Alzó
su voz
buscando
algún signo de vida,
y
vio entre luces bicolores,
que
sus palabras
eran
como un retomar del tiempo,
que
eran humo,
un
fino humo gris
despeñado
desde la más alta de las cumbres
hasta
el fondo pernicioso
de
las infectas cloacas
donde
las figuras humanas
son
desfiguradas estampas de porte marcial
dispuestas
para la lucha en cualquier momento,
y
vio mas allá de donde sus ojos veían
que
su voz era invisible como su vida,
que
el humo de sus palabras
era
el implícito preludio
de
una tormenta imaginada
subiendo
por entre altas chimeneas
ennegrecidas
por desmesurados fuegos
de
mil noches de muerte
y
placer desmedido
donde
el sentido desaparecía
desperdigado
entre fugaces
estrellas
desvanecidas
en
el final de un escaparate vacío
donde
polvorientos maniquíes ciegos
acumulados
en mortecinos trasteros,
esperan
la hora de la medianoche
para
levantar sus brazos
hasta
la blanquiazul luz de la luna llena.
Desnudó
sus palabras
y
las dejó caer
húmedas
sobre el papel
allí
donde el cliquear de los segundos
semejan
ser lagrimas desperdigadas
en
torno al resplandor fugaz
de
una sonrisa aprendida
y
alzó su voz de voces difuminadas
junto
al camino,
mientras
las primeras gotas del otoño
caían
breves hasta la reseca tierra del verano.
Amado.
Nov. 2017
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