




















Para llevar este mal nombre adelante era necesario comulgar y confesar amanecido haciendo mil sacrilegios. Porque, como ella declaró, nunca dijo verdad y cuando acababa de comulgar, callando aquellos pecados, dijo y juró que eran tan grandes los dolores y rabias de dolor de corazón y entrañas que pasaba que cada vez pensaba era el último de su vida y porque algunas veces vio en la ostia a Cristo Nuestro Señor crucificado. Tantas voces le daba aquel amoroso padre de las almas para que dejase el demonio y se volviese a su majestad y siempre salía más dura y empedernida. Por no padecer tan pesados dolores pidió al demonio le pusiese una forma sin consagrar y viéndole el sacerdote cuando comulgaba a las demás admirado pasaba adelante a comulgar a las demás monjas. Y ella, otras veces, se la ponía con disimulación. Disimulaba este tormento con hacer la llevasen en comulgando a su celda y la acostasen en la cama porque era imposible hacerlo por sus pies para sus trabajos a solas. Y fingía eran desmayos de puro amor de Dios, a tanto llegó la malicia humana. Confesó que en el convento porque la tuvieran por santa había comido siete años a reo, solo pan y agua, y no pudiendo ya llevar tan largo ayuno publicó no quería comer bocado del mundo y de secreto iba a hurtar algunas cosas de comer conque se sustentara. ¡Qué mal empleados ayunos y martirios! Llegó a decir con palabras blasfemas de Dios le enviaba del cielo la comida.
Estando muchas horas arrobada fingidamente engañando al mundo una vez le metieron tres alfileres largos por el pie, mano y tobillo y dijo no los sintió. Estuvo por esta causa muchos días enferma en la cama. Cayéronsele unos huevos en el suelo, no se le quebraron y ella publicó era milagro habiendo caído en una poca de mezcla. Desconcertóse un brazo una noche, el demonio un Sábado Santo hizo con sus trazas e invenciones que saliese de su trabajo, ella publicó que Cristo Resucitado le había hecho aquella merced. Viose alguna veces se le abrían las paredes y pasaba por ellas. Quiso probar su provincial si esto era verdad. Metió dentro de la huerta dos religiosos siervos de Dios, púsolos por guarda de una celdilla donde la encerró tapiando la puerta a cal y canto. A la mañana siguiente la hallaron paseándose junto a la alberca, cosas por cierto prodigiosas y raras permitidas de Nuestro Señor para soberanos fines. Varias veces la vieron en diversas ciudades lejos de Córdoba si no es que el demonio tomaba su figura aparente.
En algunas apariciones que tuvo de santos y ángeles, en cuya figura se le aparecía el demonio para engañarle, dijo con notable verdad que dejaba de ver no eran de Dios sino del demonio, porque si fueran cosa guiada del cielo ella quedaría más humilde y no manifestaría a persona alguna la merced que Dios le hacía y le pesara mucho se supiese esta soberbia. Fue causa se conociese su mala vida porque quería que en el conventos todas le hincasen la rodilla cuando pasaban delante de ella y porque algunas se descuidaran les daba grandes reprehensiones. Y como es verdad de Cristo Nuestro Señor que no hay cosa oculta que no salga alguna vez a plaza, aunque mayor disimulación y silencio hay en ella, permitió Su Majestad se viniese a saber este trato con el demonio porque diversas veces le oyeron hablar en su celda las cosas. Mostraron bien no poder salir de otro que del autor de la mentira. Llegóse a esto oir una noche en San Francisco del Monte, casa de santísimos religiosos, en una horrible tempestad a los demonios conjurados por aquellos santos varones que llevaban gran fiesta al demonio familiar de Magdalena de la Cruz. Al fin todas estas cosas y otras vehementes sospechas forzaron a los señores del Santo Oficio recogerla en sus cárceles donde, deseando salir de estos trabajos y martirios en que vivía, que estaba cansada y acosado con ellos, confesó de plano toda la verdad y las cosas aquí referidas. Usaron con ella grande misericordia aquellos señores como lo tiene de costumbre imitando tanto la de Dios. Salió al auto que se hizo en Córdoba concurriendo a él toda la ciudad por la grande fama de esta mujer. Descubrieron su engaños e invenciones, sus tratos con el demonio, ayuno de vagamente y fue condenada a reclusión perpetua en un monasterio donde sirvió, en oficios los más viles y bajos sin permitir se sentase en casa alguna en lugar honrado. Tomó esta penitencia con buena voluntad y llevólo con gran paciencia y otras secretas que le dieron aquellos señores. Eran sus ojos fuentes de lágrimas y su cuerpo tratado asperísimamente por satisfacer sus pecados. Finalmente, es común fama del conventos donde vivió lo restante de su vida y murió, que la fama tan falsa que antes tenía de virtud y santidad, cuando dio en estas veras de humildad y penitencia, la podía merecer.
Buen ejemplo tiene aquí muchas mujeres livianas amigas de unos extraordinarios caminos, unas oraciones o sueños que ellas se fingen en donde quieren Dios les hable el corazón. Adviertan el peligro en que se ponen y cojan el ordinario camino de la Iglesia, de oración y mortificación, dejando estas invenciones y modos de hablar de Dios y revelaciones inventadas de su flaca cabeza. Y en muchos días no fue menor el suceso de la monja de Santo Domingo en Portugal, llamada María de la Visitación, que engañó mucho más aquel reino con sus llagas fingidas y sus embelesamientos y ratos que ella tanto publicó. Después, por orden del señor arquiduque Alberto, gobernador de aquel reino, vino a confesar ante los señores de la suprema inquisición don Miguel de Castro, arzobispo de Lisboa, el doctor Paulo Alfonso, el padre Jorge Serrano de la Compañía de Jesús y el licenciado Antonio de Mendoza, haciéndose primera experiencia de la verdad con lavatorios que le dieron, con los cuales no quedó rastro ni señal de llagas, que ella se las hacía con un cuchillo cuando la visitaban sus superiores. Y después, con tanta particular, confesaba las señales. Confesó haber tenido trato con el demonio y que los resplandores y ratos eran fingidos. Aquellos salían de un braserillo de fuego que llevaba en el pecho, lo soplaba de cuando en cuando y parecían luces en el rostro porque la tuviesen por santa. Sentenciáronla a reclusión perpetua y algunas disciplinas y ayunos cada semana. Y año de 1590 sacaron en auto en Córdoba unas beatas de Jaén, la Romera y Antonia Rodríguez, natural de Sevilla, y otras con Gaspar Lucas, clérigo de aquella ciudad. Fingieron revelaciones y tratos públicos. iban acompañados de vana soberbia y de cosas deshonestísimas indignas de referirlas en este lugar. Dios conserve aquestos señores del tribunal santo de la Inquisición por cuyo medio Nuestro Señor nos hace tantas mercedes de alumbrarnos y estorbar los engaños con que Satanás cada día pretende pervertir las almas. Siempre he visto y experimentado que las virtudes verdaderas desean estar encubiertas y les pesa en el alma se publiquen, y si algo se rastrea afirman y pregonan ser nada. Aquestas mujercillas, deshonra de la virtud, procuran que sus honras vanas lleven gran parte del aplauso y la honra popular.
HISTORIA GENERAL DE CORDOBA DE ANDRES DE MORALES
Adelina Cano Fernández
Vicente Millán Torres
Edita Ayuntamiento de Córdoba