Inserto en el blog algunas de las expresiones curiosas que hemos escuchado durante toda la vida y sin embargo en multitud de ocasiones no sabemos ni su origen, ni su significado.
Al final de la entrada pongo la fuente de donde se han tomado las expresiones por si alguien quiere continuar descubriendo algunas nuevas.
Esta es una expresión que erróneamente se ha considerado hacía referencia a una fecha (en torno al 10 de junio) cuando en realidad se trataba de un lugar. El “40 de mayo” era el último de una larga fila de burdeles en una de las calles del Madrid del siglo XVII (se piensa que pueda ser la actual Montera). Por lo que parece el “40 de mayo” era el de mejor fama por la belleza de sus mujeres, por lo que la expresión “hasta el 40 de mayo no te quites el sayo” era una forma de advertir sobre todo a los forasteros que no tenían que pararse en los primeros de la calle sino llegar hasta el final, donde ya podían quitarse el sayo (la ropa).
“LIARSE
LA MANTA A LA CABEZA”
Expresión
acuñada durante la batalla de Cuarte en el 1094. La ciudad, que
había sido prácticamente sitiada por los almorávides, contaba con
la espléndida defensa de Rodrigo Díaz de Vivar. El Cid, que sabía
que la ciudad no podría resistir mucho más el asedio, decidió
que sólo había una solución, que era la de un ataque inesperado a
las tropas acampadas a las puertas de la ciudad. Para ganar tiempo
decidió tender una emboscada al enemigo: durante una noche de espesa
niebla mientras al norte un pequeño destacamento tenía por misión
lanzar un breve y mínimo ataque, el Cid saldría con el grueso del
ejército por el sur vestidos de almorávides. Aunque era probable
que la artimaña funcionara por la poca visibilidad, no dejaba de ser
una misión tan desesperada como arriesgada, por lo que el Cid
convocó a sus hombres y les dijo: “Al alba vedremos si la astutia
de la nocte nos asistiere: liguémonos los mantos a la testa como si
turbantes fueren e ataquemos sin mirar tras nos”. Aunque la batalla
se venció las bajas fueron numerosas, por lo que la expresión
comenzó a utilizarse como sinónimo de un acto aventado e
irreflexivo.
“A
LA REMANGUILLÉ”
Hacer
algo “a la remanguillé” es, como casi todo el mundo sabe, hacer
algo de espaldas, como queriendo adornarse con un gesto inútil.
Algo que normalmente acaba mal. Como el protagonista del origen de
esta expresión, Mangugliè du Soissons. Tras la muerte de Guillermo
II, rey normando en Sicilia, se crea una vacío de poder que se cubre
en principio con la regencia de su tía Costanza. Sin embargo, una
parte del ejército francés no ve con buenos ojos esta regencia y
decide elegir otro rey por su cuenta, concretamente a Mangugliè,
primo lejano de Guillermo II y el general con mayor carisma entre la
tropa. No tardó Manguglié en presentar batalla a Costanza y a
su marido, Enrique VI Hohenstaufen. En la batalla de Trapani,
Mangugliè planteó una táctica que no sólo se demostró ineficaz,
sino que además le hizo pasar a la historia dando origen a la
expresión. Manguigliè decidió tender una emboscada al ejército
germano a las afueras de Trapani, mandando al frente una pequeña
parte de sus tropas para después atacar con el grueso de la
caballería por la espalda de los hombres de Enrique VI. La táctica
fue un completo fracaso ya que las tropas que salieron al encuentro
de los germanos fueron aniquiladas en poquísimo tiempo, por lo que
cuando llegó Mangugliè con la caballería Enrique VI se había
parapetado perfectamente en la ciudad y no tuvo problemas no sólo
para detener el ataque normando sino también para contraatacar y
destruir el ejército de Mangugliè. La maniobra fue enseguida motivo
de burla, por lo que en Sicilia comenzó a utilizarse la expresión
alla
re Mangugliè (literalmente
“a la manera del rey Mangugliè), que significaba exactamente lo
mismo que hoy, una maniobra difícil para hacer algo, sin que llegue
a buen fin.
“ENTERARSE
DE LO QUE VALE UN PEINE”
Expresión
de origen francés, que se acuñó, según algunas crónicas
medievales, a mediados del siglo IX, durante el reinado,
paradójicamente, de Carlos II “el Calvo”. Uno de los principales
problemas que Carlos II tuvo que resolver durante su reinado
fueron las cada vez más frecuentes invasiones de los normandos.
Después de varias escaramuzas y alguna breve batalla a campo
abierto, el rey consiguió organizar un encuentro para negociar su
rendición. Una vez que se estipularon las condiciones el enviado
normando solicitó firmar el tratado con su propia pluma, por lo que
tomó un cofre, lo abrió y sacó de él un peine que le lanzó al
rey, burlándose y riéndose de él a causa de su grave alopecia.
Aunque el enviado fue inmediatamente ejecutado, Carlos II, lejos de
avergonzarse de lo sucedido, contó la historia a todos sus altos
cargos militares y les solicitó que la contaran a las tropas antes
de cada batalla a modo de arenga. Es por eso que se hizo frecuente
que en las batallas con los normandos el ejército francés cargara
al grito de “¡se van a enterar de lo que vale un peine!”, una
expresión que se mantuvo con el tiempo y que poco a poco se
incorporó al lenguaje coloquial.
“TE
PONGO MIRANDO PA’ CUENCA”
La
expresión se remonta al reinado de Juana la Loca y Felipe el Hermoso
en la Castilla de finales del siglo XV. Como es sabido, Felipe I era
un gran mujeriego, algo que su mujer, obviamente, no podía
soportar. En aquella época la corte contaba con una gran
presencia de conquenses, como queda demostrado con el mismo capellán
de la reina, Diego Ramírez de Villaescusa (de Haro). Algunas de las
amantes del rey eran de pueblos limítrofes a los de Don Diego, por
lo que Felipe I ideó una excusa perfecta para no levantar las
sospechas de su mujer. Sabedor del poco amor de su esposa por la
ciencia, el rey organizó un pequeño observador astronómico en una
alta torre, donde con ayuda de los nuevos instrumentos de navegación
era capaz de individuar la dirección de las principales ciudades del
reino. Así, cada vez que quería escabullirse con alguna moza no
tenía más que decirle a la reina: “Subo con la dama al
observatorio, que la voy a poner mirando para Cuenca”. Los guardias
del rey, que obviamente sabían a que subía el monarca al
observatorio, comenzaron a utilizar la frase por los burdeles de
Castilla, por lo que la expresión tuvo una rápida difusión.
“QUE
SI QUIERES ARROZ, CATALINA”
La
expresión se refiere evidentemente a una de las Catalinas más
famosas de la historia, Catalina de Medici, reina de Francia en la
segunda mitad del XVI. Tras la desafortunada muerte de su esposo
Enrique II, Felipe II decidió enviar una embajada con diferentes
regalos para reconfortar a la recente viuda. Llegados los tres
enviados a la corte francesa, la mala suerte quiso que la noche antes
del recibimiento el intérprete de los españoles sufriera un grave
problema de salud y no pudiera estar presente durante la entrega de
las ofrendas, por lo que hubo de recurrirse al lenguaje gestual. El
primo regalo era un saco del arroz más preciado que se conocía en
aquel momento en Europa, traído de la misma China por las naves
españolas. Como los enviados no eran capaces de explicar la
particularidad del arroz, la reina lo rechazó, casi ofendida por un
regalo tan común en un momento tan triste para ella. Diego Yáñez,
el responsable del viaje, se vio en la necesidad de insistir, lo que
provocó no ya el enfado de la reina, sino su sumisión en un estado
de melancolía en el que ya no profirió una sola palabra. Yáñez,
consciente de que no podía volver a España sin haber entregado
todos los regalos, insistió hasta tal punto que los guardias
tuvieron que alejarlo de la sala mientras gritaba “¡que si quieres
arroz, Catalina!” sin obtener ninguna respuesta. Este hecho estuvo
a punto de causar una crisis diplomática entre las dos naciones pero
por suerte pudo resolverse en pocos días con la ayuda de unos
traductores que resolvieron el problema. Esto no impidió que la
anécdota se conociera y la frase se divulgara con gran velocidad
para referirse a alguien que no escucha o finge no escuchar.
“LA
CUENTA (DE) LA VIEJA”
La
vieja a la que se refiere la expresión no es ni más ni menos que
María Josefa de Borbón, hija de Carlos III y hermana mayor de
Carlos IV, junto a quien fue retratada por Goya en su famoso lienzo.
Era famosa ya en la época su mala relación con su cuñada
María Luisa de Parma, esposa de Carlos IV. Cuando el rey recibía
altos cargos oficiales que le daban detalles del reino, María Luisa
de Parma se esforzaba por elaborar complicados cálculos delante de
su marido para que su fama de estadista se extendiera por el país,
pero en muchas ocasiones era María Josefa la que presentaba las
cuentas a su hermano de la forma más sencilla, la mayoría de las
veces haciendo sumas y restas con las manos, algo que el monarca, que
no era muy ducho con las matemáticas, agradecía enormemente. Como
los veloces cálculos de María Josefa se demostraban acertados casi
siempre comenzó a circular entre los altos funcionarios, para
indignación de la reina, la expresión “hacer la cuenta de la
vieja”, tan escueta como certera.
“HACER
UN CALVO”
Esta
expresión ha sido erróneamente atribuída a las nalgas desnudas de
quien muestra su trasero como protesta o burla. En cambio su origen
está, evidentemente, en una anécdota que se contaba de uno de los
nietos de Carlomagno, Carlos II “El Calvo”. Se cuenta que en la
batalla de Fontenoy-en-Puisaye (841), en la que derrotó a su hermano
mayor Lotario, Carlos se haya bajado las calzas para enseñarle su
trasero a Lotario y decirle: “estas nalgas que tanto azotaste
durante mi niñez te quitan ahora lo que pensabas fuera tuyo”. De
aquí que enseñar el trasero se convirtiera desde entonces en un
símbolo de victoria y de sumisión del vencido.
FUENTE: http://emitologias.com/