Al ver, por mano curel del Tiempo, ajado
el esplendor de una era consumida;
al ver la altiva torre derruida
y al bronce por la muerte devorado;
al ver cómo el Océano ha logrado
ganarle al reino de la playa huida,
y a la tierra en el mar clavar su herida
compensando perdido con ganado;
al ver de la grandeza ese mudarse
o a la grandeza misma derrumbarse,
enséñanme esas ruinas a que arguya:
De llevarse a mi amor vendrá la hora.
Como una muerte en tal pensar, que llora
por tener lo que teme que le huya.
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