En tiempo de melones, pocos sermones.
No tires piedras por alto, porque te caerán encima.
En abril, pone el primer huevo la perdiz.
Agua y sol, tiempo de caracol.
Se pone el barro antes de que le pique el tabarro.
Donde no hay harina, todo es mohina.
El exceso de vicio saca la puerta de quicio.
Unos dicen lo que saben y otros saben lo que dicen.
La pereza es la llave de la pobreza.
Cuando llueve en agosto, lueve miel y mosto.
El hombre es fuego, la mujer estopa, llega el diablo y sopla.
Quien no atiende, no aprende.
Quien da, bien vende, si el que lo recibe lo entiende.
Mayo lluvioso, en la puerta feo y en el campo hermoso.
Llora tus penas y deja las ajenas.
Quien te enseña el bien, ese te quiere bien.
Donde hay galones, no mandan los pantalones.
El que da su menester, el diablo se ríe de él.
Dios me libre de las aguas mansas, que de las corrientes, me sé yo librar.
Niebla en los cerros, día de perros.
Se cazan más moscas con una gota de miel que con una arroba de hiel.
Amigo que no produce o cuchillo que no corta, si se pierde, poco importa.
Jugar mucho es de locos y no jugar es de tontos.
El que no quiera polvo, que no vaya a la era.
La verdad, como el aceite, siempre queda encima.
El que no mira adelante, atrás se queda.
Más vale poco y bien avenido que mucho y mal adquirido.
No hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no se pague.
El río y el camino no son buenos amigos.
El vino de Loja, por donde pasa moja.
Lo que fue y no es, como si no hubiera sido.
Buen porte y buenos modales, abren las puertas principales.
El que de nuevo no trabaja, de viejo duerme en la paja.
Dios da la haba a quien no puede roerla.
Libro prestado, o perdido o estropeado.
La sopa hervida alarga la vida.
El que no sabe de mañas, no monda castañas.
Más vale ser cabeza de ratón que cola de león
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