Los
muertos,
cansados,
rehuyen
el combate
dilatando
su tiempo,
antes
de comenzar a andar;
desgranan
palabras despeñadas
en
húmedos rincones
de
sombreadas avenidas,
donde
la vida discurre apelmazada
con
un lento latir
cercano
al silencio
de
la muerte en vida.
Descoloridas
sombras chinescas,
(embutidas
en finos trajes de lino)
proyectadas
sobre una pared desconchada,
embebidas
imágenes de papel couché,
sus
voces se pierden
más
allá del horizonte
en
diálogos sin fin.
Los
muertos,
guían
sus pasos,
en
medio de descompuestos cadáveres
engarzados,
al
igual que las brillantes
perlas
cultivadas de un collar perfecto,
por
entre las oxidadas
vallas
metálicas de un jardín
abandonado
a los elementos,
retoman
el sonido gris
de
una guitarra sin cuerdas
incapaz
de gemir
la
canción esperada;
callados
maniquíes sin rostro,
enlutadas
aves
de
seco graznido,
impertérritos
herejes
de
toscas sotanas,
miran
alucinados,
los
colores informes
que
divagan despacio,
en
el azulado éter
de
un cigarrillo repudiado
por
las endurecidas luces
de
una noche sin retorno;
y
suman frenéticos
los
gestos imperceptibles
de
sus dedos descarnados
en
el infinito acontecer de los días
AMADO
2019
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