Así
llaman a un pequeño y profundo lago que entre las alturas abruptas de Sierra
Nevada ofrece al sol el límpido espejo de sus aguas. Muy de cerca de él se alza
el ingente pico de la Veleta. Y en torno al lago y al monte la imaginación
popular ha tejido sus leyendas.
En
cierta ocasión, un pastor condujo su rebaño por los riscos y fragosidades hasta
las elevadas orillas de la laguna de Vacaras, cuando he aquí que vio a dos
hombres que se acercaban hacia donde él estaba. Iban extrañamente ataviados, y
uno de ellos llevaba en las manos un libro abierto, mientras el otro sostenía
una hermosa red de pescador.
Se
detuvieron a corta distancia del pastor y el primero de ellos, inclinando su
vista sobre las páginas del libro, leyó unos momentos y dijo a su compañero:
-Echa
la red.
La red se hundió en las aguas del lago y al
momento la sintieron cargada. Tiraron con vigor hacia la superficie y sacaron
un caballo negro. Y el del libro, con desdeñoso semblante, exclamó:
-No,
no es éste; echemos de nuevo la red.
Y
la echaron, y a los pocos instantes vieron salir un caballo variegado.
-Tampoco,
tampoco es éste- dijo con impaciencia el lector-; probemos una vez más. Echa la
red.
Un
caballo blanco apareció sobre el agua tranquila.
-Basta:
éste es- murmuró el del libro.
Nada
respondió su compañero. Y ambos, subiendo sobre la blanca montura nacida del
lago, partieron en silencio.
El
pastor contemplaba la asombrosa escena. Los vio marchar y nunca volvió a saber
más de ellos.
No
falta leyenda que asegure que del lago tranquilo y apacible saldrá un día del
monte e, irrumpiendo feroz e inclemente, anegará la ciudad. Y, Granada y su
vega desaparecerán bajo el turbión. Esto es tan cierto, que una noche un pastor
que estaba sentado junto al lago, oyó una voz que interrogaba, amenazadora:
-¿Quieres
que rompa el dique? Dime que sí e inundaré Granada.
Y
otra voz, grave y piadosa, respondía:
-Todavía
no, todavía no.
Otra
vez fue un fraile el que, estando sentado a la orilla del lago, se vio
sorprendido por la ingrata presencia del diablo, que merodeaba por aquellos
lugares en busca de almas a quienes tentar.
El
viajero que abandone las inmediaciones de la laguna de Vacaras y prosiga su ascensión
hacia el pico de la Veleta, podrá ver en l cima de esta magnífica altura unos
ruinosos y pétreos restos que son, probablemente, las reliquias de una antigua
torre que daría nombre al pico.
La
leyenda opina de otro modo respecto del origen de estas ruinas que coronan el
monte:
Hubo
en lejanos tiempos, en Granada, un moro tan sabio como viejo, que agrupaba
junto a sí a numerosos servidores y discípulos. Un buen día tomó a sus hombres
y subió al picacho. Y habitaron en los edificios que remataban la cima.
Al
cumplirse los siete años y un día, el viejo árabe miró hacia el mar lejano, y
de él parecía levantarse, tenue y perezosa, una nubecilla casi del tamaño de la
mano de un hombre. Se elevaba sutil, como un jirón de gasa. El viejo sabio la
contempló y llamando a los suyos, les dijo:
-La
tempestad se aproxima. Marchemos, pues, de aquí hijos míos.
Todos
le obedecieron, bajando presurosos por las escarpadas laderas. Y en la cima se
desencadenó la furia incontrastable de la tempestad, y los maravillosos
edificios sucumbieron al furor ciego de los elementos.
FUENTE:
Leyendas Populares y Literarias de Andalucía (Antonio Avilés Ramos)
No hay comentarios:
Publicar un comentario