En Córdoba es posible asistir a un concierto, ver un buena película o acudir a un recital poético a coste cero. Todo es cuestión de estar al día
Sara Arguijo Escalante
s.arguijo@lacalledecordoba.com
Se escucha por todas partes, que no hay dinero para esto ni para lo otro. Que la vida está muy cara y los sueldos -cuando los hay- siguen igual. Que en cuanto se pone el pie fuera de casa se empieza a gastar. Que así es imposible ir a ningún lado... En definitiva, desde que la crisis ha entrado en nuestras vidas la cultura, esa que el historiador Diógenes definía como “un adorno en la prosperidad y un refugio en la adversidad”, se convierte más que nunca en una necesidad para el espíritu y en “la mejor vía de escape”, confiesa Cristian Tena, un cordobés en paro de 33 años. Claro que, en estos momentos, para que realmente sea así no hay más remedio que convertirse en un especialista del by the face (por la cara) y esto significa ir en busca y captura de todo lo que sea económico. “Si no fuera así, sería imposible asistir”, añade Tena.
Manual de un buen cultureta
En este sentido, es necesario erradicar la idea de que el arte es un artículo de lujo porque, según aseguran artistas y espectadores cordobeses, “también se puede ser ‘cultureta’ en crisis”. Es más, como ellos mismos confirman, aquí en Córdoba ver una buena película, asistir a un concierto o acudir a un recital de poesía, entre otras actividades, puede salir totalmente gratis. El truco está simplemente -indica María Sánchez, una estudiante de 20 años, asidua a este tipo de eventos- en “estar al día de todo lo que se cuece”.
Dicho de otro modo, un ‘cultureta’ que se precie se conoce al dedillo el contenido de guías como Andalocio o Go, mira de manera asidua las agendas de los diarios y no suele rechazar la invitación de un amigo, algo que por otro lado ha proliferado bastante con los grupos que se crean en las redes sociales y que informan sobre lo que se va a hacer. “Mucha gente se queja de que no hay publicidad cuando en realidad no se molestan lo más mínimo en informarse”, critican todos.
En cualquier caso, es verdad que una vez que se entra en este circuito de “micro-cultura”, como la llama Antonio Romero, artista miembro de Poliposeidas, es mucho más fácil enterarse de la oferta porque -aunque sonrían al confesarlo- lo cierto es que estos eventos congregan casi siempre las mismas caras con lo que el boca a boca termina siendo la mejor fórmula de promoción.
Por otra parte, hay locales, colectivos e instituciones que son el paraíso de cualquier amante de lo gratuito, ya que cuentan con un programa continuo y cuya entrada es siempre libre. Aunque, como señala el poeta Nacho Montoto, éstos suelen prestar más atención a la literatura o a la música que a otras disciplinas artísticas como el teatro. De hecho, admite que es la poesía lo que más se promueve en esta ciudad y rara es la semana que no hay programado un ciclo, donde poder disfrutar de la presencia de poetas consagrados como los del Aula de Poesía, el de Letras Capitales o el Poesía Diversa.
El top ten de lo gratis
Aún así, el top ten para abastecerse de cultura en estos tiempos lo conforman, sobre todo, espacios como la Filmoteca de Andalucía, que ofrece diariamente dos sesiones de películas clásicas y actuales por menos de un euro, locales de ocio como La Espiga, el Automático, Soul, Amapola, el Glam, el Jazz Café o la Sala Metrópolis o el Teatro Avanti, donde a pesar que hay que pagar entrada “el precio es muy asequible”, resaltan los entrevistados.
Asimismo, si se quiere disfrutar del arte el abanico es incluso más amplio porque la visita a las exposiciones de cualquier galería, como Carmen del Campo, Arte 21 o Tula Prints, no cuesta un céntimo y tampoco las que organizan instituciones como Diputación, Ayuntamiento o Cajasur. A esto hay que añadir los talleres y programas que organizan centros como el Círculo Juan XXIII, la Casa Adarve del Instituto Andaluz de la Juventud, la Universidad, el Conservatorio, el Jardín Botánico y más recientemente la Fundación Bodegas Campos, entre otros, que también cuentan con una oferta cultural más o menos periódica. “Existen más cosas que hacer de las que la gente se cree y si buscas probablemente hasta te va a dar coraje porque no puedes asistir a todas”, lamenta Montoto.
De hecho, esta es una de las cuestiones que más críticas suscitan. El que la mayor parte de estos eventos los organicen entidades particulares hace que muchas veces se solapen en las fechas, algo que ocurre también con los festivales como Cosmopoética, Eutopía o Ídem, que se suelen concentrar en una época concreta del año, mientras que “en invierno estamos más bien de sequía”, opina Romero.
Calidad, ¿a buen precio?
Claro que una cosa es cuántas actividades se hagan y otra distinta la calidad que tengan. La cultura a coste cero tiene también sus detractores que piensan, por un lado, que lo barato es malo y, por otro, que de alguna forma se mal acostumbra al público a no pagar por su consumo.
Pues bien, en cuanto al primer argumento parece que hay más unanimidad entre quienes han hablado para El Semanario, ya que en su mayoría defienden que en estos encuentros participan artistas punteros y contrastados y que en algunas ocasiones estos actos aportan mucho más que otros para los que hay que pagar entradas carísimas. María Sánchez, por ejemplo, considera que es una pena que muchos cordobeses no se aprovechen y no sepan apreciar todo lo que hay.
Sobre todo, cuando para que sea así los creadores tienen que formar parte de estas iniciativas por puro altruismo, por amistad con los organizadores o porque como defiende Fabricio Galadí, uno de los impulsores del proyecto Medio Pliego -una publicación mensual que persigue poner poesía gratis en la calle-, “es una forma de promocionar el arte y abrir una puerta para que los ciudadanos conozcan lo que hacen los artistas y quieran luego pagar por verlos”, sostiene. Esto, por tanto, se puede convertir en un arma de doble filo porque se cae -asegura Romero- en devaluar la profesión de los artistas y arrastrarlos a tener que trabajar “por amor al arte”, define. Por eso, todos apuestan por buscar fórmulas intermedias que permitan reconocer al creador y no cobrar precios abusivos a los espectadores.
De cualquier manera, “si las cosas se hacen bien”, tal y como recalcan todos, lo gratis puede convertirse en un mecanismo genial para generar público y formarlo. Montoto recuerda que existe un enorme potencial de artistas que se mueven en este nivel y de los que posteriormente han nacido muchas de las actividades ahora mismo punteras, algo que hay que explotar al máximo “porque la cultura gratuita es la raíz para que Córdoba pueda expandirse económicamente, sobre todo, de cara a la capitalidad cultural”.
Por tanto, todo depende de cómo se gestione lo que se ofrece. Y, en último término, “aunque no es de alta calidad, es para todos, y esto es una muy buena idea”, defiende Cristian Tena.
PUNTO DE ATENCIÓN
La fórmula del yo me lo guiso y yo me lo como
Uno de los principales problemas que presenta la cultura gratuita es la rentabilidad que aporta a quienes la promueven. Dejando a un lado las que organizan las instituciones públicas, lo cierto es que los responsables de llevar a cabo estas iniciativas no sacan una gran tajada económica de las mismas.
En el caso de las actividades que se organizan en locales, las ganancias que se consiguen son las que suscitan las ventas, y las que organizan asociaciones o grupos particulares, sobreviven gracias a las subvenciones o la propia autofinanciación.
Éste es precisamente un modelo que ha puesto en práctica Luneados, un colectivo que organiza conciertos privados de música y poesía en azoteas particulares, y que todos ponen como un buen ejemplo de gestión, ya que con una fórmula bajo la cual se paga una entrada simbólica que permite continuar la actividad está consiguiendo muy buena acogida. Algo parecido es lo que han hecho los impulsores de Medio Pliego, que como explica Fabricio Galadí, reducen bajo mínimo los costes gracias a que son ellos mismos los que imprimen, doblan, distribuyen y financian los ejemplares y a que los poetas prestan sus versos de manera desinteresada. Y es que, al final, nunca llueve a gusto de todos.
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