Dormidos
en los desvanes
se
acurrucan los sueños,
profundos,
dubitativos,
peregrinos,
como
el sonido viajero
de
las notas
vertiginosas
de un piano,
lentamente
se mecen
en
desvaídos columpios
de
cuerdas rotas
incapaces
de soñar
con
otros sueños,
incapaces
de escuchar el latido
ligero
de un corazón enamorado,
incapaces
de sentir el rozar breve
de
unos labios amantes,
nostálgicos,
acumulan
sobre sus hombros,
el
polvo del camino de un ayer
que
finalizó atrapado en las ruedas del tiempo,
derrotados
personajes de opereta
cantan
vigorosos
la
nota final
de
un burda canción
de
harapientas vestiduras,
Dormidos
en los desvanes
se
esconden los sueños,
compañeros
inseparables
de
agonizantes tinieblas vespertinas
acuden,
adheridas
a la piel,
hasta
la herida inapreciable
que
el gesto acompasado
de
unas manos blanquecinas
producen
en el papel
que
rasgan el fulgor transparente
de
unas letras escritas
después
del atardecer.
Dormidos,
los
sueños se desvanecen
olvidados
en desvanes
sin
salida,
ocultos,
en
desvanes sin paredes
en
los que no penetra la luz,
inacabados
poemas
sin
palabras
que
derraman su ser,
en
el borde transparente
de
una polvorienta copa
de
alcohol adulterado.
Amado
marzo 2017