Se ajaron mis ropas de polvo colorido,
al fondo de mar mis vestiduras devolví;
ciego quedé junto al estanque,
junto al río desmayado por un coletazo de su propia espuma.
En vano busqué la imagen mía
mirándome en el espejo oscuro de los girasoles;
perdí el brillo inmortal liquidándolo a grandes sorbos
y también mi franela para limpiar la luna
y el puerto donde el atardecer cae de rodillas.
Perdí mis entrañables pertenencias,
mis lujos de hombre sin nada,
la mirada antigua que crecía
a la velocidad con que el tallo persigue su follaje.
¿Dónde quedarían mis palacios de agua con sueño,
dónde las enormes hojas blancas
que el invierno desprendió del mástil?
¿Las águilas del centro de la tierra,
los dulces inventos de aserrín,
mis bienes todos, apenas mesurables en latidos y alegría,
en qué pliegue del caos hallaron sepultura?
Damas y caballeros, piedras y pájaros:
es la hermosura de la vida lo que nos deja tan pobres,
la hermosura de la vida
lo que lentamente nos vuelve locos.
Oh señores, señoras, niños, flores
mi corazón comparece por última vez ante vosotros:
se ajaron mis ropas de polvo colorido,
al fondo del mar mis vestiduras devolví.
Marco Antonio Montes de Oca
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Manu Medina