Atardece,
solo
en
tres metros cuadrados,
escucho,
el
melancólico
cantar
acompasado
de
la liviana música
que
inunda
de
utópicas imágenes
la
acristalada estancia
donde
me dejo llevar
por
las cavilaciones
que
los primeros minutos
de
la acabante luz del día
traen
hasta mi,
envueltas
en
la azulada sabana del anochecer.
Atardece,
y
dicen las voces
que
entonan
las
canciones antiguas
que
soñar es gratis,
que
ligero de equipaje,
debes
tomar
el
sendero
donde
el viento del norte
prepara
su encuentro
con
el viento del sur
para
poder llegar hasta el mar
y
arremolinarse
entre
las blancas arenas
de
alguna playa perdida,
en
la que los cuerpos descansan
los
huesos cansados
por
el tiempo.
Anochece,
y
el pensamiento de mi voz,
deja
marchitar,
la
luz de gas
que
las tenues letras
de
un poema perdido
en
el fondo de algún cajón olvidado,
se
prenden manoseados,
en
un papel tras otro
mientras
la noche
adormece
mis sentidos.
AMADO mayo 2018
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