jueves, 28 de octubre de 2021

Competencias básicas del trabajo en equipo: Amabilidad


Dudaba si escribir sobre la amabilidad, me parecía algo tan obvio que no tenía claro que lo debiese remarcar con un artículo.

Sin embargo, observando la crispación que tenemos a nuestro alrededor, pensé que este recordatorio no estaría de más. En el contexto actual, la fatiga y la indignación se cuelan en nuestras vidas con total facilidad, y, si nos dejamos llevar por la inercia, podemos cometer el error de pagar sus efectos en nuestro estado de ánimo con quién tengamos al lado. Cuando se trataría precisamente de hacer lo contrario, al que tenemos cerca es al que hay que dar más cuidado.

Si las competencias tuvieran un precio de adquisición, se podría decir que la amabilidad es gratis y está al alcance de todo el mundo. Ser amable no cuesta nada y vale mucho. No requiere de un componente genético, ni de una formación compleja, no necesita de horas de estudio, ni grandes transformaciones internas… simplemente requiere de voluntad.

Incluso cuando tienes un día complicado en el que parece que todo sale del revés y sientes que tu carácter se va agriando por momentos, el esfuerzo que requiere ser amable con quién tienes enfrente va a ser siempre infinitamente menor que los beneficios que esa acción puede retornar a cambio, a ti y, sobre todo, a tu ambiente de trabajo.

La amabilidad es un acto de generosidad hacia los demás y una inversión personal que funciona al corto y al largo plazo. Va un paso más allá de la buena educación. La buena educación se presupone (aunque esto da para otro post), la amabilidad se predispone. No requiere de un esfuerzo muy grande, pero sí requiere atención y acción por tu parte. Ser amable es una decisión que debes tomar, una decisión que no debería verse condicionada por políticas o normas de la empresa. Tú mandas sobre tu amabilidad, y raramente encontrarás a alguien que te critique por ello (y si lo haces, pon tierra de por medio entre vosotros).

Ser amable suele ser contagioso. No se suele contestar con aspavientos ni malos tonos a las palabras amables, es por eso que la amabilidad contribuye claramente a mejorar la atmosfera laboral. Por el contrario, se puede decir que los ambientes de trabajo carentes de amabilidad acaban por volverse tóxicos e irrespirables. Si se pierde el respeto a lo más básico acaba por perderse el respeto a todo. Los malos modos o simplemente un discurso imperativo carente de un nivel mínimo de sensibilidad poco tienen que ver con la autoridad o un, mal llamado, modelo clásico de liderazgo. La aspereza o la antipatía no pueden sumar puntos en ningún tipo de clasificación empresarial se mire por donde se mire.

Cuando alguien confunde amabilidad con debilidad no es un error, sino menosprecio por parte de una persona que carece de una mínima capacidad de empatía. La amabilidad solo debería ser percibida como negativa cuando es impostada o engolada. En lenguaje más coloquial (y menos engolado), la amabilidad no funciona cuando es postureo.

La amabilidad es un acto de generosidad o no es. Eres amable para hacerle la vida más fácil a los demás.

Trabajas mejor en equipo cuando los que tienes a tu lado te hacen sentir bien y la amabilidad genera reciprocidad. Estos son dos axiomas que no debemos olvidar, y que nos ayudarán a construir ese ambiente donde seamos un poco más felices y mucho más productivos.

Sé amable. Depende solo de ti.

Fuente: http://enbuenacompania.com/cambiardehabitos/

Posted on 11 febrero, 2021 by Jesús Garzás

Discrepar mal: Cuando el que calla no otorga



Discrepar está bien, sobre todo cuando se escucha al de enfrente. Es un ejercicio sano, nos hace crecer, nos abre la mente, y nos debería ayudar a conocer la perspectiva de los demás. Sin embargo, el objetivo de todo debate o discusión es alcanzar un punto de acuerdo o cuando menos una decisión a la cual guardar lealtad. Y aunque esta última palabra suene a antigua, es la clave.

Porque discrepar a posteriori, una vez cerrado un debate, ya no aporta nada positivo. Es un recurso fácil que alguno puede intentar barnizar de autenticidad, cuando en realidad es una muestra de inseguridad, cobardía, o necesidad de atención. Es una acción que resquebraja el consenso y que pone a los pies de los caballos cualquier decisión tomada. Es una pataleta que no suele aportar nada.

El consenso es casi utopía en un mundo en el cada vez hay gente más lista (léase con tono irónico) que valora (y, sobre todo, escucha) menos la opinión de los demás. A los hechos me remito, pónganse las noticias.

Es difícil que todo el mundo salga feliz o satisfecho después de una reunión en la que se ha lidiado con puntos de vista enfrentados. Conseguirlo no es imposible, de hecho, es un objetivo muy noble, pero, en la mayoría de los casos, el resultado de una discusión dejará más satisfechos a unos que a otros.

Lo que viene después es clave para que esa decisión tomada tenga alguna posibilidad de éxito: que cada uno se guarde las discrepancias en su casa.

Hay, o debería haber, un tiempo para luchar por tus ideas en una reunión. Con argumentos, con vehemencia, con constancia, y hasta la extenuación. Ese es el momento de discrepar, de tratar que los demás adopten tu punto de vista, o cuando menos que lo entiendan. Pero una vez terminado ese tiempo, y si la decisión tomada no es de tu agrado (porque que se decida lo que querías, no encierra dificultad a posteriori) solo hay dos opciones:

  • El acuerdo alcanzado no te gusta, pero te parece respetable … ¡Pues respétalo!

  • El acuerdo alcanzado atenta contra tus valores, y no puedes dar tu apoyo sin sentirte un falso… Pues dimite, de manera más o menos literal. Comunica de antemano que no te sientes cómodo y que no podrás seguir adelante por esa vía… y asume las consecuencias.

Cada vez se ve más, aplíquese en este contexto a los equipos de trabajo, aunque sea extrapolable a las noticias del telediario, la refutación de uno de los refranes más clásicos: que el que calla no otorga. Y eso a la larga es nocivo para la organización.

Discrepar en tu cabeza, callar mientras se debate, y, una vez alcanzado un acuerdo, expresar tu opinión en otros foros, no es un acto de autenticidad, ni de rebeldía, ni debería tener ninguna connotación positiva. Es una recurso fácil y egoísta. Lo difícil, y normalmente lo útil, es dar una oportunidad a la decisión tomada, poniendo tu ego a un lado, y mirando al bien común. Porque ,aunque le duele a esos egos tan bien mimados que tenemos, las cosas hechas de un modo diferente al que defendemos también pueden funcionar.

No es necesario entusiasmo, ni mucho menos falsedad, solamente profesionalidad. Porque, insisto si el acuerdo te parece respetable desde algún punto de vista (y casi todos lo acuerdos tienen ese enfoque después de escuchar a los demás), es ese punto al que te tienes que agarrar y tratar de trasmitir a los demás.

Sé perfectamente que defender argumentos de otros puede resultar complicado a veces, pero debatir las cosas infinitamente no lleva a ningún lado, así que una vez alcanzado un consenso, más o menos cercano a tu perspectiva, no queda más remedio que respetarlo para no volver al punto de partida.

Fuente: http://enbuenacompania.com/cambiardehabitos/

Posted on 22 abril, 2021 by Jesús Garzás

Cuando lo urgente se estrella contra las vacaciones

Hablar de lo urgente portando bañador y chanclas debería ser tendencia, porque lo dota de una perspectiva que le quita trascendencia.

(Algunos) Vivimos en un continuo estrés de entregas marcado por el ritmo arbitrario (y normalmente acelerado) de esa cosa que llamamos urgencia.

Y es que en la guerra entre la urgente y lo importante, la teoría es continuamente derrotada por la inercia.

No sé cuánto tiempo durará en mi vida la demanda de atención y abrazos matutinos de mi hijo de 8 años al despertar, no mucho, para qué nos vamos a engañar. Y sin embargo en lugar de disfrutar al 100% este momento irrepetible, en lugar de alargarlo, hay una vocecilla en el fondo de mi cabeza que me recuerda que tengo siempre algo más por hacer… como si en realidad existiera algo más que fuera comparable en importancia. No lo hay. Pero es la voz de la maldita urgencia. Insaciable.

El nivel de urgencia que estamos estableciendo en esta sociedad solo es compatible con el don de la ubicuidad. Hemos metido nuestros días en calendarios de Outlook y hemos convertido las cuadriculas de estas agendas en los barrotes de las cárceles para la improvisación, la naturalidad, y, a veces, hasta para la calidad. Los hámsteres, mientras dan vueltas en sus ruedas hacía ningún lado, nos miran con condescendencia de reojo y se preguntan a dónde vamos los humanos tan alocados, y se vanaglorian porque al menos ellos conocen los límites de sus jaulas.

Vivimos en la sociedad del todo es urgente hasta que se demuestre lo contrario… Pero, de repente, llega el verano y todo cambia.

En esta sociedad de las prisas las vacaciones se ha erigido como un periodo de tregua para la urgencia.

Y si lo pensamos despacio, aprovechando el respiro, nos daremos cuenta que las vacaciones demuestran lo que suponíamos, que en la mayoría de los casos las prisas son pura farsa, o para ser justos y más exactos, las prisas son pura ansia. Son una necesidad inculcada de conseguir más en menos tiempo, normalmente a costa de tu vida personal y en detrimento de una mayor calidad en las entregas. Una necesidad ficticia, porque llega el verano y el mundo se para … y no pasa nada. Ese retraso de 24 horas que parecía que iba a hundir los cimientos de nuestra civilización puede esperar sin problemas un mes en el congelador.

La fórmula de la urgencia me interesa más que la de la Coca cola. Los comités de dirección de todo el mundo deberían unirse en un multiconferencia global cuyo único objetivo fuese dotar a nuestra sociedad de un método de cálculo universal para identificar lo urgente de manera objetiva, buscando un equilibrio consensuado entre la vida y la avidez.

Queda poco para mi periodo de tregua anual. Así que dejaré mi propósito por escrito para adquirir mayor compromiso con él: Trataré de tener el móvil apagado el mayor tiempo posible, trataré de dejar que el limite a los abrazos y a la demanda de atención de mi hijo lo ponga su capacidad de aguante (que, por cierto, es infinita), trataré de poner la vida en modo pausa sobre una toalla de playa, soñaré despierto con un mundo en que la lista de los más ricos no la encabecen los que más dinero tienen en el banco, sino los que más disfrutaron con sus seres queridos.

Posted on 18 julio, 2021 by Jesús Garzás

Fuente: http://enbuenacompania.com/cambiardehabitos/