lunes, 20 de abril de 2020

POEMA 31

El sonido de las sirenas,
Restalla en los oídos
Mientras aprendemos nuevas posturas
Tendidos en el filo romo
De un colchón deshilachado,
Y observamos nuestras manos entrelazadas
Como un misterio a descubrir,
Entre las bambalinas de un teatro abandonado
Donde añejos actores
De capa caída,
Interpretan el desfasado papel
De algún drama perdido
En los límites del tiempo pasado,
Ese mismo tiempo que se asoma
Feroz e inabarcable
En el resplandeciente brillo
De un espejo descascarillado
Que sin piedad,
Revela a los ojos
El  presuroso pasar,
De los años
Que quedaron atrás,
Como un suspiro desdibujado
Apenas sentido,
Apenas notado
En la piel.

El sonido de las sirenas,
Llena el eco del silencio
Deslumbrando con sus luces azules
La hosca oscuridad  de una noche sin fondo,
La turbia suciedad de las farolas apagadas,
Donde los amantes abrazan sus cuerpos
Con el rozar leve de un quejido apenas audible.

El sonido lacerante de las sirenas,
Ahoga el gutural chillido de  voces
 Y dientes rechinantes,
Que hacen temblar los cristales opacos
De ventanas alumbradas
Con la amarillenta luz muerta
De  polvorientas bombillas
En las que las polillas mueren de aburrimiento
Esperando alcanzar,
El primigenio nirvana
Que el final de la noche
Deja caer como  una promesa no cumplida
En las entretelas de su destino final.

Amado (abril de 2020)

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