jueves, 29 de enero de 2009
miércoles, 28 de enero de 2009
LAS BUENAS PALABRAS
viernes, 23 de enero de 2009
SIN TÍTULO III
jueves, 22 de enero de 2009
"THE WARNING" Orwell: 1984 (Reflexiones desde 1984)
Terrible que la fecha-título titule el año. Que la reflexión de Orwell siga siendo advertencia de una amenaza que hoy está aquí, en medio de nosotros. Y es que, como decía Golo Mann, el historiador, el hijo de Thomas Mann, el novelista, en su crítica a la edición alemana del libro de Orwell, en su época: "1984 no es una profecía, es una advertencia".
Ya veo la objeción a esta explicación. Orwell no tenía una experiencia personal, no podía tenerla de lo que les iba a pasar a Bukoski o a Pliuch muchos años después de la propia muerte de Orwell. Sin duda, Orwell no vivió en la URSS, pero no hay que olvidar que fue, no sólo estudiante en Eton sino también algo así como oficial de una especie de Guardia Civil. Él mismo lo dice al describir su vida en el prólogo que hizo para la edición ukraniana de Animal Farm (Rebelión en la Granja). "... Entré en la policía imperial India, que es una especie de gendarmerie muy parecida a la Guardia Civil española o a la Garde Mobile francesa...". No hay que olvidadr tampoco que participó en la guerra civil española, que allí fue herido en combate, que vivió la liquidación de la fuerzas revolucionarias, POUM y anarquistas, en 1937 en Barcelona. Liquidación llevada a cabo con el apoyo total de los comunistas españoles inspirados por los comunistas rusos, y que conoció también toda la propaganda que siguió a ese triste suceso. Además, vivió y escribió sobre los problemas de los trabajadores en el Reino Unido en los años de la Gran Crisis y que conoción la marginación voluntaria y aceptada en Francia y en su país. De ello y de su reflexión son testigos sus libros: "Down out París and London" (1933), Burmese days (1934), The road to Wigan Pier (1937) y Homege to Catalonia (1938).
El mismo cuenta su experiencia del totalitarismo, su toma de conciencia contra la opresión resentida a través de la pobreza y la humillación. Su papel en la policía imperial de Birmania, su doble experiencia de España, Hitler y Stalin , los dos en acción...
Este relato realista de 1984 cuenta no sólo lo que se siente cuando se es torturado o humillado, sino que cuenta, y lo hace con el tono justo, cómo se vive en ese medio. Y dice más, pues nos da la clave del cambio que va del totalitarismo de origen, el de los nazis germánicos y el de los comunistas rusos, a los regímenes de hoy. O´Brien dice como los inquisidores, los defensores del antiguo despotismo decían: "Tú no debes", que el mandamiento de los totalitarios nazis o comunistas era: "Tú debes". Hoy nuestro mandamiento, dice O´Brien, es "Thou art", "sé". Es curioso que O´Brien emplee la forma antigua y solemne del verbo ser cuando los O´Brien aconsejan emplear la neolengua para no pecar. Este empleo de la forma solemne les traiciona indicándonos el punto débil de los totalitarios de hoy: la búsqueda permanente de un fundamento que justifique su dominación.
En el propio proceso que se exige que "sea" "el hombre nuevo" está el que pueda creer, realmente creer:
- "Que la libertad es la esclavitud" (Freedom is slavery)
"Que dos y dos son cinco" (Two and two make five)
Y, sobre todo que Dios es el Poder (God is Power)
Adulto y alcohólico, es el límite que alcanza el "hombre nuevo". El mecanismo de "educación" que se describe en 1984 tiende a asegurar al hombre contra el error, que es el pecado. Por el bien del hombre nuevo, se emplean todos los medios: reforma física (tortura), química (drogas), modificación psicológica (hospital psiquiátrico), reforma intelectual (educación en un saber fijo e inmutable). Ese saber que en la novela es el Ingsoc y que en la realidad se llama el Dia-Mat. El resultado de todo el mecanismo, de todo proceso, es acabar constatando en un café con la ayuda de la ginebra de la Victoria endulzada con sacarina y aromatizada con clavo "que la lucha había terminado, que había conseguido la victoria sobre él mismo, que amaba a Big Brother".
Esta extraña sociedad "soviética" es un producto que podemos producir nosotros aquí, sin la ayuda de nadie. Ese sistema no es el fruto de la aplicación de una doctrina como creen muchos. Marx buscaba el máximo de libertad para el hombre y creía que, al añadir seguridad, añadía libertad. En el esquema marxiano, el movimiento que conduce a la sociedad futura, definitivamente libre, pasaba por tres etapas, o por decirlo con el lenguaje de los filósofos, por tres momentos: el primero era la Revolución Proletaria, que ella misma establece, el segundo momento de la dictadura del proletariado, que, al declinar da paso de un modo natural al tercer momento, la etapa final del fin de la dominación del hombre por el hombre y de la lucha (de clases). La realidad transcurrió de otro modo. Desde el momento de la apropiación de la revolución por un grupo que se autodefinía como el más consciente, y como consecuencia de las luchas entre los distintos partidos, grupos, facciones, clases, sectores sociales, etc..., que participaron en la revolución, se produjo por esas luchas internas un crecimiento asombroso de la dominación de ciertos hombres sobre todos los hombres. Y en la práctica el recorrido de las etapas condujo a una centralización despersonalizad de la dominación como no se había conocido jamás en la historia, y ésa ha sido la gran novedad aportada por la revolución socialista.
Sería un error craso considerar esa estructura abrerrante como simple producto del marxismo. No hay doctrina, engendrada por el hombre, capaz de tal éxito.Para los herederos de Marxs, ya quedan pocos y de poca calidad desgraciadamente, como lo indica la aterradora mediocridad cultural de la conmemoración del centenario de la muerte del maestro; sería pues, si fueran capaces, un buen tema de estudio marxista el poner en evidencia el mecanismo, el efecto perverso, por el cual los ideales de Marx al hacerse efectivos se han convertido en sus contrarios.
La obra de Orwell no es ni anti-marxista, ni anti-socialista. Esto lo confirma su actuar en los últimos años de su vida. Basta para convencerse de ello leer la biografía de Orwell por B.Crick, o la de T.R.Fyvel, o en los ensayos y cartas de los últimos años de su vida. Se podría decir que lo que es anti-marxista y anti-socialista es el modo de funcionar y vivir los países del Este. De todas formas, el marxismo es posiblemente la doctrina actual que mejor se adapta a esa estructura social y acaso el término socialista coincida lo suficiente con lo que sucede en los países "socialistas" como para que su uso como adjetivo en esos casos no requiera comillas. Pero el problema no está en las etiquetas, aunque las etiquetas no sean tema a tratar a la ligera o despreciable, ni menos aún que el uso de las mismas sea gratuito. El problema, lo grave, lo que nos advierte Orwell, no es que el marxismo o el socialismo sean malos, es que eso que esta ahí en el Este puede suceder aquí incluso sin la ayuda del agente oficial de ese sistema, es decir, del partido comunista local. Lo que nos dice que el horror está en nosotros.
Orwell nos da el alerta. El hombre es un animal en peligro de extinción, no por una disminución creciente de su natalidad, fruto del uso de calzoncillos tipo slip o estrechos vaqueros, ni de las radiaciones que se pueden escapar de las centrales nucleares, ni como fruto maduro de una guerra general atómica. No, simplemente por suicidio, por aceptar "ser" lo que exige el sistema Big Brother. (Sistema que la experiencia de los últimos años en los países más avanzados del Este muestra que no se requiere para subsistir la precensi de un Big Brother personalizado: un decrépito y caquéctico secretario general al borde de la degradación física y mental basta para cumplir la función. El sistema sostiene a Big Brother y no lo inverso. Experiencia histórica ésta que nos dice con Orwell que el problema no reside en el tirano, ya que no hay tirano efectivo.) Esta evidencia de la tiranía sin tirano nos obliga a dar aquí la definición del término "totalitario" que utilizamos para andar por estas páginas. Totalitarismo es todo régimen cuyo gobierno no conoce límites a su intervención en todos los ámbitos de la sociedad y que controla, o pretende controlar, en una proporción considerable la vida de sus súbditos y no tolera la existencia de organizaciones independientes y fuera de su control. La amplitud del control de los súbditos, el carácter y método de este control permiten diferenciar los totalitarismos de las otras tiranías. Es la eficacia de ese control lo que confiere esa estabilidad a las sociedades burocratico-totalitarias. La agitación permanente de los hombres, sus cambios continuos de opiniones y deseos son el equivalente social del "ruido" en física. Este "ruido" social perturba lo ordenado de la sociedad al tiempo que favorece su evolución y adaptabilidad que es condición necesaria para permanecer con una buena dosis de libertad. Ese "ruido" es el que quieren hacer callar,y, para conseguirlo, el método que se sigue es como en física el de la congelación del sistema. Es el estar en situación permanente de llegar a ser lo que caracteriza al hombre. Es la "neotenia" humana, ser incompleto, eterno niño, jamás adulto, lo que ha hecho de ese bípedo pelado el hombre. El humano es animal sin un sistema de comportamiento claro y bien definido como sucede en los otros animales y tiene que sustituirlo, si quiere vivir en sociedad, por una serie de reglas éticas que es lo que llamamos una moral. Este su sistema de comportamiento (moral) se lo tiene que inventar él; su moral la produce como la araña produce su tela, y como la araña tiene que arreglarla en permanencia para adaptarla a las modificaciones de los tiempos. El conocimiento de este descubrimiento de Kant, de que somos padre y madre de nuestra moral, es fundamental para saber dónde estamos. La capacidad humana de inventar nos dice que nada humano está escrito arriba en el "gran rollo", como creía Jacques de Diderot, y, por lo tanto, nada social es eterno ni seguro. Esta incertidumbre del mañana aleatorio es el riesgo que hay que correr, el baile que hay que bailar, para seguir siendo humano. y esta incertidumbre que hizo al humano es también y al mismo tiempo fuente de angustia. Así, día a día, siglo a siglo, los sentimientos de los humanos han oscilado entre el deseo de ser libres, felices y autónomos y el temor del mañana incierto que conduce a desear ser protegido.
El libro de Orwell es una advertencia de que aquí y ahora se puede pasar de una situación de tipo soviético. Hay en estas sociedades de la Europa Occidental tendencias, que surgen de nosotros, a convertirnos en "seres nuevos". Milgram en su libro de 1974 "Obedience to Authority" describe una experiencia que realizó que es de lo más inquietante, la de la obediencia a la autoridad que conduce a unos individuos vulgares y corrientes a conducirse como verdugos torturadores. La experiencia de Stanley ;ilgram nos aclara el mecanismo de cómo se llega a ser verdugo sin tener que ser desde el principio un monstruo de maldad. Pero hay otras advertencia en 1984. Al final del libro Orwell publica un apéndice titulado "The principles of Nwspeak" (Los principios de la neolengua o del nuevo lenguaje), donde de un modo atinado nos muestra lo importante que es, para conservar la libertad, el hablar bien, el no simplificar abusivamente nuestro modo de expresión.
La lectura de este apéndice puede ser de gran utilidad para aquellos que hablan y escriben cada día, los periodistas de periódicos, radios y televisiones. Este apéndice nos dice la raíz de libertad humana que hay en la lengua. Y nos muestra, sin vuelta de hoja, que la libertad es también función de la riqueza lingüística. Una lengua rica es condición necesaria, aunque no sea suficiente, de la libertad.
Hoy, aquí, en estos países que gozan de posibilidades de libertad, hay acciones cotidianas, engendradas por el miedo, que nos preparan por hábito a la droga de la servidumbre. Es, por ejemplo, poner en el mismo pie de igualdad de sistemas sociales violensto, el uno , totalitario, y el otro, no. Es el negarse a condenar una injusticia porque esstá vestida de un color que nos gusta. Estos comportamientos son deslizamientos morales tenues que pueden conducir a aceptar la servidumbre al sustituir poco a poco normas morales por afinidades políticas. Por ejemplo. justificar un asesinato porque ha sido realizado en nombre de la libertad o de una política que nos caen bien. Esta justificación es un paso importante en la demolición de ese entaramado que nos sostiene y nos mantiene juntos y que tenemos que fabricar y retocar cada día, eso que llamamos la moral. Decía Godwin, atacando a los tiranicidas: "Allí donde hay un asesinato, allí termina la confianza entre los hombres", y donde no hay confianza entre los hombres, el factor de cohesión social será la coerción brutal. La lectura de 1984 deja un mal sabor de boca. Y hace pensar en ese otro texto de Orwell de 1939: "Lo aterrador de las dictaduras modernas es que constituyen un fenómeno totalmente sin precedentes. No se puede prever su fin. En el pasado, todas las tiranías, más pronto o más tarde, eran derribadas, o a lo menos provocaban una resistencia, por eso de que la "naturaleza humana" en el orden normal de las cosas desea la libertad. Pero nada nos asegura que la "naturaleza humana" sea un factor constante. Podría suceder que se llegue a producir una nueva raza de hombres que carezcan de toda aspiración a la libertad, del mismo modo que se podría crear una raza de vacas sin cuernos".
Antonio López Campillo
Selecciones Austral - Espasa Calpe - UNED
CANCION DE LA BUENA GENTE
en que resulta mejor
cuando se la conoce. La buena gente
invita a mejorarla, porque
¿qué es lo que a uno le hace sensato? Escuchar
y que le digan algo.
Pero al mismo tiempo,
mejoran al que los mira y a quien
miran. No sólo porque nos ayudan
a buscar comida y claridad, sino, más aún,
nos son útiles porque sabemos
que viven y transforman el mundo.
Cuando se acude a ellos, siempre se les encuentra.
Se acuerdan de la cara que tenían
cuando les vimos por última vez.
Por mucho que hayan cambiado
- pues ellos son los que más cambian -
aún resultan más reconocibles.
Son como una casa que ayudamos a construir.
No nos obligan a vivir en ella,
y en ocasiones no nos lo permiten.
Por poco que seamos, siempre podemos ir a ellos,
pero tenemos que elegir lo que llevemos.
Saben explicar el porqué de sus regalos,
y si después los ven arrinconados, se ríen.
Y responden hasta en esto: en que,
si nos abandonamos,
les abandonamos.
Cometen errores y reímos,
pues si ponen una piedra en lugar equivocado,
vemos, al mirarla,
el lugar verdadero.
Nuestro interés se ganan cada día, lo mismo
que se ganan su pan cada día.
Se interesan por algo
que está fuera de ellos.
La buena gente nos preocupa.
Parece que no pueden realizar nada solos,
proponen soluciones que exigen aún tareas.
En momentos difíciles de barcos naufragando
de pronto descubrimos fija en nosotros su mirada inmensa.
Aunque tal como somos no les gustamos,
están de acuerdo, sin embargo, con nosotros.
BERTOLT BRECH (POEMAS Y CANCIONES)
( Alianza Editorial 1979 )
miércoles, 21 de enero de 2009
LA CAJITA
(publicado en el diario ABC en su edición de Córdoba)
Miércoles, 21-01-09
Al final todo el drama del paro se reduce a una cajita. De repente, el mundo laboral se desmorona por la crisis, y el trabajador despedido y amortizado en plena madurez se afana en recoger los pequeños objetos que pueblan su escritorio, como quien cumple una misión última que nadie le ha encomendado. Enfrentado a la cruda certidumbre del subsidio, con el finiquito recién firmado en el bolsillo y un nudo en la boca del estómago, el hombre cesante saca fuerzas de flaqueza para rescatar entre los cascotes de la catástrofe esos efectos personales que amueblaron su rutina.
Después del clásico discurso del jefe sobre cuentas que no salen, pasivos asfixiantes y liquidez evaporada, al ex trabajador sólo le importa meter en una caja lo imprescindible, pensando tal vez que tan ligero equipaje le va a servir para conjurar la angustia de los días sin horario. Teme el futuro incierto que hay al otro lado de la oficina. Le da pavor madrugar para guardar cola en una sucursal atestada de gente tan ociosa como él, rellenar formularios para solicitar la prestación social y explorar en vano ofertas por Internet. No hay guía para un viaje como éste. Tampoco sirven de nada los consejos que puedan darle a uno las decenas de miles de personas que antes emprendieron caminos similares.
Resulta paradójico. En las empresas instruyen al administrativo en el manejo de cuadriculadas hojas de cálculo, enseñan al peón a encontrar el punto óptimo de agua para dar consistencia a una mezcla, forman al periodista para buscar titulares a una insulsa rueda de prensa, pero nadie nos prepara para una situación aparentemente tan simple como un despido. Nadie viene al mundo sabiendo cómo ha de comportarse cuando nuestro salario deja de aparecer en el frío balance de un empresa o la hormigonera se declara en huelga. No nos mentalizan para el desafío que sin duda representa que nosotros nos convirtamos en noticia, rompiendo con la costumbre de que sean otros los nombres sin rostro y las tragedias personales que se camuflan entre las estadísticas y visten de pesimismo los periódicos. Caemos en el error de pensar que el estigma del desempleo sólo persigue a los eslabones más débiles de la cadena del progreso y que a veces ajusta cuentas con los Madoff y Lehman Brothers, los tiburones de la banca que jugaron peligrosamente en la Bolsa.
Pero el día menos pensado ocurre que le vemos las orejas al lobo de la recesión y descubrimos que los despidos masivos no sólo afectan a los desesperados padres de familia que se echan a la calle cuando las multinacionales ponen rumbo a horizontes laborales más baratos y productivos. La crisis no tiene compasión con la experiencia.
Ese desfile de cajas que llevan los despedidos en brazos son el mejor indicador de la escabechina económica. Más fiable que la tasa del paro del INEM, el PIB y la EPA juntas. Dicen que lo peor aún no ha llegado. De ser así, van a faltar cartones donde embalar los efectos personales de tantas bajas laborales. En estos tiempos de incertidumbre, acaso la de reponedor de cartones sea la única profesión con futuro. Al menos mientras nos quede algo que echar en la cajita.