El sonido
de las sirenas,
Restalla
en los oídos
Mientras
aprendemos nuevas posturas
Tendidos
en el filo romo
De un
colchón deshilachado,
Y
observamos nuestras manos entrelazadas
Como un
misterio a descubrir,
Entre las
bambalinas de un teatro abandonado
Donde
añejos actores
De capa
caída,
Interpretan
el desfasado papel
De algún
drama perdido
En los límites
del tiempo pasado,
Ese mismo
tiempo que se asoma
Feroz e
inabarcable
En el
resplandeciente brillo
De un
espejo descascarillado
Que sin
piedad,
Revela a
los ojos
El presuroso pasar,
De los
años
Que
quedaron atrás,
Como un
suspiro desdibujado
Apenas
sentido,
Apenas
notado
En la
piel.
El sonido
de las sirenas,
Llena el
eco del silencio
Deslumbrando
con sus luces azules
La hosca
oscuridad de una noche sin fondo,
La turbia
suciedad de las farolas apagadas,
Donde los
amantes abrazan sus cuerpos
Con el
rozar leve de un quejido apenas audible.
El sonido
lacerante de las sirenas,
Ahoga el
gutural chillido de voces
Y dientes rechinantes,
Que hacen
temblar los cristales opacos
De
ventanas alumbradas
Con la
amarillenta luz muerta
De polvorientas bombillas
En las
que las polillas mueren de aburrimiento
Esperando
alcanzar,
El
primigenio nirvana
Que el
final de la noche
Deja caer
como una promesa no cumplida
En las
entretelas de su destino final.
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