Cuando el agua llegue aquí, ¡ay, Sevilla qué será de tí!
De dinero y santidad, la mitad de la mitad.
Las migas en la poyata, quien no venga no las cata.
Dios al humilde levanta y al orgulloso quebranta.
El que se ríe de mal que le ocasiona a otro, se ríe del suyo propio.
La muerte no perdona ni al Rey ni al Papa ni a quien no tiene capa.
Las visitas gusto dan cuando se van.
Más vale vivir un día en pie que no un año de rodillas.
Mes de la Pascua, se vive junto a la brasa.
Ni muerte sin llanto, ni boda sin canto.
Salud y pesetas, lo demás son puñetas.
Lo que no pensé antes de hablar, después de hablar me da que pensar.
Remienda, remienda y no vayas a la tienda.
Al juzgar un hecho, mete la mano en tu pecho.
Los mandamientos de la Carraca, que cada uno fume de su petaca.
No hay pena que dure siempre, ni desengaño que mate.
En casa de mujer rica, ella manda, y ella grita.
En tiempo de la vendimia, la boca es libre.
Lo que es bueno para el bazo es malo para el espinazo.
Si quieres ver a un amigo andar, parate a mear.
El garbanzo y el melón, cuanto más chicos mejor.
La viña y el potro, que los críe otro.
Cuando ladra el Perro de Rota, el agua viene que trota.
La puerta abierta, al justo tienta.
Chica es mi casilla, pero vale más que toda Sevilla.
El que quiera saber, que compre un viejo.
Las obras del rey van a paso de buey.
El que te acaricia más de lo que suele, en que te ha engañado o engañarte quiere.
Cuando el carpintero tiene madera que labrar y la mujer harina que amasar, nunca le falta ni leña ni pan.
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