Arrancó una flor
del musgo
y forcejeó entre los soldados
para estar junto a la cruz.
Introdujo la flor
en una herida
y esperó que creciera
un jardín en su mano.
El hombre que colgaba se estremeció
ante su suave contacto
y arrancó su carne
del contacto de la flor,
y dijo una voz
que nunca había oído
"¿Acaso los pétalos encotrarán raíces
en las heridas por las que sangro?"
"¿Acaso aprenderán los trovadores canciones
de una lengua arrancada
y sanarán los enfermos
por medio de las grietas de mi piel?"
La gente supo que algo
como un dios había hablado
y miraron con miedo
los clavos que habían clavado,
y cayeron sobre el hombre
con espada y cuchillo
para honrar a la voz
con un sacrificio.
Oh, el hombre que colgaba
tenía palabra que dirigir a la multitud
pero estaba cansado
y las oraciones sonaban con fuerza.
Pensó en islas
aisladas en el mar
y en el agua del amor bañando
las oscuras raíces de cada árbol.
En las olas de marea lanzándose
sobre la tierra,
sobre aquellas cruces
aquellas colinas y este hombre.
Pensó en ciudades
y campos de trigo,
en hombres y en este hombre
pero no podía hablar.
Oh, escondieron dos cuerpos
tras una roca;
el día se hizo noche
y la multitud se fue a casa.
Y algunos hombres del Gólgotha
me aseguran que aún hay
jardineros que vierten en vano
sangre sobre esa tierra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario