jueves, 28 de octubre de 2021

Cuando lo urgente se estrella contra las vacaciones

Hablar de lo urgente portando bañador y chanclas debería ser tendencia, porque lo dota de una perspectiva que le quita trascendencia.

(Algunos) Vivimos en un continuo estrés de entregas marcado por el ritmo arbitrario (y normalmente acelerado) de esa cosa que llamamos urgencia.

Y es que en la guerra entre la urgente y lo importante, la teoría es continuamente derrotada por la inercia.

No sé cuánto tiempo durará en mi vida la demanda de atención y abrazos matutinos de mi hijo de 8 años al despertar, no mucho, para qué nos vamos a engañar. Y sin embargo en lugar de disfrutar al 100% este momento irrepetible, en lugar de alargarlo, hay una vocecilla en el fondo de mi cabeza que me recuerda que tengo siempre algo más por hacer… como si en realidad existiera algo más que fuera comparable en importancia. No lo hay. Pero es la voz de la maldita urgencia. Insaciable.

El nivel de urgencia que estamos estableciendo en esta sociedad solo es compatible con el don de la ubicuidad. Hemos metido nuestros días en calendarios de Outlook y hemos convertido las cuadriculas de estas agendas en los barrotes de las cárceles para la improvisación, la naturalidad, y, a veces, hasta para la calidad. Los hámsteres, mientras dan vueltas en sus ruedas hacía ningún lado, nos miran con condescendencia de reojo y se preguntan a dónde vamos los humanos tan alocados, y se vanaglorian porque al menos ellos conocen los límites de sus jaulas.

Vivimos en la sociedad del todo es urgente hasta que se demuestre lo contrario… Pero, de repente, llega el verano y todo cambia.

En esta sociedad de las prisas las vacaciones se ha erigido como un periodo de tregua para la urgencia.

Y si lo pensamos despacio, aprovechando el respiro, nos daremos cuenta que las vacaciones demuestran lo que suponíamos, que en la mayoría de los casos las prisas son pura farsa, o para ser justos y más exactos, las prisas son pura ansia. Son una necesidad inculcada de conseguir más en menos tiempo, normalmente a costa de tu vida personal y en detrimento de una mayor calidad en las entregas. Una necesidad ficticia, porque llega el verano y el mundo se para … y no pasa nada. Ese retraso de 24 horas que parecía que iba a hundir los cimientos de nuestra civilización puede esperar sin problemas un mes en el congelador.

La fórmula de la urgencia me interesa más que la de la Coca cola. Los comités de dirección de todo el mundo deberían unirse en un multiconferencia global cuyo único objetivo fuese dotar a nuestra sociedad de un método de cálculo universal para identificar lo urgente de manera objetiva, buscando un equilibrio consensuado entre la vida y la avidez.

Queda poco para mi periodo de tregua anual. Así que dejaré mi propósito por escrito para adquirir mayor compromiso con él: Trataré de tener el móvil apagado el mayor tiempo posible, trataré de dejar que el limite a los abrazos y a la demanda de atención de mi hijo lo ponga su capacidad de aguante (que, por cierto, es infinita), trataré de poner la vida en modo pausa sobre una toalla de playa, soñaré despierto con un mundo en que la lista de los más ricos no la encabecen los que más dinero tienen en el banco, sino los que más disfrutaron con sus seres queridos.

Posted on 18 julio, 2021 by Jesús Garzás

Fuente: http://enbuenacompania.com/cambiardehabitos/


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