jueves, 23 de febrero de 2012

ESTAS HEROICIDADES







Si tuviera una cabeza resplandeciente
y la gente se volviera a mirarme
en los tranvías;
y yo pudiera extender mi cuerpo
a través de la brillante agua
y mantener delante de los peces y las serpientes de agua;
si pudiera arruinar mis plumas
volando ante el sol;
¿crees que permanecería en esta habitación
recitándote poemas,
y fabricando escandalosos sueños
con el más pequeño movimiento de tu boca?

LEONARD COHEN

ERES LA TIERRA Y LA MUERTE

Eres la tierra y la muerte.
Tu estación es la oscuridad
y el silencio. No existe
cosa que, más que tú,
esté tan lejos del alba.


Cuando pareces despertar
eres dolor tan sólo,
lo tienes en los ojos y en la sangre
pero no lo sientes. Vives
como vive una piedra,
como la tierra dura.
Y te recubren sueños,
movimientos, sollozos
que ignoras. El dolor,
como el agua de un lago,
tiembla y te rodea.
Hay círculos en el agua.
Tú dejas que se desvanezcan.
Eres la tierra y la muerte.


CESARE PAVESE

jueves, 16 de febrero de 2012

76

Te tengo reservada una mueca de desprecio.
Se la suelto a las solapas de mi abrigo,
pero te pertenece a ti.
Uno de estos días
intentaré evitar
que te maten,
pero lo haré a disgusto.
En mi discurso al jurado
intentaré recordar, si puedo,
la fragancia de tu piel,
quizá puedas salir libre
aun habiendo sido la Puta del Pueblo
durante cinco años.

LEONARD COHEN

HUELLAS EN LA TIERRA

Después de haber vencido a la muerte con su canción
y haber perdido luego,
obtuvo en cambio poder sobre las piedras.
Las atraía con su hechizo
y ellas lo seguían como un rebaño.
Las más grandes avanzaban dando vueltas
con torpes movimientos laterales como leones marinos,
las pequeñas y planas saltaban alegremente
como lanzadas contra la superficie del agua.
Las regordetas rodaban como ruedas tridimensionales
en cualquier dirección,
las informes y calvas avanzaban a la buena de Dios
con movimientos de cabeza afirmativos.
Algunas jadeaban por el esfuerzo y se abrían
como mejillones gigantescos.
Otras vomitaban diamantes como si fuesen
los pequeños fetos de las piedras.
Algunas hablaban sin boca con voz estruendosa
y atronadora,
otras gemían  como lo intentan hacer los peces
que el frío ha soldado al hielo.
También se oían limpias campanadas
como si hubiesen tenido sonoros metales
en sus sonoras panzas.
Piedras de todos los tipos y formas
seguían de buena gana al gran cantante,
sin detenerse siquiera a pastar
como hace el ganado.
Pero al descender la escarpada montaña
de Ródope no lograron detenerse
sino que se precipitaron como un alud
 y enterraron al pastor cantante
bajo su desprendimiento de piedras.

ARTUR LUNDKVIST

viernes, 10 de febrero de 2012

POESIA ESPAÑOLA DEL SIGLO DE ORO

ÚLTIMO SENTIMIENTO DEL AMANTE

No me aflige morir, no he rehusado
acabar de vivir, ni he pretendido
halagar esta muerte que ha nacido
a un tiempo con la vida y el cuidado;
siento haber de dejar deshabitado
cuerpo que amante espíritu ha ceñido;
desierto un corazón siempre encendido
donde todo el amor reinó hospedado;
señas meda mi amor a fuego eterno,
y de tan larga y congojosa historia
sólo será escritor mi llanto tierno;
Lisi, estáme diciendo la memoria
que, pues tu gloria la padezco infierno,
que llame al padecer tormentos gloria.

AMOR QUE DURA EN LAS CENIZAS

Si hija de mi amor fuese,
¡qué parto tan glorioso que sería
el de mi amor contra toda la vida mía!,
¡qué gloria que el morir de amar naciese!
Llevara yo en el alma a donde fuese
el fuego en que me abraso, y guardaría
su llama fiel con la ceniza fría,
en el mismo sepulcro en que durmiese.
Desotra parte de la muerte dura
vivirán en mi sombra mis cuidados
y más allá del Lethe mi memoria;
triunfará del olvido tu hermosura,
mi pura fe y ardiente, de los hados,
y el no ser por amar será mi gloria.

FRANCISCO DE QUEVEDO Y VILLEGAS


A ITÁLICA

Éstas ya de la edad canas ruinas
que aparecen en puntas desiguales,
fueron anfiteatro y son señales
apenas de sus fábricas divinas.
¡Oh!, a cuán mísero fin, tiempo destinas
obras que nos parecen inmortales,
y temo, y no presumo, que mis males
así a igual fenecer los encaminas.
A este barro que llama endureciera
y blanco polvo humedecido atara,
¡cuánto admiró y pisó número humano!
Y ya el fausto y la pompa lisonjera
de pesadumbre tan ilustre y rara
cubre hierba y silencio y horror vano.

FRANCISCO DE RIOJA


LA SOLEDAD

Amable soledad, muda alegría,
que ni escarmiento ves, ni ofensas lloras;
segunda habitación de las auroras;
de la verdad primera compañía.
Tarde buscada paz del alma mía,
que la vana inquietud del mundo ignoras,
donde no la ambición hurta las horas,
y entero nace para el hombre el día.
¡Dichosa tú, que nunca das venganza,
ni de palacio ves con propio engaño,
la ofendida verdad de la mudanza,
la sabrosa mentira del engaño,
la dulce enfermedad de la esperanza,
la pesada salud del desengaño!

ANTONIO HURTADO DE MENDOZA

jueves, 9 de febrero de 2012

60

Me haré viejo
la fotografía se hará vieja.
Moriré,
la fotografía irá a parar a un museo.
Estudiad a los que están desnudos.
Ellos también envejecen,
incluso ellos, los que están desnudos;
incluso los que han sido abandonados.
La fotografía te hace ver que
la forma que tienes de abrazar a tu chica
está pasada de moda.


LEONARD COHEN (La Energía de los Esclavos)

martes, 7 de febrero de 2012

JETHRO TULL












AQUÍ ESTARÉ

A veces me entristezco si te amo demasiado,
si doblo tus miradas como el mantel de grosella
que soñaba en mi infancia. Si digo que tus labios
eran aquella luz que una tarde, en el río,
puso verdes las cañas, maravillosamente.


Porque nada ha nacido en nuestro amor, apenas
amanecen, las cosas tienen nombres antiguos:
una vía nevada de almendros, cuando marzo
deposita en los trenes su carga de ventura.
Un imán apagado, un quitasol a rayas,
unas chinas ¿recuerdas?, de un mar entre cristales.


Podría relatarte la tarde entre los pinos,
cuando hace tantos años nos herimos los dedos.
Podría estarme quieto con los ojos cerrados
y notarte en el aire cuando estuvieras dentro:
el aire de una plaza, la corriente de un cuarto,
la sala de los viejos cuadros y el almanaque.


Y así todo, el aviso del amor que ha venido,
como vienes ahora, dejando amor y vida.
Así un instante, yendo en pos de la alegría,
se anticipa mi queja, cómplice del recuerdo.


Podría estarme a solas creciéndote, sin verte,
lentamente apuntando las más trémulas horas:
llevarte hasta la pura lotananza del puerto
ante cuyas cancelas de hierro nos amamos.


Podría estar debajo de unos árboles muertos
y el corazón, aún vivo de memoria, te amara.
Un papel que rodando con la lluvia nos roza
ya su turno proclama de amor y su mensaje.


Podrá mañana mismo trasponer la frontera
la muerte que sestea con sus tristes acólitos,
exigiendo su instancia última y su primicia.
Aquí estaré. Al minuto, mi reloj con el tuyo,
dispuesta la linterna con su faro de niebla,
mis brazos a los tuyos ya para siempre abiertos,
sentado en el rebate del amor en que vivo,
pendiente de la dicha del amor en que muero.


VICENTE NUÑEZ (poeta cordobés)