Lo quise y puse todo en tu frontera,
trazo de hiel que hallé al azar un día.
Reino de mi abrojal, ¿quién no se hacía
propicia presa de tu airada hoguera?
Cuervos que encaramándose a la fiera
de impuro seno amamantaron cría.
¡Como si el corazón no fuera el guía
de la ceguera! Oh trampas de ramera,
menos sumisa cuanto más lasciva.
Vine a tu inmundo harapo y fui cogido.
Quise arrostrar la soga y la cadena
tras la muralla de tu entraña esquiva.
Quise y no supe. Pero te he querido.
Canta en mi sangre un llanto de azucena.
Vicente Nuñez
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