Avanzo
entre sombras,
un
bosque de acero y cemento
se
interpone ante mis ojos
intentando
alcanzar
el
horizonte
perdido
de la mañana.
Leve
como un soplido,
una
gota de rocío
acaricia
la palma de mi mano,
que
sorprendida,
quizás
asustada,
acude
deprisa
hasta
el fondo del bolsillo
buscando
el imaginario refugio
del
latido del corazón.
La
simulada representación de la vida,
acude
incontrolada,
salvaje,
sórdida,
feroz,
como
una viciada
corriente
de aire
que
se sostiene
a
ras de suelo,
y....,
va recorriendo,
el
vacío espacio de una habitación
sin
ventanas
en
la que encarcelado
entre
dos hojas de papel
se
escucha el gorgoteo pausado
de
la lluvia
que
se desliza lenta
como
un recuerdo
hasta
el centro del universo.
Avanzo
entre sombras
atrapado,
en
el esquivo sonido
de
un signo caligráfico,
atrapado
en una negación
de
los días pasados,
atrapado
en la niebla infinita
de
la rutina diaria
que
me envuelve
como
un sudario
del
que no se puede escapar.
Los
monstruos
con
forma humana,
exhalan
sus palabras
escondidos
en sus cubículos
de
condensada toxicidad,
y...,
apartan con sus garras,
la
carne de sus victimas
para
poder llegar
hasta
el tuétano de sus huesos.
Avanzo
entre sombras
y
dejo caer hasta el suelo
milenario
de la ciudad,
una
canica,
en
la que reflejar
un
prisionero rayo de luz
que
lucha por escapar
más
allá del horizonte olvidado.
Amado
(febrero del 2017)
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