jueves, 26 de febrero de 2009

LEONARD COHEN - BALADA -

Arrancó una flor
del musgo
y forcejeó entre los soldados
para estar junto a la cruz.
Introdujo la flor
en una herida
y esperó que creciera
un jardín en su mano.
El hombre que colgaba se estremeció
ante su suave contacto
y arrancó su carne
del contacto de la flor,
y dijo una voz
que nunca había oído
"¿Acaso los pétalos encotrarán raíces
en las heridas por las que sangro?"
"¿Acaso aprenderán los trovadores canciones
de una lengua arrancada
y sanarán los enfermos
por medio de las grietas de mi piel?"


La gente supo que algo
como un dios había hablado
y miraron con miedo
los clavos que habían clavado,
y cayeron sobre el hombre
con espada y cuchillo
para honrar a la voz
con un sacrificio.
Oh, el hombre que colgaba
tenía palabra que dirigir a la multitud
pero estaba cansado
y las oraciones sonaban con fuerza.
Pensó en islas
aisladas en el mar
y en el agua del amor bañando
las oscuras raíces de cada árbol.
En las olas de marea lanzándose
sobre la tierra,
sobre aquellas cruces
aquellas colinas y este hombre.
Pensó en ciudades
y campos de trigo,
en hombres y en este hombre
pero no podía hablar.
Oh, escondieron dos cuerpos
tras una roca;
el día se hizo noche
y la multitud se fue a casa.
Y algunos hombres del Gólgotha
me aseguran que aún hay
jardineros que vierten en vano
sangre sobre esa tierra.

LEONARD COHEN - ESTAS HEROICIDADES -



Si tuviera una cabeza resplandeciente
y la gente se volviera a mirarme
en los tranvías;
y yo pudiera extender mi cuerpo
a través de la brillante agua
y mantener delante de los peces y las serpientes de agua;
si pudiera arruinar mis plumas
volando ante el sol;
¿crees que permanecería en esta habitación
recitándote poemas,
y fabricando escandalosos sueños
con el más pequeño movimiento de tu boca?

jueves, 19 de febrero de 2009

DYLAN THOMAS (¿QUIÉN ERES TÚ?)

Quien
eres tú
tú que naces
en el cuarto vecino
tan patente en mi cuarto
que alcanzo a oír el vientre
cuando se abre y la sombra que avanza
sobre el fantasma y el hijo que desciende
tras la pared delgada como un hueso de jilguero
en el cuarto sangrante del nacimiento oculto
para el incendio y el girar del tiempo
la huella del corazón humano
no venera el bautismo
sino la sola sombra
cuando bendice
a la salvaje
criatura
Yo
tengo que yacer
quieto como una piedra
junto al tabique de hueso
de jilguero escuchando el
lamento de la madre oculta
y la oscurecida faz del dolor
que arroja el mañana como una espina
hasta que las matronas del milagro canten
y el turbulento recién nacido
me encienda su nombre y su llama
y rasgue el alado tabique
con su tórrida corona
y la oscuridad arroje
de su costado y
la transforme
en luz
Cuando
el hueso del jilguero
se rompa y desprenda
y la primera aurora
furiosa de esta corriente
aletee sobre el venido reino
del deslumbrador del cielo
y de la salpicada maternal doncella
que lo dio a luz con una llamarada en la
boca y lo arrulló como una tormenta
correré perdido en el súbito
terror y brillo del una
vez encapuchado cuartol
lorando en vano
en el puchero
de su beso
en el giro
del sol en
el espumoso
ciclón de sus alas
pues me perdí yo que lloro
en el trono empapado del hombre
en la primera furia de su corriente
y en los relámpagos de adoración hasta
el negro silencio triste y derretido
pues me perdí yo que he llegado
al puerto enmudecido y el
encontrado y el supremo
momento de su herida
ciega mi
llanto.
Allí
agachado desnudo
en la reliquia de su pecho encendido
despertaré al loco trompetazo
del fondo del mar desenjaulado
de la nube que asciende de la tumba exhalante
y del polvo vasallo izando velas
con una llama suya en cada átomo.
¡O espiral de ascensión
de la embuitrada urna
de la mañana del
hombre cuando
la tierra
y
el mar recién
nacidos elogiaron
al sol y el encontrado y
vertical Adán cantó la creación!
¡El vuelo hacia la herida de los antiguos
jóvenes desde los desfiladeros del olvido!
¡La celeste zancada de los que caen siempre
en la batalla! ¡El acontecimiento
de los santos ante su visión!
¡La casa rodante del mundo!
Y todo el dolor
fluye abierto
y yo me
muero.

DYLAN THOMAS (NO ENTRES DÓCILMENTE EN ESA BUENA NOCHE)


No entres dócilmente en esa buena noche,
Que al final del día debería la vejez arder y delirar;
Enfurécete, enfurécete ante la muerte de la luz.
Aunque los sabios entienden al final que la oscuridad es lo correcto,
Como a su verbo ningún rayo ha confiado vigor,
No entran dócilmente en esa buena noche.

Llorando los hombres buenos, al llegar la última ola
Por el brillo con que sus frágiles obras pudieron haber
danzado en una verde bahía,
Se enfurecen, se enfurecen ante la muerte de la luz.

Y los locos, que al sol cogieron al vuelo en sus cantares,
Y advierten, demasiado tarde, la ofensa que le hacían,
No entran dócilmente en esa buena noche.
Y los hombres graves, que cerca de la muerte con la vista
que se apaga
Ven que esos ojos ciegos pudieron brillar como meteoros y ser alegres,
Se enfurecen, se enfurecen ante la muerte de la luz.

Y tú, padre mio, allá en tu cima triste,
Maldíceme o bendíceme con tus fieras lágrimas, lo ruego.
No entres dócilmente en esa buena noche.
Enfurécete, enfurécete ante la muerte de la luz.

DYLAN THOMAS (Y LA MUERTE NO TENDRÁ SEÑORÍO)


Y la muerte no tendrá señorío.
Desnudos los muertos se habrán confundido
con el hombre del viento y la luna poniente;
cuando sus huesos estén roídos y sean polvo los limpios,
tendrán estrellas a sus codos y a sus pies;
aunque se vuelvan locos serán cuerdos,
aunque se hundan en el mar saldrán de nuevo,
aunque los amantes se pierdan quedará el amor;
y la muerte no tendrá señorío.

Y la muerte no tendrá señorío.
Bajo las ondulaciones del mar
los que yacen tendidos no moriran aterrados;
retorciéndose en el potro cuando los nervios ceden,
amarrados a una rueda, aún no se romperán;
la fe en sus manos se partirá en dos,
y los penetrarán los daños unicornes;
rotos todos los cabos ya no crujirán más;
y la muerte no tendrá señorío.

Y la muerte no tendrá señorío.
Aunque las gaviotas no griten más en su oído
ni las olas estallen ruidosas en las costas;
aunque no broten flores donde antes brotaron
ni levanten ya más la cabeza al golpe de la lluvia;
aunque estén locos y muertos como clavos,
las cabezas de los cadaveres martillearan margaritas;
estallarán al sol hasta que el sol estalle,
y la muerte no tendrá señorío.

EN BLANCO Y NEGRO

PABLO NERUDA - "LA NOCHE EN LA ISLA"

Toda la noche he dormido contigo
junto al mar, en la isla.
Salvaje y dulce eras entre el placer y el sueño,
entre el fuego y el agua.
Tal vez muy tarde
nuestros sueños se unieron
en lo alto o en el fondo,
arriba como ramas que un mismo viento mueve,
abajo como rojas raíces que se tocan.

Tal vez tu sueño
se separó del mío
y por el mar oscuro
me buscaba
como antes
cuando aún no existías,
cuando sin divisarte
navegué por tu lado,
y tus ojos buscaban
lo que ahora
-pan, vino, amor y cólera-
te doy a manos llenas
porque tú eres la copa
que esperaba los dones de mi vida.

He dormido contigo
toda la noche mientras
la oscura tierra gira
con vivos y con muertos,
y al despertar de pronto
en medio de la sombra
mi brazo rodeaba tu cintura.
Ni la noche, ni el sueño
pudieron separarnos.
He dormido contigo
y al despertar tu boca
salida de tu sueño
me dio el sabor de tierra,
de agua marina, de algas,
del fondo de tu vida,
y recibí tu beso
mojado por la aurora
como si me llegara
del mar que nos rodea.

RETOQUES



jueves, 12 de febrero de 2009

MIS FOTOS VI










"NO DECÍA PALABRA...." LUIS CERNUDA

No decía palabras,
Acercaba tan sólo un cuerpo interrogante,
Porque ignoraba que el deseo es una pregunta
Cuya respuesta no existe,
Una hoja cuya rama no existe,
Un mundo cuyo cielo no existe.
La angustia se abre paso entre los huesos,
Remonta por las venas

Hasta abrirse en la piel,
Surtidores de sueño
Hechos carne en interrogación vuelta a las nubes.

Un roce al paso,
Una mirada fugaz entre las sombras,

Bastan para que el cuerpo se abra en dos,
Avido de recibir en sí mismo
Otro cuerpo que sueñe;
Mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne;
Iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo.
Aunque sólo sea una esperanza,
Porque el deseo es pregunta cuya respuesta nadie
sabe.

"YO FUI " - LUIS CERNUDA


Yo fui.

Columna ardiente, luna de primavera.
Mar dorado, ojos grandes.
Busqué lo que pensaba;
Pensé, como al amanecer en sueño lánguido.
Lo que pinta el deseo en días adolescentes.
Canté, subí.
Fui luz un día
Arrastrado en la llama
Como un golpe de viento
que deshace la sombra.
Caí en lo negro,
En el mundo insaciable

He sido.

domingo, 1 de febrero de 2009

LOS RUMORES DEL AGUA

Mientras miro por la ventana de mi habitación la calle, no dejo de sentir algo extraño que me invade por dentro, es como una especie de nostalgia de algo que no sabes si has vivido o quizás te toca vivirlo.
No sabes describir que es aquello que te llama hacia no sabes donde, es igual que cuando paseas por la ciudad y a través de tus ojos entran mil imagenes de sitios y lugares por los cuales has pasado y nunca te han llamado la atención especialmente, hasta que una mañana, una tarde o quizás una noche, has descubierto algo que ha hecho que tus pasos se detengan y durante un instante, te olvides de la prisa que tienes por llegar al lugar donde han de llevarte tus pies.
En ese momento aquello que miras se queda congelado en tu mirada y cada vez que pasas por el mismo lugar intentas descubrir que especie de misterio envuelve al mismo, es como cuando haces una fotografía, una vez que la descargas de la tarjeta y la ves, te das cuenta de que hay detalles que a simple vista no has sido capaz de ver, y sin embargo cuando la tienes ante tus ojos aparecen como por arte de magia esos reflejos como los que hay en estas fotografías y que te hacen preguntarte por los misterios que el agua lleva en su interior, en su transparencia casi dolorosa, en su rumor milenario y callas en espera de una respuesta que quizás no llegue nunca.