jueves, 3 de diciembre de 2009

HOMBRE PLANETARIO (FRAGMENTO II)

Camino más no avanzo.
Mis pasos me conducen a la nada
por una calle, tumba de hojas secas
o sucesión de puertas condenadas.
¿Soy esa sombra sola
que aparece de pronto sobre el vidrio
de los escaparates?
¿O aquel hombre que pasa
y que entra siempre por la misma puerta?
Me reconozco en todos, pero nunca
me encuentro en donde estoy. No voy conmigo
sino muy pocas veces, a escondidas.
Me busco casi siempre sin hallarme
y mis monedas cuento a medianoche.
¿Malbaraté el caudal de mi existencia?
¿Dilapidé mi oro? Nada importa:
se pasa sin pagar al fin del viaje
la invisible frontera.

Jorge Carrera Andrade (Ecuador)

CÓRDOBA-LA DINASTÍA OMEYA: LOS EMIRES


Pocas dinastía europeas de los siglos altomedievales han sido tratadas por la historiografía de la época con más lujo de detalles que la familia real omeya de Córdoba. Salvo casos excepcionales, apenas tenemos información sobre los rasgos físicos o sobre la actividad no oficial de los grandes protagonistas de la historia de Europa en los siglos VIII al X, conocidos habitualmente como "los siglos oscuros". No sucede así en el caso de los soberanos cordobeses. En muchas ocasiones, la información que poseemos sobre ellos procede de testimonios coétaneos; en otras, por el contrario, tiene su fundamento en autores uno o varios siglos posteriores, pero que utilizan fuentes a menudo coétaneas, muy bien informadas y de una gran precisión, que en muchos casos no han llegado hasta nosotros.

A Abd ar-Rahman I (756-788) se le conoce habitualmente con el nombre del Inmigrado. Era nieto del califa de Damasco Hisham ibn Abd al-Malik. Su padre se llamó Muawiya y su madre, de origen beréber, perteneció a la tribu de los Nafza. El historiador Ibn Idhari en su obra "Kitab al-Bayan al-Mugrib" hace de el la siguiente semblanza: "Era alto, rubio, tuerto, de mejillas enjutas y tenía un lunar en el rostro; llevaba los cabellos esparcidos en dos tirabuzones... Tuvo once hijos varones y nueve hijas." Se nos dice también que era sobrio, enemigo de los placeres y las fiestas palaciegas, amante de la caza, y persona de gran cultura, muy amante de la poesía hasta el extremo de haberla cultivado personalmente y en la cual uno de los temas primordiales fueron sus añoradas tierras de Siria.

Hisham I (788-796) sucedió a su padre cuando contaba 31 años. Ibn Idhari nos lo describe diciendo que "tenía la tez muy blanca, el pelo rojizo y una excelente vista. Fue padre de 11 hijos, seis varones y cinco hembras. "Era también de fácil palabra, despierto, enérgico y piadoso". Fue hijo de Abd ar-Rahmán I y de su esclava Halal. Sus hermanos Sulayman y Abd Allah no le reconocieron y tuvo que reducirles por la fuerza. Sin embargo, su reinado fue, en general, próspero y pacífico.


Al-Hákam I (796-822) subió al trono a los 26 años. Hijo de Hisham y de una esclava de origen hispánico llamada Zarif. Era según Ibn Idhari: "alto y delgado, de nariz muy correcta. No empleaba afeites; tenía la tez muy morena. Fue padre de 19 hijos y 21 hijas". Su reinado fue muy duro, pues además de tener que vencer cierta oposición en el seno de su propia dinastía hubo de hacer frente a tremendas sublevaciones que fueron reprimidas con enorme dureza (Jornada del Foso, en 797, en Toledo, revuelta del Arrabal de Secunda, en 818, en Córdoba). Se le conoció siempre con al Rabadí, es decir, "el del Arrabal", porque la represión terrible que allí mandó hacer fue el hecho más violento y conocido de su reinado. Creó una guardia de corps compuesta de mercenarios extranjeros.
Su sucesor Abd al-Rahmán II (822-852) tenía 30 años al subir al trono. Ib Idhari lo describe como "alto, moreno, de ojos grandes y negros, la nariz aquilina, los párpados morenos y larga barba. Tuvo 45 hijos y 42 hijas". Con cierta gracia, D, Claudio Sánchez-Albornoz lo calificaba de "sensual" y establecía una curiosa comparación entre él y su contemporáneo Alfonso II el Casto (792-842), rey de Asturias, al cual combatió continuamente el monarca cordobés. Es el suyo un reinado muy importante y en él se impulsó la orientalización de Al Andalus.


Muhámmad I (852-886) sube al trono con 29 años, siendo el primogénito de Abd ar-Rahmán II. Ibd Idhari no lo describe como "de tez clara y sonrosada. Era bajo, con la cabeza pequeña y barba abundante... Tuvo 33 hijos y 21 hijas". Como la mayoría de los emires de Al Andalus, fue persona muy culta. En este caso, sus biógrafos han subrayado su interés especial por las matemáticas. Heredará de su padre el problema mozárabe y también el tremendo conflicto representado por las revueltas muladíes.
Le sucede al-Múndhir (886-888), hijo de Muhámmad I y de una esclava llamada Ailo, a la que generalmente se suele tener por cristiana. Sube al trono con 42 años y muere mientras sitiaba la fortaleza de Bobastro, uno de los núcleos de disidencia. Su muerte se ha tenido por sospechosa y no parece poder descartarse la intervención de su hermano y sucesor, Abd Allah. Al-Múndhir era, a juicio de Ibn Idhari, "moreno, de cabello ensortijado y empleaba el henné y el ketem (dos tipos de tinte), tenía el rostro marcado de viruelas. Tuvo cinco hijos y ocho hijas.

Abd Allah (888-912). De la misma edad que su hermano y antecesor, pero hijo de otra esclava, también cristiana, llamada Ushar, de origen franco o hispánico. Su ascendencia por línea femenina puede explicar los rasgos físicos que le atribuye Ibn Idhari: "tenía la tez clara y subida de color, los ojos azules y la nariz aquilina, era rubio, de estatura regular y se teñía de negro, Tuvo 11 hijos y 13 hijas". En su reinado, la insumisión de los muladíes alcanza su mayor virulencia.
M.C.S.
Fuente:La Caja-Obra Cultural, Caja Provincial de Ahorros de Córdoba

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