreo, arte en el que obtuvo sus mayores triunfos.

Salió dos ó tres veces á la plaza para tomar parte en corridas de novillos y apenas se le acercaba el toro arrojábase al suelo y se fingía lesionado para poder abandonar la arena.

El público, siempre numeroso cuando se anunciaba que torearía Montesinos, obsequiábale con ovaciones ensordecedoras.

En vista de tales éxitos se le ocurrió una idea peregrina; organizar una novillada en la que él actuaría de empresario, de único matador y hasta de expendedor de los billetes, pues dedicóse á colocar las localidades entre sus amigos y conocidos.

Cuando había vendido gran parte de ellas fijó el día de la corrida.

La víspera expuso un retrato suyo, vestido con traje de luces, obra del malogrado pintor Rafael Romero, en el escaparate de un establecimiento de la Cuesta de Luján y aquella noche llevó una murga para que tocase ante él.

Todos estos reclamos produjeron el efecto apetecido: la plaza se puso de bote en bote.

Llegó la hora de empezar la fiesta; el Presidente ocupó su palco; á los acordes de una alegre marcha salió lacuadrilla, una cuadrilla originalísima, capitaneada por Montesinos; el clarín hizo la señal para abrir los toriles y aquí vino lo bueno; nuestro héroe se dió una palmada en la frente y exclamó entre iracundo y compungido: ahora caigo en que se me ha olvidado comprar los toros.

No es necesario decir que el olvido le costó algunos meses de prisión.

Cuando salió de la cárcel varias personas de buen humor cortáronle la coleta y él, presa de gran indignación,denunció el hecho al juzgado.

Citáronle á declarar y como el juez le dijera: pero hombre ¿y usted por que permitió que se la cortaran?, el torero mutilado contestó con gran aplomo: si á usia lo cojen tres hombres como me cogieron á mí y le sujetan del modo que me sujetaron no le cortan la coleta sino que le arrancan hasta el pellejo.

La contestación no debió satisfacer á la autoridad judicial porque absolvió á los autores de la broma.

Y aquel día concluyó la vida pública de Montesinos.


Notas cordobesas. Recuerdos del pasado. Vol 1 (1911)