TEATRO CULTURAS | 19
No sólo entretiene, divierte o invita a reflexionar. El arte dramático cumple también una función educativa y enseña a quienes lo practican a ser más responsables y respetuosos y a quienes lo consumen a ser más tolerantes
Sara Arguijo Escalante
s.arguijo@lacalledecordoba.com
Decía el dramaturgo Bertolt Brecht que “si la gente quiere ver sólo las cosas que pueden entender, no tendrían que ir al teatro, sino al baño”. Una afirmación que refleja, de algún modo, que el papel que ha jugado a lo largo de la historia esta disciplina artística va mucho más allá de la mera representación de una obra y, en este sentido, ha servido como válvula de escape en tiempos marcados por la opresión; como motor de transformación social, en épocas de apatía; como instrumento de denuncia en momentos en que las cosas no son como deberían; como reflejo de la sociedad incluso cuando ésta no ha sido consciente y hasta como una forma de que el ser humano se ría de sí mismo.
Es decir, según coinciden todos los expertos consultados por El Semanario, el teatro es un arte vivo que, a diferencia de otras disciplinas, tiene una mayor capacidad para acercarnos a la realidad y, sobre todo, hace a quienes se dedican a ello y a quienes lo consumen “mejores personas”.
Una escuela de valores
Se puede decir, de hecho, que tanto encima como debajo de un escenario se aprenden y promueven valores que van desde el enriquecimiento cultural o el desarrollo de la creatividad y la imaginación –que se le presupone a cualquier arte– hasta el desarrollo de la sensibilidad, pasando por el respeto, el trabajo en equipo o el sentido de la responsabilidad. Por eso, “una ciudad donde hay vida teatral siempre será mejor que otra donde no exista”, defiende Julián Molina, fundador y gerente del Teatro Avanti, y, por lo mismo, la Escuela de Arte Dramático de Córdoba (Esad) ha celebrado los días previos al Día Mundial del Teatro (27 de marzo) la segunda edición de ‘Marzo a escena’, unas jornadas internacionales de formación teatral con las que se ha pretendido mostrar la riqueza que el conocimiento del arte dramático puede generar en la educación de la persona y, por tanto, la repercusión que tiene en el entorno.
Y es que, como apunta Pepa Chacón, una de las actrices que ha participado este año en la Muestra de Teatro Aficionado con Cuadros de amor y humor, “una cosa es lo que se habla o la imagen que hay de este mundo y otra muy distinta lo que aporta”. Es más, ella asegura que gracias al teatro ha adquirido muchísimos conocimientos tanto formativos y culturales como personales. Así, comenta que desde que hace dos años empezó los ensayos con el grupo La Plaza se ha hecho más “libre” y ha logrado valorar más el arte, hacerse más responsable, adquirir compromiso con lo que hace, y, al mismo tiempo, ha sido capaz de ganar confianza y seguridad en ella misma, pero también ser más humilde y saber “que no siempre vas a hacer lo que tú quieres”.
Recursos para el día a día
En otras palabras, esta disciplina es tan amplia que permite un desarrollo integral. Por ello, el profesor de expresión corporal de la Esad, Miguel Ángel García, resalta que a los alumnos de la escuela se les enseña desde cómo utilizar las herramientas para dedicarse al teatro a nivel profesional a desarrollar las cualidades personales y, sobre todo, trabajar en grupo. “Aquí dependemos los unos de los otros por lo que es fundamental hacer hincapié en el respeto hacia los demás y en la capacidad de escucha”, afirma.
Claro que también es importante, según relata el profesor, hacer ver que con el aprendizaje de las artes escénicas no sólo se mejora el talento natural o la transmisión de emociones, sino que se debe fomentar la cultura del esfuerzo.
Es decir, se trata de “mostrar a los estudiantes que con la disciplina se pueden compensar las carencias que se puedan tener” y hacer que así “se vayan superando a ellos mismos”, añade.
De igual modo, este arte proporciona un sinfín de recursos para desenvolverse frente a los problemas diarios porque “a veces la vida es un pequeño teatro y es necesario compartir y saber ponerse en el lugar del otro”, asegura Chacón. Algo que, desde el punto de vista de Irene Lázaro, actriz y profesora del taller de expresión corporal que se imparte en la Asociación Down Córdoba, “te hace más tolerante”.
En este sentido, el hecho de que actores, directores, escenógrafos, etcétera, se inmiscuyan en historias de personas que tienen una forma de pensar, un carácter, unas actuaciones o unas circunstancias distintas y se vean obligados además a entenderlos, lleva a que su visión de la vida cambie, “por eso el teatro enriquece, transforma”, dice Molina.
Arte vivo, real e inmediato
En cualquier caso, donde todas las fuentes coinciden que se percibe de una manera más evidente este poder del teatro es en el público. Para empezar, lo que se persigue siempre es transmitir un mensaje, con lo que –sostiene el gerente de Avanti– “no serviría de nada si no se cumpliese esta función”.
Asimismo, al teatro se le exige que combine la diversión y el entretenimiento con el acto de denuncia. “No una denuncia entendida como un movimiento de revolución –matiza García– sino como una manera de condicionar y despertar a esa sociedad en la que se genera”, explica. Por eso, no es de extrañar que quienes acudan asiduamente a ver obras de teatro sean casi con toda seguridad –apuntan todos– personas “más abiertas de mente, más plurales y más conscientes de lo que les rodea”. Y una prueba evidente la pone Miguel Ángel García en los niños, que cuando están acostumbrados a ver teatro se muestran mucho más receptivos y respetuosos que otros que nunca han visto una obra.
Por otra pate, la magia que tienen las tablas ha logrado mantenerse en el tiempo, pese a la irrupción de las nuevas tecnologías y la presencia del cine y la televisión porque, en el fondo, “hay una saturación de imágenes y pese a la crisis, la gente va al teatro porque existe una demanda de obras en vivo; tenemos la necesidad de que exista un contacto físico con nuestros semejantes”, opina Molina.
Un contacto que es el que hace que los espectadores puedan tomar conciencia de la realidad porque, como asegura el profesor de la Esad, “hay cuestiones que si el espectador no las viera encima de un escenario quizás no las asumiría, y de ahí que el público se identifique con lo que ve en escena”.
Tanto es así que, como él mismo expresa, en una representación teatral el público siempre tiene presente que puede ocurrir cualquier cosa porque quien tiene frente es una persona y esto, el que una obra nunca se repita con otra, hace que sea mucho más cercano y que, por consiguiente, se genere un lenguaje mucho más fluido. Por decirlo de otro modo, sobre un escenario no hay sitio para la manipulación, lo que ocurre lo hace de una manera inmediata y verdadera y con el añadido de que “cuando acaba la función, ya no queda nada, sólo el recuerdo”.
A todo esto hay que añadir el que el teatro es una disciplina en la que todas las artes tienen cabida; es un arte global, que incluye la plástica –pintura y escultura como parte de escenografía–, la música, la danza, la literatura... y todo esto interactúa entre sí y se complementa. Así, como resalta Irene Lázaro, un libro se puede escribir o una canción se puede componer sin que nadie lo lea o lo escuche, “pero una obra necesita al público y si éste no existe el teatro no tiene sentido”.
Es más, al público que va a una función se le exige una participación activa, que aporte algo más y, como resultado, la historia no termina por ser “ni lo que el espectador quiere ver ni lo que el director quiere dar sino la conjunción de las dos cosas”, sostiene García. Todo porque en definitiva, el teatro es un diálogo donde todos son cómplices y participan del mismo juego, un juego donde todo tiene cabida.
PUNTO DE ATENCIÓN
Técnicas dramáticas como terapia para vencer los miedos
El valor añadido del arte dramático, como enseñanza en la que se desarrollan técnicas con gran utilidad para la vida diaria ha hecho que sea incluso recomendado por los psicólogos y especialistas como terapia con la que afrontar, miedos, inseguridades o problemas de autoestima. Así, por ejemplo, Irene Lázaro, actriz que trabaja con niños discapacitados en Down Córdoba, cuenta que en el tiempo que llevan en el taller los alumnos han logrado progresar muchísimo. “Poco a poco vas consiguiendo que miren al frente, que se relacionen más entre ellos, que adquieran un mayor sentido de la responsabilidad, que aprendan a trabajar en equipo y sean más autosuficientes”, relata.
Por otra parte, a través de la expresión corporal se trabaja también la psicomotricidad y lo más importante se gana en confianza ya que “el teatro hace tomar más conciencia de quien eres y enseña a enfrentarte a los conflictos”. De hecho, hoy día han proliferado bastante entre los psicólogos y departamentos de recursos humanos técnicas como el coaching o los role play, que tienen su base en el juego teatral, como fórmula para acabar con la timidez o saber afrontar situaciones laborales, de ahí que hayan proliferado tanto
Claro que tampoco es una panacea porque lo cierto es que precisa esfuerzo y dedicación por lo que al final, para que sirva “es imprescindible que te guste y ames el teatro”.
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