SUCESOS DE LA GUERRA DE LOS VELEZ Y DE ÉSTE POR OTRAS PARTES DE LA ALPUJARRA HASTA SU MUERTE
Estaba el marqués de los Vélez con un pequeño campo en Berja habiéndosele ido lo mejor de su gente. Supo por algunas espías venía sobre él con más de 10.000 moros Aben Humeya. Fue tan cierto que dentro de dos días, tocando a recoger los tambores nuestros, se entraron por el lugar con increible furia y vocería los moros, dando el asalto con tal furia de escopetería y voces que atronaban el campo. Los nuestros retirados al cuerpo de guardia donde se defendían de infinita morisma que iba enviando poco a poco Aben Humeya, el marqués viendo que bien lo hacía su gente y que apretaron de manera a los enemigos que los hicieron retiras, apretó con sus caballos y alcanzó la victoria, huyendo los moros bien de priesa y dejando muertos más de 1.500.
Poco después salió Antonio de Luna, señor de Fuentidueña, llevando en su compañía a don Luis de Cardona y Córdoba, hijo del duque de Sesa y Baena, que sirvió en esta guerra como grande caballero, a Tello de Aguilar con los escuderos de Écija y a don Pedro de Pineda, caballero de Sevilla, con su compañía. Dio sobre los Albuñuelas que estaban de paz. Porque recibían moros enemigos, cautivó a más de 1.500 moros, mató muchos que se defendieron y a Lope, famoso monfí, con otros que estaban en el lugar. A los que se subían a la sierra detuvo y mató Tello de Aguilar con su gente.
En este tiempo se rebeló todo el río de Almanzora lleno de infinitos pueblezuelos. Y por orden del rey, con vehemente pretensión de razones y fuerza del duque de Sesa y del presidente, se sacaron los moriscos del Albaicín para llevarlos a Castilla y Andalucía. Espectáculo de los más tristes y miserables que vio Granada, bien merecido de su poca fe y lealtad. Estaba su majestad en Córdoba por este tiempo donde había venido con su corte honrando muchos meses aquella ciudad con su presencia. Y aunque la halló despoblada de gente y caballeros que le servían en la guerra les fue de guarda y amparo sus casas y haciendas, íntimo amador y alabador de sus cosas. Alegróse mucho de ver en su cabildo tantos y tan venerables viejos que por sus muchos años no podían menear las armas, y con su gran capacidad y consejo gobernaban la paz.
Envió el señor don Juan a don Luis de Córdoba, su caballero mayor y capitán general de la caballería en esta guerra, a socorrer a Serón donde estaba cercado el alcalde. Pero a mitad del camino supo se había rendido el castillo y se volvió a Granada. Súpose luego estaba muy a peligro Oria y Vélez el Blanco donde estaban las hijas del marqués de los Vélez en gran peligro, Ordenó el señor don Juan a Pedro del Odio, alcalde de corte que estaba en Lorca, envíase gente de socorro aquellas villas y a don Juan de Haro, caballero principal de Córdoba y capitán de los caballos del marqués del Carpio que venía de camino a Granada, con su compañía se metiese en Vélez el Blanco y tuviese cuidado de guardar aquel partido.
Deseó mucho Aben Humeya ocupar Almería por ser puerto apacible para las galeotas que esperaba de África. Dos veces envió buen número de gente con ánimo de hacer salir los cristianos a la pelea y entrarse dentro por otra parte. U lo tenía casi desconcertado con los moriscos vecinos. Al fin, viendo los nuestros tan acorralados que no osaban salirse de la ciudad, juntó un gran número de gente en Andarax para dar sobre Almería donde le decían no había gente de guerra, como era verdad. Don García de Villarroel, por sacarlo de esta verdadera opinión, dio de repente un día sobre Huecija, cuatro leguas de Andarax. Llevó una buena cabalgada y mudo de parecer Aben Humeya entendiendo había mucha gente de guerra y que los moriscos le habían engañado. Enojóse con los que tenía en su campo y a 23 de ellos los hizo matar por espías con castigos crueles. Pero no menos número de gente moría de los nuestros por estos días a manos de los moros monfíes. Uno de ellos fue el valeroso capitán Céspedes con toda su cuadrilla.
Diose orden se rehiciese el campo del marqués de los Vélez que estaba acorralado en Adra. Mandóse al comendador llevase la gente de Adra por mar y que iban a embarcarse en la playa de Motril la gente que tenía en Órjiva don Juan de Mendoza, cinco compañías que iban a orden del marqués de Ferrara y las cuatro de la ciudad de Córdoba cuyos capitanes eran don Fernando de Simancas, don Pedro de Acevedo, Cosme de Armenta y don Diego de Argote. Toda esta gente alentó al campo del marqués. Salió dividido en tres escuadras. Llevaba la vanguardia Córdoba y sus capitanes con el marqués de la Favara. Supo el poderoso ejército que tenía y así Aben Humeya a África al Habaqui a pedir socorro y don Hernando el Zaguer, su tío, le trajo gran número de moros. Salieron al camino gran multitud de ellos. Acometiólos la vanguardia donde la gente de Córdoba y, enviando el marqués por los lados alguna gente para cogerlos en medio, desmayaron y dieron a huir siguiendo el alcance los caballeros cordobeses, el marqués de la Favara y el de los Vélez con otros caballeros hasta Ugíjar y Válor donde estaba Aben Humeya. Otro día a vista de los enemigos se entró todo el campo en Ugíjar con grande honra de la nación española. A 3 de agosto salió el marqués contra Aben Humeya que estaba en Válor. Llevaba a la vanguardia don Pedro de Padilla con los soldados viejos de su tercio, en la batalla iba el marqués de Favara, caballeros de Córdoba y algunas compañías de Murcia y por retaguardia los catalanes. Estaba Aben Humeya en la ladera de un cerro debajo de Válor y en un cerrillo caballero del río y del camino por donde de forzosamente habían de pasar los nuestros se pusieron 500 arcabuceros. Llegó nuestra vanguardia a este cerrillo y acometieron con valor español. De tal manera pelearon los moros que pusieron en contingencia la victoria. Corría de unas partes a otras Aben Humeya en un caballo blanco con una aljuba de grana y un turbante turquesco en la cabeza animando a su gente. Pidió la vanguardia favor a la caballería y mandó el marqués los acompañasen don Diego Fajardo, su hijo, don Jerónimo de Guzmán, caballero de Calatrava con algunos caballos de Córdoba su patria, y don Martín de Ávila con los de Jerez. Subieron por la falda del cerro y fueron a salir a unas viñas que estaban a media ladera. Acometieron a los enemigos por donde nunca los moros pensaron pudiesen subir caballos y así desmayaron y, teniéndose por por perdidos, dejaron el sitio y lugar se se pusieron todos en huida. Procuró detenerlos Aben Humeya y no pudiendo huyó con los suyos. Y temiendo no le prendiesen los de a caballo que le iban en los alcances se apeó del suyo y, con sólo seis moros, se subió la sierra arriba entre unas breñas muy altas, entre Válor y Mecina. Aquí llegó la infantería, que cae una legua adelante de Válor, y los caballeros. Habían antes subido buen rato de la sierra hasta encaramar a los enemigos en lo más alto de ella.
El marqués pasó a la Calahorra y de allí otro día volvió a Válor, donde estaba alojada la gente, con algún refresco que le trajeron de Guadix de que tenía grande necesidad. Y fue tal que por el hambre que se padedía en el campo se fue deshaciendo. Retiróse a Calahorra el marqués por esperar allí bastimento de Granada. Éste no vino y el de la tierra era corto. Fue la necesidad tan grande que no le quedó casi gente. Sucedió esta desgracia después de tan gran victoria, cuando acababa de llegar Fernando Alhabaqui con 400 turcos escopeteros de Argel y por capután Hoscein, hombre sedicioso que en llegando a España de secreto y encubierto entró en Granada, Almería y Guadix reconociendo la tierra. Animó a los modix ofreciéndoles hacerles señores del reino. Aben Humeya repartió sus fronteras en mucha paz porque no había quien le hiciese la guerra desbaratados y deshechos los ejércitos cristianos. Y los moriscos, como señores en todo, sembraban y cogían sus frutos sin peligro. Llegó su desvergüenza a dara una madrugada 2.000 de ellos sobre el Padul, tres leguas de Granada, 11 banderas tendidas acometieron el lugar con tanto ímpetu que, antes que los nuestros se pudiesen recoger en el fuerte, mataron a 36 soldados y robaron 30 caballos de una compañía de gente de Córdoba que estaba allí de presidio cuyo capitán era don Alonso de Valdelomar. Saquearon las casas y pusieron cerco al fuerte pero defendiéndola los de dentro mataron muchos moros. Cuatro horas enteras estuvieron quemando, saqueando el lugar y batiendo el fuerte. Al principio de este combate salió del fuerte un escudero de Córdoba y por medio de los enemigos pasó libre. Llegó a Granada donde avisó del peligro. Acudieron algunos caballeros y, retirándose los moros, les fueron picando las espaldas el duque de Sesa que salió al socorro, dejando bien prevenido el fuerte. Dio la vuelta a Granada Aben Humeya con 10.000 hombres, corrió el río Almanzora y dio sobre la ciudad de Vera después de haber ocupado las Cuevas, lugar del Marqués de los Vélez. Cercóla, plantó alguna pequeña artillería y llegó a derribar la muralla con picos. Taló los campos y sabiendo venía mucha gente de socorro se retiró sin temor del marqués de los Vélez que estaba con muy poca gente acorralado en la Calahorra, donde si no fuera por el cuidado de su hijo don Diego Fajardo y don Jerónimo Guzmán, caballeros de Córdoba, con los escuderos cordobeses de su compañía se le fueron unos pocos, que quedaban al fin el campo de 12.000 hombres que traía vino a disminuirse en sólo 3.000 soldados.
No permitió Nuestro Señor que las tiranías y robos del traidor Aben Humeya pasasen más adelante. Levantáronse contra él Diego Alguacil y otros deudos suyos por una prima suya que traía el reyezuelo por manceba deshonrando al linaje y por otras crueldades. Fingen una carta en que mandaba matar los turcos. Ésta se la pusieron ellos en sus manos. Llevados de cólera y enojo le prendieron, saquearon la casa y Diego Alguacil y Diego de Arcos le ahogaron con la toca que traía y le enterraron en un muladad. Honroso premio de su desvario. Dicen murió, diciendo que era cristiano el que profesaba la ley de Mahoma y estaba cercado de mujeres.
ADELINA CANO FERNÁNDEZ Y VICENTE MILLÁN TORRES
Edita: Ayuntamiento de Córdoba, Área de Servicios Culturales y Turismo
Edición cofinanciada por la Excma. Diputación de Córdoba, Delegación de Cultura.
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