AGENDA CULTURAS 35
Luis Calvo Anguís Ilustrador
Fastos nefastos
El ojo tabernario
Llevo años viendo como esta ciudad abanderada del patrimonio monumental y protegida por la Unesco, se cisca amplia y generosamente en ellos sin ningún pudor, y apenas sin cultura. Da igual si es un palacio barroco, una casa renacentista o una torre medieval, si cualquiera de estos edificios tiene el infortunio de alojar en su interior una institución del tipo que sea, de su fachada y tapando ésta, colgarán telas y lonas de dudoso gusto anunciando su última traca y su maldita matraca.
Así por ejemplo, la Diputación, que tiene sus mástiles para estos menesteres, ata con guitas de los balcones todo lo habido y por haber: que si una feria, que si otra, que si una reivindicación de políticas de género o un día sin coches. Da igual, el caso es que las fachadas de edificios históricos parecen un tendedero polvoriento.
El Palacio de Orive, sede del Área de Cultura del Ayuntamiento también es sistemáticamente afeado con este tipo de colgajos. Hasta los muros de la Mezquita sufren de vez en cuando este despropósito con algunas lonetas avisando de no se qué año mariano.
Pero últimamente hay un caso realmente preocupante, ya que sale de los edificios institucionales e invade monumentos que nada tienen que ver con lo negociado. Es el caso de la Torre de la Malmuerta, que desde la exposición de Pilar Citoler, se ha consolidado como soporte publicitario de todas las astracanadas realizadas con dineros públicos. Han debido celebrar el tino de poner estas lonas monstruosas en la fachada que da a las Ollerías; impacto total. Así, después de la expo de Citoler, le siguió el Festival de la Guitarra y ahora el de las eutopías. Y es que esto parece ser definitivo, una torre medieval que tiene como único uso servir de soporte para vinilos insoportables. Un atentado al patrimonio en toda regla y que encaja perfectamente con el carácter y la cultura de quienes tienen esa responsabilidad.
Enhorabuena, se han cubierto ustedes de mi....
Luis Calvo Anguís Ilustrador
Fastos nefastos
El ojo tabernario
Llevo años viendo como esta ciudad abanderada del patrimonio monumental y protegida por la Unesco, se cisca amplia y generosamente en ellos sin ningún pudor, y apenas sin cultura. Da igual si es un palacio barroco, una casa renacentista o una torre medieval, si cualquiera de estos edificios tiene el infortunio de alojar en su interior una institución del tipo que sea, de su fachada y tapando ésta, colgarán telas y lonas de dudoso gusto anunciando su última traca y su maldita matraca.
Así por ejemplo, la Diputación, que tiene sus mástiles para estos menesteres, ata con guitas de los balcones todo lo habido y por haber: que si una feria, que si otra, que si una reivindicación de políticas de género o un día sin coches. Da igual, el caso es que las fachadas de edificios históricos parecen un tendedero polvoriento.
El Palacio de Orive, sede del Área de Cultura del Ayuntamiento también es sistemáticamente afeado con este tipo de colgajos. Hasta los muros de la Mezquita sufren de vez en cuando este despropósito con algunas lonetas avisando de no se qué año mariano.
Pero últimamente hay un caso realmente preocupante, ya que sale de los edificios institucionales e invade monumentos que nada tienen que ver con lo negociado. Es el caso de la Torre de la Malmuerta, que desde la exposición de Pilar Citoler, se ha consolidado como soporte publicitario de todas las astracanadas realizadas con dineros públicos. Han debido celebrar el tino de poner estas lonas monstruosas en la fachada que da a las Ollerías; impacto total. Así, después de la expo de Citoler, le siguió el Festival de la Guitarra y ahora el de las eutopías. Y es que esto parece ser definitivo, una torre medieval que tiene como único uso servir de soporte para vinilos insoportables. Un atentado al patrimonio en toda regla y que encaja perfectamente con el carácter y la cultura de quienes tienen esa responsabilidad.
Enhorabuena, se han cubierto ustedes de mi....
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