El fantasma de mí mismo
Irrumpe en mi soledad
Para ahuyentar sin piedad
El sueño en que me ensimismo.
Desde el fondo del abismo,
Me llama a la realidad
Con lúgubre gravedad
Tinta en amargo humorismo.
Huye a su voz el ensueño
Dejando al fantasma dueño
Del campo de mi presente,
Y entonces ¡ay! apercibo
Ser mi fantasma un ser vivo,
Yo, un fantasma evanescente.
SALVADOR DE MADARIAGA
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